Mateo 21:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. De madrugada, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre (v. Mat 21:18). Mateo da la impresión de que Jesús hizo lo que aquí se nos narra al día siguiente, pero Mar 11:12-14; Mar 11:19-25 precisa mejor la cronología. Recordemos que el Evangelio de Mateo no sigue cronológicamente todos los incidentes, sino que suele agruparlos temáticamente. Como hombre igual a nosotros, excepto en el pecado, tuvo hambre, pues estaba sometido a las debilidades de nuestra naturaleza. Además era pobre, y no tenía a mano la provisión necesaria, ni el dinero para proporcionársela.

II. Pero Cristo tomó ocasión del hambre que padecía, para obrar el milagro que se nos refiere a continuación, con el cual nos daba un ejemplo de su poder y, en lo que la higuera significaba, de su justicia también.

1. Véase su justicia (v. Mat 21:19). Se fue hacia la higuera, y esperaba hallar en ella fruto, puesto que tenía hojas, y consta por los expertos que, a principios de abril, había especies en Palestina que dan higos juntamente con las hojas. Al no encontrar el fruto deseado, Cristo la sentenció a perpetua esterilidad. Todos los milagros que Cristo había llevado a cabo hasta entonces para bien de los hombres, demostraban el poder de su gracia y de su bendición. Ahora, al fin, daba un ejemplo del poder de su ira y de su maldición; pero eso no lo hizo a ningún ser humano, sino a un árbol inanimado que servía de símbolo del pueblo judío, especialmente de los hipócritas, pues el árbol con sus hojas ya salidas, daba impresión de llevar también fruto pero no lo llevaba. Con esto nos enseñaba Jesús:

(A) Que es de esperar que los que llevan hojas, lleven también fruto, pues Cristo busca eficacia de piedad donde existe la forma de ella.

(B) Que la justa expectación de Cristo en relación a iglesias o profesantes «florecientes», se ve muchas veces frustrada y decepcionada. Hay muchos que tienen nombre de que viven, y están muertos (Apo 3:1); junto a una ortodoxia «impecable», una ausencia absoluta de amor a Cristo y a los hermanos.

(C) El pecado de esterilidad es justamente castigado con la maldición y plaga de esterilidad: Nunca jamás nazca de ti fruto (v. Mat 21:19). Así como la primera bendición (y mandato) de Dios al hombre fue: Fructificad y multiplicaos (Gén 1:28), así también la maldición más triste es la de la esterilidad. Y como la Ley era estéril de por sí para que el hombre diese fruto (Rom 3:20), por eso, la última palabra del Antiguo Testamento es maldición (o maldición completa; Mal 4:6), mientras que el Nuevo termina con una bendición (Apo 22:21).

(D) Una profesión hipócrita de la fe cristiana suele marchitarse pronto en este mundo; la higuera que no da fruto a su tiempo, pronto pierde también sus hojas. Los hipócritas pueden aparecer como fieles por algún tiempo (Luc 8:13. También podría traducirse: conforme a la sazón: es decir, por oportunismo), pero, con el tiempo («en el tiempo de la prueba»), pronto se marchita su profesión, así como sus aparentes dones y gracias, y a todos queda manifiesta su falsedad. Este era precisamente el estado en que se encontraba entonces la nación de los judíos: no daban el fruto que de ellos se esperaba, y así decepcionaron a Jesús. Los suyos no le recibieron (Jua 1:11). Vino a ellos, vivió entre ellos, obró milagros e hizo el bien, y esperó una respuesta satisfactoria del común de la gente, y especialmente de los líderes; pero su expectación quedó frustrada, pues sólo halló las hojas de su formalismo sin espíritu. Por ello, quedaron sentenciados a la esterilidad, excepto los particulares que creyeron en Jesús. Fueron de mal en peor; la ceguera y el endurecimiento les sobrevinieron rápidamente: Y al instante se secó la higuera (v. Mat 21:19), especialmente cuando, al haber rechazado el agua viva de la gracia (Jua 7:37-39), pidieron que cayese sobre ellos y sus hijos la sangre de Jesús (Mat 27:25).

2. Véase su poder: Al ver esto los discípulos, decían asombrados: Cómo es que se secó en seguida la higuera? (v. Mat 21:20). Se admiraron del efecto de la maldición de Jesús, al ver con asombro la rapidez con que se había secado la higuera. De este hecho, tomó Cristo ocasión para hablarles del poder de la fe (vv. Mat 21:21-22). Veamos cómo se describen:

(A) La naturaleza de esta fe poderosa: Si tenéis fe, y no dudáis (v. Mat 21:21; comp. Stg 1:6). El dudar de la promesa y del poder de Dios es el gran estorbo que echa a perder la eficacia y el éxito de la fe. Toda persona sincera y poderosa se siente ofendida cuando se duda de su palabra o de su poder para auxiliar a un necesitado que pide ayuda. Tan ciertos como son el poder y la promesa de Dios, ha de ser la fe del que pide.

(B) La eficacia y la extensión de este poder de la fe: No sólo haréis esto de la higuera, sino que si decís a este monte: Quítate de ahí y échate en el mar, será hecho (v. Mat 21:21. Véase también lo dicho sobre Mat 17:20). Esto es una expresión proverbial, que da a entender que para Dios no hay nada imposible, y así hemos de creerlo; por tanto, lo que Él ha prometido, ciertamente se llevará a cabo, aunque a nosotros nos parezca imposible.

(C) Los modos y medios de ejercitar esta fe: Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis (v. Mat 21:22). La fe es como el alma; la oración, el cuerpo; juntos, hacen un ser completo para cualquier servicio. La fe, si es sincera, estimulará la oración; y la oración no será sincera si no brota de la fe. La condición, pues, para recibir es orar creyendo; así no serán negadas las peticiones de la oración, ni quedarán frustradas las expectaciones de la fe. No hay más que pedir, y ya lo tienes; no hay más que creer, y ya lo recibes, ¿qué más quieres?

(D) Obsérvese la extensión de la promesa: Todo lo que pidáis. Todo, en general; lo que, descendiendo a lo particular. Tal es la necedad de nuestra falta de fe, que, aun cuando creemos en general las promesas de Dios, parece que no les prestamos entera confianza cuando llega el caso particular. Es como si una voz nos susurrara al oído: ¡Eso no tiene aplicación a tu caso! ¡Hoy no hace Dios tales milagros! No es extraño que Cristo vuelva a enseñar esta verdad (v. Mat 17:20), precisamente por la importancia que tiene. Arquímedes dijo en cierta ocasión: «Dadme un punto de apoyo y removeré el orbe de la tierra». Nosotros tenemos lo que nadie pudo dar a Arquímedes: el punto de apoyo de una oración con fe, a la que nada se resiste (v. el comentario a Éxo 32:11-14).

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