Mateo 21:28 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Así como Jesús instruía a sus discípulos por medio de parábolas, también redargüía, a veces, a sus adversarios por medio de parábolas, pues éstas sirven para introducir más hondo el reproche, y hacer que las personas estén mejor dispuestas a reprocharse a sí mismas (comp. 2Sa 12:1-13). Éste es el propósito de Cristo en esta ocasión, como se ve por sus primeras palabras: ¿Qué os parece? (v. Mat 21:28). Consideremos aquí:

I. La parábola misma, que presenta dos clases de personas: una que demuestra ser mejor que lo que prometía; otra que promete más de lo que demostró ser después.

1. Los dos eran hijos del mismo padre. Hay favores y beneficios que se reciben por igual de él, como hay obligaciones bajo las cuales se está de igual modo con respecto a él. Sin embargo, en iguales circunstancias, ¡qué grande es la diferencia de caracteres en los seres humanos!

2. A los dos se les dio la misma orden: Hijo, ve a trabajar hoy en mi viña. Dios envía a sus hijos a trabajar, aunque sean sus herederos. (A) Las tareas religiosas, a cuyo desempeño somos llamados, es como un trabajo de viñador: acreditado, provechoso y placentero. Por el pecado de Adán, nos vemos obligados a trabajar con sudor el terruño, y a comer las hierbas del campo (Gén 3:18), pero por la gracia del Señor Jesucristo, somos llamados de nuevo a trabajar en su viña. (B) El llamamiento del Evangelio para trabajar en su viña requiere obediencia pronta: Hijo, ve a trabajar hoy. No hemos sido enviados al mundo para estarnos de brazos cruzados, ni se nos ha dado la luz del día para estar jugando. (C) La exhortación se nos dirige como a hijos. Es el mandato de un Padre, lo que incluye juntamente autoridad y cariño; un Padre que se complace en el Hijo que le sirve con toda fidelidad (Jua 4:34).

3. La conducta de uno y otro fue muy diferente. Uno de los hijos obró mejor que lo que dijo; el otro dijo mejor que lo que obró.

(A) La respuesta del primer hijo fue descortés y mala: No quiero (v. Mat 21:29). Malas son las excusas, pero las negativas directas son peores; y éstas son las negativas que el Evangelio halla con frecuencia en muchos. Algunos prefieren la comodidad propia y tienen el corazón tan apegado a sus propios intereses del mundo que no están dispuestos a trabajar en la viña del Señor. A quiénes se refiere inmediatamente el Señor aquí, se da a entender por el contexto posterior (vv. Mat 21:31-32). Pero, afortunadamente, este hijo cambió de mentalidad y fue a trabajar: Pero, después, arrepentido, fue. La palabra que hay aquí para arrepentido no es metanoesas = cambiando de mentalidad, sino metamelethéis = cambiando de interés, lo cual, por supuesto, presupone un «cambio de mentalidad» y va más adelante: se interesó en ir a trabajar. Mejor tarde que nunca. Tan pronto como se arrepintió, fue, y mostró así frutos dignos de arrepentimiento (Mat 3:8). La única evidencia de que estamos realmente arrepentidos de nuestra anterior resistencia al Evangelio, es obedecer de inmediato y ponernos a trabajar por el Evangelio; así quedará perdonado lo pasado, y todo quedará bien. Nuestro Dios está siempre dispuesto a conferir sus gracias y, por muchas que hayan sido nuestras necias rebeliones, tan pronto como nos arrepentimos, nos acepta favorablemente, y nos llena de tantas bendiciones, que pronto nos percatamos de que el nuestro ha sido un arrepentimiento del que no hay que tener pesar (2Co 7:10).

(B) La respuesta del otro hijo no pudo ser mejor: Sí, Señor, voy. Este le da a su padre un título respetuoso: Señor; y profesa una obediencia pronta; no dice: «Ya iré luego», sino: «Yo estoy listo para ir ahora mismo» (el original calla el voy, y enfatiza el yo); como si dijese: Puedes confiar en mí para ese trabajo. Pero no fue; faltó vergonzosamente a su palabra. Hay muchos que tienen los labios llenos de amor y servicio, pero su corazón va por el lado contrario (comp. 1Jn 3:18). Capullos y flores no son todavía fruto.

II. Tras la exposición de la parábola, Cristo pregunta: ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? (v. Mat 21:31). Los dos tenían pecado; el uno fue áspero y rudo; el otro resultó falso. Pero la pregunta tiende a establecer el verdadero carácter de cada uno. Así que la respuesta era fácil: El primero, porque sus acciones fueron mejores que sus palabras y, sobre todo, porque el final bueno fue un correctivo evidente del mal comienzo. El tenor de toda la Escritura nos da a entender que todo el que se arrepiente de su conducta mala anterior, es acepto a Dios (v. Eze 33:14-16).

III. Con su propia respuesta quedaron condenados los interlocutores: los principales sacerdotes y los fariseos (v. Mat 21:45). A éstos se dirige Jesús, y les asegura que los pecadores (publicanos y rameras) que creyeron a Juan, después de haber resistido al llamamiento de Dios, se arrepintieron y creyeron, mientras que ellos, los sacerdotes y fariseos, despreciaron a Juan, y no se arrepintieron para creerle (vv. Mat 21:31-32). En la aplicación que Cristo hace de la parábola observemos:

1. Cómo demuestra que el bautismo de Juan era del Cielo, no de los hombres, pues viene a decirles: «¿No lo sabéis? (v. Mat 21:27); pues, podíais saberlo»:

(A) Por el objetivo de su ministerio: Vino a vosotros Juan en camino de justicia. Recordad la norma que sirve de piedra de toque: Por sus frutos los conoceréis (Mat 7:16); por los frutos de sus doctrinas, y por los frutos de sus conductas. Ahora bien, era evidente que Juan había venido en camino de justicia; es decir, predicaba y practicaba la justicia, que consiste en ajustarse a la voluntad de Dios en cada momento (Mat 3:15; Rom 12:2). Juan predicó el arrepentimiento y obró con justicia, arrostrando todos los riesgos que ello comportaba.

(B) Por el feliz resultado de su ministerio: Los publicanos y las rameras le creyeron (v. Mat 21:32). Si no hubiera sido Dios quien envió a Juan el Bautista, no habría coronado con tal éxito el trabajo de su ministerio. El provecho de la congregación es el mejor testimonio del llamamiento divino y del fiel desempeño del ministerio pastoral.

2. Cómo les reprocha el desprecio que habían mostrado hacia el bautismo de Juan. A fin de avergonzarles por ello, les pone delante la fe, el arrepentimiento y la obediencia de los publicanos y de las rameras, lo cual agrava la incredulidad y la impenitencia de ellos.

(A) Los publicanos y las rameras eran como el primer hijo de la parábola; poco podía esperarse de ellos en cuanto a religión. Prometían poco, y quienes les conocían, esperaban poco de ellos. Sin embargo, muchos de ellos vinieron al arrepentimiento y a la fe por medio del ministerio de Juan.

(B) Los sacerdotes, escribas y fariseos, y los ancianos del pueblo, y la nación judía en general, eran como el otro hijo que dio, sí, buenas palabras, pero sin fruto. Es mucho más difícil convencer a un hipócrita que al peor de los criminales. Dos cosas agravaban el pecado de los escribas y fariseos, etc. (a) El que Juan fuese una persona tan excelente. Cuanto mejores son los medios por los que se nos ofrece la gracia de Dios, tanto más severa será la cuenta que Dios nos tome al final, si no nos arrepentimos. (b) Que, después de ver a los publicanos y a las rameras ir por delante de ellos al reino de Dios, no se arrepintieron después para creer. El orgullo, la codicia, la envidia, no les permitieron buscar a Dios por el camino de justicia que Él les señalaba.

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