Mateo 21:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Por ahora, Jesús impone su autoridad en el Templo de Dios. ¿Qué hizo allí?

I. Echó de allí a todos los que vendían y compraban, etc. (vv. Mat 21:12-13). Antes de establecer la rectitud e imponer la ley, es preciso corregir los abusos. Por eso, vemos que lo primero que hace Jesús es purificar el Templo. Esto ya lo había hecho en otra ocasión (Jua 2:14-15). En esta ocasión, observemos:

1. Lo que hizo: Arrojar del Templo a los traficantes (v. Mat 21:12). Aunque se les eche del Templo, vuelven a anidar y traficar allí, venden, compran y cambian moneda. Hay cosas que, al ser legítimas en su tiempo y lugar, se tornan pecaminosas y sacrílegas fuera de tiempo y lugar. Vendían ganado para los sacrificios, no en el santuario mismo (naós), sino en los atrios (hierón), por conveniencia de aquellos que preferían llevar dinero a llevar ganado, pues esto último resultaba más incómodo, Y cambiaban moneda para los que necesitaban ofrecer la pieza precisa o medio shekel. Grandes corrupciones y abusos han entrado en las iglesias por medio de quienes suponen que la piedad es una fuente de ganancia (1Ti 6:5). Echó a los traficantes quizá con solo su voz de mando, como antes los había echado con un azote de cuerdas (Jua 2:15), lo cual sería ahora una muestra milagrosa de su regio poder sobre la mente y la voluntad de los seres humanos. Volcó las mesas de los cambistas; no se llevó el dinero, sino que lo arrojó al suelo, que es su propio lugar.

2. Lo que dijo para justificar su acción, y convencerles a ellos (v. Mat 21:13). Escrito está. La apelación a la Escritura es contundente, y a ella hemos de acudir como norma de nuestra conducta y base de nuestras controversias.

(A) Al citar la Escritura muestra lo que el Templo debía ser según el objeto para el que había sido construido: Mi casa será llamada casa de oración (Isa 56:7). Todas las instituciones ceremoniales estaban establecidas con fines espirituales, la casa de los sacrificios era, ante todo, casa de oración, ya que esto era lo sustancial; de ahí que el altar de los perfumes fuese de oro y estuviese cerca del velo tras el que se hallaba el Lugar Santísimo.

(B) Les muestra cómo abusaban del Templo al convertirlo en algo perverso: Mas vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones. Los mercados son a veces eso: cuevas de ladrones, por las muchas corrupciones que se practican en el comprar y vender, pero en el Templo son doblemente cuevas de ladrones, puesto que le roban a Dios el honor que le pertenece, lo cual es el peor de los robos.

II. Allí también, en el Templo, sanó a los ciegos y cojos que se acercaron a Él (v. Mat 21:14). Después de arrojar del Templo a los que vendían y compraban, invitó a los ciegos y cojos a estar allí. Bueno es llegarse al Templo cuando está Jesús allí, el cual así como se muestra celoso por el honor del Templo al arrojar de allí a los que lo están profanando, así también se muestra compasivo y generoso con los que humildemente le buscan. Los ciegos y los cojos eran excluidos del palacio de David, pero eran admitidos en la casa de Dios. El Templo quedaba profanado cuando era convertido en mercado, pero era honrado cuando era convertido en hospital, pues hacer el bien es lo que mejor le sienta a la casa de Dios. Las curaciones que Cristo llevaba a cabo eran la mejor respuesta a la pregunta de los habitantes de Jerusalén: ¿Quién es éste? Sus obras testificaban de Él mejor que los hosannas de la plebe.

III. Y en aquel mismo lugar silenció la indignación de los principales sacerdotes y de los escribas ante las aclamaciones que se le tributaban (vv. Mat 21:15-16). Quienes debían haberse adelantado a ofrecer sus respetos a Jesús, eran sus mayores y peores enemigos. Estaban muy molestos por las maravillas que Cristo estaba obrando. Si no les hubiesen cegado sus prejuicios, no habrían tenido obstáculo alguno para reconocerle como Mesías; y si hubiesen poseído un corazón recto y limpio, habrían estimado la misericordia con que actuaba; pero como estaban resueltos a oponerse a Él, le tenían envidia y odio por esas mismas cosas. Así que abiertamente se querellaron ante Él de los gritos de los muchachos, como si le tributasen un honor que no le era debido. Los orgullosos no toleran que se honre a nadie, sino a ellos mismos y se sienten incómodos al escuchar las alabanzas que se profieren en honor de quienes realmente se las merecen. Cuando Cristo es más glorificado, sus enemigos se sienten más ofendidos. Aquí le tenemos a Él, que sale en defensa de los muchachos contra los sacerdotes y los escribas (v. Mat 21:16).

1. Los muchachos estaban en el Templo. Cosa buena es traer a los niños y a los jóvenes a la casa de oración, porque de los tales (o de los que son como ellos) es el reino de los cielos. Si a los niños se les enseña la forma de la piedad, les ayudará a experimentar algún día la eficacia de la piedad. Cristo siente una especial ternura por los pequeños corderos de su rebaño.

2. Allí gritaban: ¡Hosanná al Hijo de David! (v. Mat 21:15), esto lo aprendieron de los mayores. Los niños hacen y dicen lo que oyen a otros y lo que les ven hacer, ya que la vía de la imitación es la más fácil de aprender porque no necesita traducción; al oír algo cada uno lo traduce a su propio «diccionario» (por eso, cada uno entiende de distinta manera lo que se oye o se lee), pero el gesto entra directamente en la persona y provoca su imitación; de ahí, la importancia de dar buen ejemplo a los niños y de evitarles los malos ejemplos. De los mayores aprenden los niños a jurar y blasfemar, lo mismo que a orar y alabar al Señor.

3. Nuestro Señor Jesucristo, no sólo lo permitió, sino que le agradó y citó una Escritura que en ello se cumplía (especialmente, en la versión de los LXX): De la boca de los pequeños y de los niños de pecho, te preparaste perfecta alabanza (Sal 8:2). En vez de sentirse avergonzado del servicio que le prestan estos niños, Cristo toma buena nota de ello (y a los niños les agrada que se les preste atención) y se complace en ellos. La alabanza queda perfeccionada en la boca de los niños, no sólo porque los niños suelen ser más sinceros que los mayores en esto, sino porque sin la alabanza de los niños, la alabanza que los seres humanos tributan a Dios, quedaría imperfecta y defectuosa; esto debe servir para animar a los niños a practicarla, y para animar a los mayores a enseñarles, con el ejemplo y con la palabra, a hacerlo. La cita del Sal 8:2 dice en el hebreo: Por boca de los niños y de los que maman afirmas tu fortaleza frente a tus adversarios. Dios es especialmente honrado y glorificado cuando se hacen grandes cosas por medio de instrumentos débiles e ineptos, porque Su poder se perfecciona en la debilidad (2Co 12:9). Después de hacer callar a sacerdotes y escribas Cristo los dejó (v. Mat 21:17). Si no nos agradan las alabanzas a Cristo, le estamos alejando de nosotros. Los dejó y salió fuera de la ciudad, a Betania, que era un lugar más tranquilo y retirado, no tanto para descansar sin molestias como para orar sin estorbos.

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