Mateo 17:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. En esta porción vemos la patética descripción que, del caso de este muchacho, le hace su afligido padre a Jesús. Esto sucedió inmediatamente después de que bajasen del monte donde se había transfigurado Jesús. La gloria reciente no le hizo a Jesús olvidarse de nosotros, de nuestras miserias ni de nuestras necesidades. Este pobre hombre se acercó a Jesús importunándole con urgencia para que prestase ayuda a su hijo y se arrodilló ante Él para hacerle la petición. El sentimiento de la propia miseria es lo que lleva a muchos a ponerse de rodillas. El Señor desea que se luche con Él con este sentimiento de urgencia. De dos cosas se queja el padre del muchacho:

1. De los padecimientos de su hijo: Señor, ten compasión de mi hijo (v. Mat 17:15). Los buenos padres se sienten constreñidos a orar por sus hijos cuando éstos son débiles y no pueden orar por sí mismos, pero la ansiedad de los padres se duplica cuando los hijos son perversos y no quieren orar por sí mismos. (A) La naturaleza de la enfermedad de este muchacho era maligna: Es lunático y padece muchísimo. Un lunático (afectado por las fases de la luna) es alguien cuyo cerebro se destempla con las alternativas del tiempo o de otras diversas circunstancias. (B) Aquí, su condición se agravaba por la acción del demonio que le poseía y le producía los ataques epilépticos, durante los cuales caía en el fuego o en el agua como lugares más peligrosos. Cuando el demonio tomaba posesión de los cuerpos, solía producir las enfermedades que más afectan a la mente, porque así hacía mayor daño al alma. El padre, en su demanda recalca el efecto y dice: Es lunático. Pero Jesús, al curar al muchacho, ataca a la causa, que era el demonio. Lo mismo hace el Señor en los casos de dolencias espirituales.

2. De la decepción que había sufrido al presentar el caso a los discípulos del Señor: Lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar (v. Mat 17:16). Cristo había dado a sus discípulos poder para expulsar demonios (Mat 10:1-8), y en esto habían tenido éxito anteriormente (Luc 10:17); pero ahora fracasaban en la operación, aunque estaban juntos nueve de ellos. Es un honor para Jesús el que acudamos a Él a pedirle socorro en servicio de urgencia, cuando fracasan los demás equipos de socorrismo. A veces, Él seca las cisternas para que acudamos a la Fuente. El fracaso de los instrumentos no impide las operaciones de la soberana gracia de Dios; si no obra por medio de ellos, de alguna manera obrará sin ellos.

II. El reproche que lanzó Jesús.

1. Primero reprocha a todos los que estaban alrededor: ¡Oh generación incrédula y perversa! (v. Mat 17:17). Además de los no creyentes que había allí, aun los creyentes tenían poca fe. Cristo mismo no pudo hacer muchos milagros en lugares en que la incredulidad era la pauta general (Mar 6:5-6). A la falta de fe de esta generación se debía el que no obtuviesen de Dios estas bendiciones que, de no ser así, habrían recibido de Él, y a la debilidad de la fe de los discípulos debían estos el no poder hacer, para gloria de Dios, estas obras que, de tener mayor fe, habrían podido realizar. Dos cosas les echa en cara: (A) Su prolongada presencia entre ellos: ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? Como si dijese: ¿Hasta cuándo vais a necesitar mi presencia para llegar a una madurez en que se os pueda dejar solos? ¿Tendrá el niño que ser llevado siempre en brazos, sin que jamás eche a andar por su pie? (B) Su prolongada paciencia con ellos: ¿Hasta cuándo os he de soportar? La incredulidad y la perversidad de los que disfrutan en vano de los medios de gracia, causa gran tristeza al Señor Jesús. Es Dios-Hombre, y no mero hombre; de lo contrario, no aguantaría tanto ni por tanto tiempo.

2. Después cura al muchacho, dejándolo totalmente sano: Traédmelo acá. Aunque los que le rodeaban eran incrédulos, o tenían poca fe, Él no rehúsa sanar al muchacho. Cristo puede enojarse, pero no desentenderse de hacer el bien. Traédmelo a mí. Los demás han fracasado, pero Él no puede fracasar. En la curación de este muchacho, vemos como un emblema de su labor como Redentor:

(A) Quebranta el poder de Satanás: Le increpó Jesús, y el demonio salió de él (v. Mat 17:18). Haciendo salir al demonio, liberó al muchacho de la esclavitud de Satanás dando a los presos apertura de la cárcel (Isa 61:1), hacía lo contrario que el diablo, que a sus presos nunca abrió la cárcel (Isa 14:17, bajo el tipo del rey de Babilonia). ¡Qué consuelo para nosotros saber que Jesús tiene mayor autoridad y poder que el diablo! Ante el imperioso tono de la voz de Cristo, Satanás tiene que soltar su presa, aunque la haya poseído por largo tiempo; no puede resistir la voz de Jesús porque es la voz del Verbo, por el cual fueron creadas todas las cosas, incluido el mismo diablo (Jua 1:3; Col 1:16; Heb 1:2).

(B) Repara los perjuicios causados en los hijos de los hombres: Y quedó curado el muchacho desde aquel momento. Precisamente porque el Verbo hizo todas las cosas, puede repararlas a la perfección cuando se han echado a perder. En efecto, cuando una máquina complicada y rara se descompone, la única medida prudente es enviarla a la factoría donde fue fabricada. Por eso, la curación del muchacho no pudo ser más perfecta ni más rápida. Esto debe animar a los padres a llevar sus hijos a Cristo; no sólo en oración, sino también para que escuchen su Palabra, porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, cortante y penetrante, el mejor bisturí en manos del mejor cirujano. Cuando la Palabra de Cristo llega al corazón, la punta del bisturí produce la «compunción» (Hch 2:37); en ese mismo momento, se acaba allí el poder de Satán.

III. A propósito de esta curación, se entabla un diálogo entre Jesús y sus discípulos.

1. Los discípulos le preguntan: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? (v. Mat 17:19). Pero se lo preguntaron aparte. Mar 9:28 dice que eso tuvo lugar cuando entró en casa. Los ministros de Dios que tienen que hacer la obra del Señor en público, necesitan fomentar en privado la comunión con Él. Debemos hacer uso de la libertad que tenemos para acercarnos al trono de la gracia (Heb 4:16), donde podemos exponer a solas nuestros problemas al Señor. De este modo, las cosas que no han salido bien anteriormente pueden ser reparadas convenientemente.

2. Cristo les da dos razones por las que ellos han fracasado en el intento: (A) Por vuestra falta de fe (v. Mat 17:20). Cuando los discípulos estaban con el pueblo, Jesús culpó a todos, en general, de incredulidad; ahora que les habla a ellos a solas, les reprocha su falta de fe. Así que había falta en todos. Cuando la predicación de la Palabra de Dios no parece dar el resultado de otras veces, la gente se inclina a echar la culpa al predicador, y el predicador suele echársela a los oyentes; si ambas partes se dejasen escudriñar por el Señor (Sal 139:23-24), la reacción correcta de cada uno sería reconocer su propia falta y decir: la culpa es mía. La frase de Jesús no significa que los discípulos no creyesen en Él como Mesías, sino que les faltaba fe en el poder que Él mismo les había comunicado para echar demonios (Mat 10:8). Así que esta falta de fe puede darse en verdaderos creyentes, pero que son incapaces de hacer grandes cosas por faltarles la convicción que Pablo tenía cuando escribió Flp 4:13.

Nuestro Señor aprovecha esta ocasión para mostrar a sus discípulos el poder de esta fe: De cierto os digo, que si tenéis fe como un grano de mostaza, etc. Hay quienes aplican esto a la cualidad del grano de mostaza que, cuando se abre, muestra su fuerte sabor y su olor penetrante, su vitalidad. Pero Cristo se refiere más bien a la cantidad, como si dijese: Si vuestra fe en vez de faltaros, fuese tan pequeña como un grano de mostaza la menor de las semillas, os haría capaces de obrar maravillas. Quizá la ausencia del Maestro, junto con la de los tres principales Apóstoles, dio ocasión a que dudasen de su poder para efectuar la curación del muchacho. Bueno es desconfiar de nosotros y de nuestras propias fuerzas, pero es malo y ofensivo para el Señor desconfiar del poder que Él mismo nos ha prometido y garantizado.

Para mostrar que el poder de esa fe es ilimitado Jesús asegura que con un poco de esa fe, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible (v. Mat 17:20). Jesús señaló, con toda probabilidad, el monte en que antes se había transfigurado. Según Mar 9:23, ya le había dicho al padre del muchacho: Todo es posible para el que cree. No hay motivo para abandonar el sentido literal de estas expresiones, con tal de que se tenga en cuenta que la fe bíblica se funda en la revelación de la mente y de la voluntad de Dios. Por tanto, la remoción y traslado, por fe, de una montaña sólo será posible cuando Dios haya revelado que esa es Su voluntad.

(B) Por falta de oración (v. Mat 17:21). Aunque este versículo falta en los mejores MSS, es segura su lectura en Mar 9:29 (si bien la añadidura de «ayuno» carece en este, y otros lugares, de garantía suficiente). El Señor da a entender con sus palabras que, en la enfermedad que acababa de curar había algo que hacía la curación más difícil que de ordinario: Esta clase de demonios no sale sino con oración. El extraordinario poder de Satanás no debe debilitar nuestra fe, sino avivarnos a una mayor intensidad en su ejercicio y a un mayor fervor en la oración a Dios para que nos la aumente. Junto con la oración, hemos de procurar poner a nuestro cuerpo en servidumbre (1Co 9:27), para obtener sobre el diablo una victoria más señalada.

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