Mateo 22:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Mateo 22:23 | Comentario Bíblico Online

Discusión que Cristo mantuvo con los saduceos acerca de la resurrección. Tan pronto como le dejaron los fariseos, le asaltaron los saduceos. Como decía un predicador contemporáneo, después del ataque de las derechas, viene el ataque de las izquierdas.

I. Oposición de los saduceos a una de las grandes verdades de nuestra fe: Dicen que no hay resurrección (v. Mat 22:23). Por ello, eran gravemente censurados por los escritores de su propio país, como gente baja y de viciadas costumbres. Eran los menos numerosos entre los grupos de su tiempo, pero generalmente pertenecían a la clase alta de la sociedad. Sostenían que no había otra vida que ésta, siendo aniquilada el alma, cuando muere el cuerpo; también sostenían que no existe ningún espíritu, excepto Dios (Hch 23:8). Notemos una vez más que los fariseos y los saduceos eran enemigos entre sí, pero se aliaban en contra de Cristo.

II. Objeción que presentaron a Jesús contra dicha verdad; estaba basada en el caso supuesto de una mujer que había tenido sucesivamente siete maridos. Dan por supuesto, según la creencia de los fariseos, que, de existir otra vida después de la resurrección, estarían vigentes en ella las mismas condiciones que en la presente; y al ser esto así, resultaría absurdo el caso de esta mujer, porque, o tendría siete maridos a la vez, o hallaría una tremenda dificultad en escoger uno de ellos, ya fuese el primero (según la cábala judía), ya el último que la tuvo, ya el que ella amó más, o el que vivió más tiempo con ella.

1. Para dar base legal a este caso, citan (v. Mat 22:24) la llamada ley del levirato (del latín levir = cuñado. v. Deu 25:5), según la cual el pariente más próximo debía casarse con la viuda del que había muerto sin descendencia. Era una ley destinada a preservar la distinción de familias con sus correspondientes heredades.

2. El caso era un caso supuesto, sin duda, no real, pues en tiempo de Jesús la práctica se observaba muy raras veces. Ahora bien, el caso supone:

(A) La devastación que, a veces, causa la muerte en una familia, pues barre en poco tiempo a toda una serie de hermanos o hermanas.

(B) La obediencia de estos hermanos a la ley del levirato. A medida que iban muriendo, podemos decir que cada uno que seguía necesitaba demasiado coraje para casarse con la viuda, pero también es verdad que mostraba una rectitud más firme al tomar a pecho la obediencia de la ley de Dios.

(C) Y después de todos, murió también la mujer (v. Mat 22:27). La supervivencia es meramente como la suspensión temporal de una pena. La copa amarga de la muerte pasa de boca en boca y, tarde o temprano, todo ser humano tiene que brindar con ella.

3. A base de este caso, le proponen una duda: «En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? (v. Mat 22:28). No podrá decir de cuál. Luego, no hay resurrección». Quizás la forma grosera en que los fariseos se imaginaban la vida futura, había inclinado a los saduceos a negar en redondo la verdad misma de la resurrección. Mientras que los herejes niegan la verdad, los supersticiosos en religión les dan pie a los primeros para negarla. Si la verdad brillase siempre en su propia y clara luz, brillaría también su fuerza eficaz para convencer.

III. Respuesta de Jesús a esta objeción.

1. Les reprocha primero su ignorancia: Estáis en un error (v. Mat 22:29). Están en grave error, a juicio de Cristo, quienes niegan la resurrección a una vida futura. Cristo les reprende con sabiduría y con mansedumbre y (por la razón que fuese) con menos aspereza que la que solía emplear contra los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo. Estáis en un error por no saber las Escrituras ni el poder de Dios. La ignorancia es causa del error; quienes están a oscuras, equivocan el camino. Es cierto que, al presente, desconocemos muchos detalles acerca de la forma de la resurrección pues no se ha manifestado todavía lo que hemos de ser (1Jn 3:2), pero, gracias a Dios, sabemos que la resurrección futura es un hecho. No conocían el poder de Dios, para quien es tan fácil resucitar como crear. La ignorancia, la falta de fe, o la poca fe, acerca del poder de Dios, está en la base de muchos errores entre ellos éste de negar la resurrección de los muertos. Cuando leemos acerca de la existencia del alma y de sus facultades activas durante el estado de separación del cuerpo, estamos inclinados a preguntar: ¿Cómo puede ser eso? (Jua 3:9); si el hombre muere, ¿volverá a vivir? (Job 14:14). Los hombres vanos y orgullosos, al no acertar a comprender el cómo, se atreven, sin más, a negar el qué. Por consiguiente, una verdad primordial a la que debemos adherirnos firmemente es la omnipotencia de Dios, que puede hacer todo cuanto quiere; así no quedará lugar para dudar si llevará o no a cabo lo que ha prometido. No conocían las Escrituras, las cuales afirman categóricamente la resurrección y el estado futuro, así como la inmortalidad del alma y, por tanto, la existencia de otra vida después de ésta. Cristo resucitó conforme a las Escrituras, y nosotros resucitaremos también, conforme a las mismas Escrituras (1Co 15:4, 1Co 15:12.). La ignorancia de las Escrituras es fuente de muchos errores y males.

2. Les rectifica su equivocación, y les corrige las ideas groseras que abrigaban acerca de una resurrección según el concepto de los fariseos (v. Mat 22:30). No será un estado como el presente: En la resurrección no se casan (ellos) ni son dadas en matrimonio (ellas), sino etc. (v. Mat 22:30). En el estado presente, el matrimonio es necesario para ayuda mutua y procreación de descendencia que prolongue la existencia de la raza humana, pero en la resurrección no tiene razón de ser, porque, en el cielo, así como no habrá muertes (Apo 21:4), no habrá necesidad de nacimientos. Sino que son como los ángeles de Dios en el cielo. Nótese que no dice que seremos ángeles, sino como los ángeles en este aspecto de volver a formar matrimonio como ahora. Ni aquí ni en ningún otro lugar de la Biblia se nos dice que en el cielo hayan de desaparecer los afectos legítimos ni el mutuo amor y conocimiento de los creyentes, puesto que la Iglesia desposada con Cristo a perpetuidad es esencialmente una comunión fraternal (purificada y perfecta en la gloria), y esta comunión no tendría sentido si no pudiésemos reconocernos allí. Cuando se acabe el tiempo, Cristo pondrá a los pies del Padre el reino mesiánico, para someterse como hombre a la sola autoridad de Dios, pero no se despojará ni de su humanidad ni de su condición de Esposo de la Iglesia (v. el comentario a 1Co 15:23-28).

IV. El argumento de Cristo para confirmar esta gran verdad. Al ser un tema de tanta importancia, no se contentó con descubrir la falacia sofística de la objeción, sino que respaldó la verdad con un argumento sólido.

1. Este argumento lo sacó de la Escritura: ¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo etc. (v. Mat 22:31). Lo que dice la Escritura lo dice Dios mismo, como se ve claramente en muchas citas en las que se atribuyen a Dios frases que no dijo Él personalmente. Y lo que fue dicho directamente a Moisés, fue dicho también a nosotros; por eso, nos concierne y nos es preciso leer y oír lo que Dios ha dicho, porque lo ha dicho para nosotros. Los últimos profetas tuvieron de la vida futura pruebas más claras y expresas que las de la Ley (v. por ej. Dan 12:13), porque el foco de la revelación se ensanchaba y clarificaba a medida que el pueblo judío, después del exilio, había aprendido a ver más allá de la tumba y a no conectar la prosperidad material con la rectitud personal (Mat 5:45; para todos llueve y para todos sale el sol). Sin embargo, Jesús encuentra un argumento a favor de la resurrección incluso en los escritos de Moisés. Esto nos muestra que hay muchos tesoros en la Biblia que necesitan una labor de profundidad para ser excavados (v. Job 19:23-27, donde la esperanza de la resurrección aparece en el libro más antiguo de la Biblia); son como el agua de hondura de Jua 4:11.

2. El argumento es el siguiente: Yo soy el Dios de Abraham etc. (v. Mat 22:32). No era una prueba explícita y, sin embargo, tenía fuerza de argumento contundente. Las consecuencias que se derivan de la Escritura, si es correcta la derivación, deben recibirse como Escritura, pues la Biblia ha sido escrita para personas que tienen uso de razón y pueden comprender lo equivalente que está implícito en sus proposiciones gramaticales. Ahora bien, el hilo del argumento tiende a probar:

(A) Que hay un estado futuro, otra vida después de ésta. Esto lo prueba Jesús por la siguiente frase de Dios: Yo soy el Dios de Abraham, etc. ¡Qué privilegio y qué felicidad tan grande es que Dios sea el Dios de uno! ¡Poder decir: «El Dios omnipotente es mi Dios»! El Dios de Israel era el Dios para Israel, su Bienhechor espiritual y todo-suficiente, un Dios infinito y eterno. El supremo Bien será un perpetuo Bien para los beneficiarios de Su pacto. Es manifiesto que estos hombres buenos (Abraham, Isaac y Jacob) no gozaron en esta vida de una felicidad tan continua y extraordinaria como para que pueda pensarse que se cumplió aquí una expresión tan fuerte como la que Dios pronunció en las palabras que dirigió a Moisés. Estuvieron como extranjeros en la Tierra Prometida; no tuvieron más terreno de su propiedad que un sepulcro, etc. Todo ello les hizo aspirar a ser ciudadanos de otra Patria después de la tumba (Heb 11:13-16), pues en cuanto a la vida presente, estaban en condiciones inferiores a las de sus vecinos que no tenían ningún pacto con el Dios verdadero. ¿Qué había en este mundo que les distinguiera de otras gentes ni en una pizca en proporción con la dignidad y excelencia de este pacto? Por consiguiente debe haber con toda seguridad un estado futuro en el que, así como Dios vivirá siempre para recompensar eternamente, así también Abraham, Isaac y Jacob vivirán siempre para ser eternamente recompensados.

(B) Que el alma es inmortal, y el cuerpo resucitará un día para unirse con el alma; si se admite la razón anterior, eso último se sigue como necesaria consecuencia; pero el argumento cobra una nueva fuerza si consideramos el tiempo en que dijo Dios la frase citada. Se la dijo a Moisés cuando lo de la zarza ardiendo, mucho después de la muerte y sepultura de Abraham, Isaac y Jacob. Sin embargo, Dios no dice: Yo era, o Yo he sido, sino: Yo soy el Dios de Abraham, etc. Ahora bien, Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos concluye Jesús . Lo cual prueba la inmortalidad del alma en un estado, no de sueño, sino de felicidad consciente (comp. 2Co 5:6-8); y esto, a su vez, comporta la resurrección del cuerpo, para que la persona obtenga una felicidad integral.

Finalmente, tenemos el resultado de esta discusión. Los saduceos fueron reducidos al silencio (v. Mat 22:34) y, por consiguiente, avergonzados. Pero la gente se admiraba de su doctrina (v. Mat 22:33), primero, porque era nueva para ellos; tenían escribas incompetentes, de lo contrario, esta doctrina no les habría sonado a nueva; segundo, porque era una doctrina consoladora. Con frecuencia, la verdad cobra nuevo esplendor y produce mayor admiración cuando ha sido ocultada o negada.

Mateo 22:23 explicación
Mateo 22:23 reflexión para meditar
Mateo 22:23 resumen corto para entender
Mateo 22:23 explicación teológica para estudiar
Mateo 22:23 resumen para niños
Mateo 22:23 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí