Mateo 14:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta porción, referente al milagro que Cristo llevó a cabo al alimentar con cinco panes y dos peces a cinco mil hombres, es narrada por los cuatro Evangelistas.

I. La gran afluencia de las multitudes a Cristo, cuando Él se retiró a un lugar desierto, a solas (v. Mat 14:13). Se retiró al tener noticia, más que de la muerte de Juan, de lo que Herodes pensaba sobre Él mismo: Éste es Juan el Bautista, resucitado de entre los muertos. En horas de peligro, si Dios abre una puerta de escape, es lícito huir para salvar la vida, a no ser que Dios nos llame de una manera particular a exponerla. Se retiró en una barca; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Parecía que, después del martirio de Juan, a Cristo le seguía más gente que antes. A veces, los sufrimientos de los santos tienen por objeto la extensión del Evangelio (Flp 1:12). En este sentido, decía Tertuliano: «La sangre de los mártires es semilla de cristianos». Cuando se nos impide el acceso a Cristo y a su Palabra, es mejor ir en su seguimiento a toda costa, aunque la carne y la sangre nos susurren lo contrario. La sola presencia de Cristo y de su Evangelio hacen que el desierto mismo resulte, no sólo tolerable, sino deseable, pues convierten el desierto en un Edén.

II. La tierna compasión de nuestro Señor Jesucristo hacia quienes de tal modo le seguían (v. Mat 14:14). Se fue hacia ellos y se presentó públicamente entre ellos. Salió de su retiro tan pronto como vio gente deseosa de oírle, como quien está presto no sólo a perder el descanso de la soledad, sino a exponer su vida, por el bien de las almas. Vio una gran multitud, y se compadeció (lit. se le enternecieron las entrañas) de ellos. La vista de una gran multitud necesitada mueve justamente a compasión, y nadie aventaja a Cristo en esta compasión por los hombres. Y no sólo tuvo compasión de ellos, sino que vino en su ayuda: muchos de ellos estaban enfermos, y los sanó; poco después, los vio hambrientos, y los alimentó.

III. La sugerencia de los discípulos de que despidiera a la multitud, y la negativa de Cristo a hacerlo así. Pensaban ellos que ya era bastante el trabajo que se había tomado aquel día, y que ya era hora de que cada uno se marchase a su casa. Los discípulos de Cristo se muestran con frecuencia más cautelosos de mostrar su discreción que de mostrar su celo. Cristo no se avino a despedirlos, hambrientos como estaban, sino que ordenó a sus discípulos que les proporcionasen alimento. Cristo siempre mostró hacia las multitudes mayor ternura que sus discípulos. Veamos, sino cuán tardo se mostró a dejarlos partir: No tienen necesidad de irse. Cristo no es como los reyes y magnates de la tierra, que tienen contados los minutos para sus audiencias sino que, a todo el que se allega a Él, de ningún modo lo echa fuera (Jua 6:37).

Y como la necesidad no reconoce ley, si están hambrientos no se les debe despedir, sino darles de comer (v. Mat 14:16). El Señor es para el cuerpo (1Co 6:13), porque es la obra de sus manos y parte de su redención obtenida; Él mismo estuvo revestido de un cuerpo semejante al nuestro, para animarnos a depender de Él en cuanto a la provisión de lo necesario para nuestras necesidades corporales. Si buscamos primero el reino de Dios (Mat 6:33), y hacemos de ello nuestra preocupación primordial, bien podemos depender de Él en cuanto a las demás cosas, en la medida que Él cree conveniente para nuestro mayor bien.

IV. La menguada provisión que había allí para una multitud tan grande; no hay más que comparar el número de los invitados con la lista de platos.

1. El número de los invitados era de unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños (v. Mat 14:21). Vasto auditorio para la predicación de Cristo, y hay que pensar que habrían estado atentos a su mensaje; con todo, parece ser que, en su mayor parte, aquello quedó en nada; se marcharon, y no volvieron a seguirle. Ver multitudes que escuchan la Palabra de Dios es un buen panorama y puede ser una buena señal, pero, al fin y al cabo, la aceptación del Evangelio no se mide por la cantidad de oyentes, sino por el número de sinceras conversiones. Sin embargo, Cristo les dio de comer a todos, a pesar de que habían de ser muy pocos los que le habían de seguir.

2. El menú era extremadamente desproporcionado en relación al número de invitados: Cinco panes y dos peces (v. Mat 14:17). Juan (Jua 6:9) tiene buen cuidado en notar que era un muchacho el que los llevaba, y que los panes eran de cebada, panes baratos y, probablemente, pequeños. No se nos dice si el joven los cedió gratis o se lo pagaron, aunque lo segundo es más probable. Vemos, pues, que no era una comida variada, ni abundante ni delicada; un plato de pescado no tendría ninguna novedad para pescadores y gentes acostumbradas a esta clase de alimento; el pan de cebada era el más común que podía obtenerse; no había vino ni otra bebida fuerte; pero todo ello era muy conveniente desde el punto de vista alimenticio. Esto le bastaba a Cristo para alimentar bien a la gente. Los que tienen poco, verán bendecido y suficiente esto poco que tienen, si saben compartirlo generosamente con los que están urgentemente necesitados (v. 1Re 17:8-16).

V. La generosa y abundante distribución de esta provisión entre la multitud (vv. Mat 14:18-19): Traédmelo acá dijo Jesús . Nótese que el mejor modo de tener alivio y consuelo en situaciones difíciles así como el disfrute legítimo de lo que poseemos, es ponerlo todo a los pies del Señor, para que Él lo tome en sus manos y lo bendiga. Ese es el camino de la verdadera prosperidad, pues si Jesús puede disponer de lo nuestro como a Él le plazca, lo que nos venga de sus manos nos llegará doblemente bendecido.

1. Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba (v. Mat 14:19). Ni sillas cómodas, ni blancos manteles, ni vajilla suntuosa. La verde alfombra de la pradera era suficiente reclinatorio para el yantar. Con esto nos daba Jesús a entender que su reino no era de este mundo y que, en teniendo lo necesario, son superfluos la pompa y el esplendor. Se cuenta de un filósofo griego de la antigüedad que, al ver pasar la copiosa provisión de manjares y regalos que llevaban para el rey, dijo: «Ahora veo cuán rico soy, pues no necesito de tantas cosas».

2. Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzó los ojos al cielo y pronunció la bendición; es decir, dio gracias a Dios por la provisión, como era costumbre entre los judíos y debe serlo entre nosotros (Rom 14:6; 1Ti 4:3). Al dar gracias, Cristo alzó los ojos al cielo, para enseñarnos a alzar, en oración, nuestros ojos hacia arriba, al Padre, de quien desciende toda buena dádiva (Stg 1:17). Así hemos de tomar todo: como venido de la mano de Dios, y depender de Él para bendición de todo.

3. Él mismo partió los panes y los dio a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Los ministros de Dios nunca pueden llenar el corazón de la gente, a no ser que Cristo les llene antes las manos a ellos; y lo que Él da a sus discípulos, es lo que ellos deben dar a la multitud. Y así, aunque la multitud sea numerosa, habrá suficiente para todos y para cada uno.

4. El alimento se multiplicó milagrosamente. No hay mención de que Jesús pronunciase ninguna palabra para obrar el milagro; no la necesitaba. Tampoco se nos dice de qué forma se iba multiplicando el alimento, pero no cabe duda de que el milagro tuvo su lugar en las manos de Cristo, no en manos de los discípulos. Así también las gracias se incrementan al compartirlas, del mismo modo que la luz y el calor se aumentan en proporción al número de objetos que, al recibirlos, les sirven de combustible. Esta es la razón por la que hay una diferencia esencial entre comunión y participación; en la primera, todos disfrutan de algo que no disminuye con el número de los agraciados; en la segunda, cada uno toma una parte (=parti-cipa), cuyo volumen disminuye a medida que aumenta el número de los participantes (nótese el distinto vocablo para una y otra en 1Co 10:16 y 1Co 10:17 koinonía, en el v. Mat 14:16 metékhomen, en el Mat 14:17); por eso, la comunión es propia de las cosas espirituales, que aumentan en la medida en que se comparten con otros; mientras que la participación es propia de las cosas materiales, que disminuyen y se consumen con el uso.

VI. La satisfacción que los invitados experimentaron con este menú: Y comieron todos, y se quedaron satisfechos (v. Mat 14:20).

1. Todos tuvieron más que suficiente; quedaron satisfechos sin salir ahítos. Los que son alimentados por Cristo, siempre quedan satisfechos. Como había bastante para todos, todos comieron; como había suficiente para cada uno, se quedaron satisfechos; aunque había tan poco al principio, fue suficiente gracias al milagro, para que resultase tan satisfactorio como un banquete. La bendición de Dios hace que lo poco baste para muchos y dure por largo tiempo.

2. No sólo bastó, sino que sobró: Y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas, una cesta para cada apóstol, con lo que tendrían para comer durante varios días. Esto era para enseñarnos: (A) que la provisión que Cristo hace para los suyos no es pobre y escatimada, sino rica y abundante; (B) que la abundancia no debe contribuir al derroche, sino que la norma de la prosperidad es la economía, es decir, una buena administración. Es lamentable que miles y miles de personas arrojen a la basura o echen a perros y gatos lo que bastaría para satisfacer el hambre que mata a millones de personas, sin mencionar otros derroches, igualmente inhumanos; (C) que el mismo poder que multiplicó los panes y los peces es el que multiplica la semilla que se siembra en los campos, y de esa abundancia todos los hombres tienen derecho a participar. ¡Es obra de Dios para la humanidad!

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