Mateo 26:47 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora se nos refiere cómo nuestro bendito Maestro fue arrestado y puesto en prisión; esto sucedió tan inmediatamente después de Su agonía, que no hubo espacio alguno de tiempo por medio: Mientras todavía hablaba … (v. Mat 26:47), como no hubo intervalo alguno de reposo para Él desde el principio hasta el fin de Su Pasión.

Al venir primero a lo de su arresto, consideremos:

I. Quiénes eran las personas encargadas de llevarlo a cabo. Aquí estaba Judas, uno de los doce a la cabeza de aquella infame guardia: actuó como guía de los que prendieron a Jesús (Hch 1:16). Sin ayuda de él, no le habrían podido hallar en aquel lugar de retiro. Con Judas, iba mucha gente; esta muchedumbre estaba compuesta, por una parte, de un destacamento de guardias, los cuales eran de los gentiles, pecadores, como Cristo los llama (v. Mat 26:45). El resto eran criados y oficiales del sumo sacerdote: éstos eran judíos; aunque eran opuestos los unos a los otros, todos ellos estaban de acuerdo en ir contra Cristo.

II. Cómo iban armados para este negocio.

1. Con qué clase de armas venían armados: con espadas y palos. No eran tropas regulares, sino una banda de facciosos. Pero ¿a qué tanto aparato? al haber llegado la hora de entregarse Él mismo, toda esta exhibición de fuerza era innecesaria. Cuando un carnicero se va al rebaño a tomar un cordero para el matadero ¿acaso reúne un ejército para venir bien armado? Evidentemente no. Con todo, para arrestar al Cordero de Dios se hace tal despliegue de fuerzas.

2. Con qué autorización venían de esta guisa: De parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Como con persona no grata al Sanedrín, era esta corporación la que tomaba cartas en el asunto. Pilato, el gobernador, no lo había autorizado. Precisamente las personas que profesaban la religión y presidían sobre los asuntos espirituales, fueron las más activas en esta prosecución y los más acerbos enemigos que Cristo tenía. Bien lo descubrió Pilato cuando dijo: Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí (Jua 18:35).

III. La manera como lo hicieron, y lo que pasó entonces.

1. Cómo lo traicionó Judas; cumplió con su cometido con toda eficiencia, y su resolución en tamaña perversidad debería servirnos de vergüenza a nosotros que tantas veces fracasamos en hacer el bien con la misma efectividad.

(A) Las instrucciones que dio a los soldados: Les había dado una contraseña (v. Mat 26:48), no fuera que, en lugar de apresar a Jesús, arrestasen a uno de Sus discípulos: Ese es. Y, que cuando le tuviesen en sus manos, no le soltasen: Prendedle; porque, a veces, se había escapado de quienes pensaban tenerlo en sus manos (v. Luc 4:30). Más aún, Judas, con un beso, no sólo intentaba identificarle, sino también entretenerle para que los que venían con él pudieran prenderle con toda seguridad.

(B) El paradójico cumplido que hizo Judas a su Maestro: Se acercó a Él; de seguro que al llegar a mirarle el rostro de cerca o habrá de quedar despavorido ante Su majestad, o encantado con Su belleza, pero ¿se atreverá a traicionarle en Su presencia y ante Sus ojos tan cercanos? Pedro negó a Cristo, pero cuando el Señor se volvió y le miró, se enterneció al instante; pero Judas se llega hasta el propio rostro del Maestro, y le traiciona, diciendo: ¡Salve Maestro! Y le besó ostentosamente (v. Mat 26:49). El beso es señal de amistad y deferencia. Pero Judas, al quebrantar todas las normas del amor y del deber, profanó esta señal para que sirviese a sus malvados propósitos.

(C) La forma en que respondió el Señor (v. Mat 26:50). Le llamó amigo; literalmente, compañero, que significa el que come pan con otro. Con esto nos enseña a sobrellevar la amargura bajo las mayores provocaciones. Y lo llama amigo misteriosamente, ya que, en esto, favorecía el plan de Dios de salvarnos mediante la Cruz, mientras que a Pedro le llamó Satanás, porque le aconsejaba que se apartase de la Cruz (Mat 16:23). Dice Jesús a Judas: «¿A qué vienes? ¿Vienes en son de paz, Judas? Explícate; si vienes como enemigo, ¿qué significa este beso?; si como amigo, ¿a qué vienen esas espadas y esos palos? ¿Todavía no te queda una pizca de vergüenza para desaparecer de mi vista, como podrías haberlo hecho, aunque hubieses notificado a tus acompañantes el lugar donde yo estaba?» O, según el original, ¡Haz aquello a lo que has venido! (comp. con Jua 13:27).

2. Cómo los guardias y soldados echaron mano de Él: Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron; le hicieron prisionero. Podemos imaginar la rudeza y crueldad de las manos que aquella bárbara multitud echaron a Jesús; y es probable que lo hicieran con mayor violencia, por cuanto se habían visto frustrados antes cuando intentaron en otra ocasión echarle mano. Pero no habrían podido echarle mano, si Él mismo no se hubiera rendido, puesto que había sido entregado por el determinado designio y previo conocimiento de Dios (Hch 2:23).

Nuestro Señor Jesús fue hecho prisionero, porque quería en todas las cosas ser tratado como un malhechor, castigado por nuestros crímenes. Fue preso para ponernos en libertad; por eso dijo: Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos (Jua 18:8). Y únicamente son libres los que Él hace libres (Jua 8:36).

3. Cómo Pedro luchó por Cristo y hubo de ser frenado en su empeño. Aquí leemos que fue uno de los que estaban con Jesús pero en Jua 18:10 se puntualiza que fue Pedro quien se señaló en esta ocasión.

(A) La precipitación de Pedro: Sacó su espada (v. Mat 26:51). Entre todos ellos, tenían sólo dos espadas (Luc 22:38), y parece ser que una de ellas estaba en poder de Pedro, y a él le pareció que éste era el momento de esgrimirla. Pero todo lo que consiguió fue cortarle una oreja al siervo del sumo sacerdote. Es probable que intentase clavársela en la cabeza, pero falló el golpe. Pedro había hablado mucho de lo que estaba dispuesto a hacer por su Maestro, aunque tuviera que morir por Él (v. Mat 26:35); y ahora quería hacer buena su palabra al arriesgar su vida para rescatar a su Maestro. Tenía gran celo por Jesús, por Su honor y seguridad; pero no era según el perfecto conocimiento (comp. con Rom 10:2). No obraba guiado por la discreción ni tenía autorización para obrar así. Antes de sacar la espada, es preciso, no sólo que la causa sea buena, sino que el llamamiento sea claro. Por su indiscreción, se expuso a sí mismo y expuso a sus compañeros al furor de la multitud, porque ¿qué podían hacer con dos espadas contra una banda de hombres armados?

(B) La reprensión que le echó el Señor: Vuelve tu espada a su lugar (v. Mat 26:52). Manda a Pedro que envaine la espada, pero no le riñe por lo que acaba de hacer, puesto que lo había hecho con buena intención, aunque sí le detiene el brazo. El objetivo de Cristo en este mundo era pacificar; así como había prohibido a Sus discípulos la espada de la justicia (v. Mat 20:25-26), ahora les prohíbe la espada de la guerra. Tres razones le da Cristo a Pedro de esta reprimenda:

(a) Sacar la espada constituía un peligro para Pedro y para sus compañeros: Todos los que empuñen espada, a espada perecerán; los que usan la violencia se hacen objeto de violencia; y los hombres apresuran y aumentan sus peligros al usar métodos sangrientos de autodefensa. Grocio da otra razón, e interpreta las palabras de Cristo como una velada alusión, no a Pedro, sino a los guardias y soldados que venían con espadas contra Cristo, de que habrían de perecer a espada, pues no pasó mucho tiempo hasta que las espadas romanas vinieron a destruir el lugar y la nación ya que ellos habían usado la espada romana para arrestar a Cristo.

(b) No había ninguna necesidad de que sacara la espada en defensa de su Maestro, porque si éste lo hubiese tenido a bien podía haber rogado al Padre para que pusiera a Su disposición más de doce legiones de ángeles (v. Mat 26:53). No necesitaba Jesús las manos de Pedro para defenderse, si eso hubiese entrado en los planes de Dios. Jesús no necesita de nuestros servicios para cumplir Sus propósitos. No se rinde por falta de fuerzas, sino porque esa es la voluntad del Padre. Aunque fue crucificado en debilidad fue una debilidad voluntariamente asumida. Se sometió a la muerte, no por falta de poder, sino por exceso de amor. Aquí nos enseña Jesús:

Primero, el gran interés que tenía en Su Padre: Puedo ahora rogar a mi Padre, y Él pondrá a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Gran consuelo es para el pueblo de Dios, cuando están rodeados de enemigos por todas partes, saber que tienen vía de acceso hacia arriba; cuando no pueden hacer nada, pueden invocar a Quien lo puede todo. Y los que dedican largo tiempo a la oración, son los que mayor apoyo encuentran en la oración cuando vienen horas de tribulación. Cristo dio a entender que no sólo podía Dios librarle, sino que si insistía en rogarle, le había de librar. Podía haberse evitado el sacrificio (Jua 10:17, Jua 10:18), pero no quiso; así que fueron sólo las cuerdas del amor las que le ataron al altar.

Segundo, el gran interés que tenía en el ejército de los cielos: Pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles. (i) Hay una compañía innumerable de ángeles (Heb 12:22). (ii) Esta compañía innumerable de ángeles están a disposición de nuestro Padre Celestial, prestos a obedecer la voz de su precepto (Sal 103:20-21). (iii) Estas huestes angélicas estaban prestas a acudir en ayuda de nuestro Señor Jesús, si Él lo hubiera necesitado o deseado. Dios se los habría concedido. Así que no hay que orar a los ángeles, sino al Señor de los ángeles. Se los habría concedido al instante: ahora. Véase cuán presto estaba el Padre para escuchar la oración de Jesús.

(c) No era tiempo de defenderse, sino de ofrecerse: ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras de que es menester que suceda así? (v. Mat 26:54). Estaba escrito que Jesús había de ser llevado como un cordero al matadero (Isa 53:7). En todos los casos difíciles, la Palabra de Dios debe prevalecer sobre nuestros proyectos, y nada debe hacerse ni intentarse contra el cumplimiento de las Escrituras. Debemos decir: «Que se realice la Palabra de Dios y Su voluntad, que sea engrandecida y honrada Su ley, sea lo que sea de nosotros». Así reprimió Jesús a Pedro cuando éste salió como jefe y capitán de Su guardia de seguridad.

4. A continuación, se nos refiere cómo parlamentó Cristo con los que habían venido a prenderle (v. Mat 26:55). Aunque no les ofreció resistencia, sí que razonó con ellos. Cuando sufrimos injustamente, es compatible con la paciencia cristiana razonar mansamente con nuestros enemigos y perseguidores: ¿Como contra un ladrón habéis salido, (A) con furor y enemistad, como si Yo fuese un enemigo de la seguridad pública y mereciese sufrir esto? Si fuese una plaga para la nación, no habríais salido con mayor furor y violencia. (B) ¿Habéis salido con tal despliegue de poder y fuerza como contra un capitán de bandidos que hace frente a la ley, qué desafía a la justicia pública y añade a su pecado el crimen de rebelión?

Después les hace ver la forma en que se había comportado hasta entonces con ellos, y la forma en que ellos se habían comportado con Él: Cada día me sentaba ante vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis (v. Mat 26:55). ¿Cómo, pues, este cambio? No tenían absolutamente ninguna razón para tratarle como lo hacían. Nunca les había dado ocasión de que le considerasen ladrón, pues había estado enseñando en el templo. Tales palabras, tan mansamente salidas de Su boca, no eran las palabras de un ladrón ni de alguien que tuviese un demonio. Tampoco les había dado ocasión de mirarle como a quien se esconde huyendo de la justicia, para que ahora viniesen a prenderle de noche. Cada día podían haberle hallado en el templo y hacer con Él como les pluguiese, ya que la guarda del templo estaba a cargo de los principales sacerdotes. Tramar su arresto en la clandestinidad y en el lugar de su retiro, era una vileza y una cobardía. Así es como el mayor de los héroes puede ser villanamente asesinado en un rincón por alguien que en pleno día y a campo abierto no se atreve a mirarle a los ojos.

Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas (v. Mat 26:56). No son palabras del historiador sagrado, sino del propio Jesús, como se ve por Mar 14:49. Aunque los actores humanos no se daban cuenta, estaban llevando a cabo el plan de Dios.

5. Enseguida vemos cómo, en medio de este apuro, fue abandonado cobardemente por Sus discípulos: Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron (v. Mat 26:56).

(A) Este fue un gran pecado de parte de quienes lo habían dejado todo por seguirle y ahora le abandonaban a Él sin saber por qué. ¡Qué ingratitud y qué infidelidad! pues habían prometido solemnemente que le seguirían y nunca le abandonarían.

(B) Esto añadió más tormento a sus sufrimientos, mayor aflicción a su arresto al verse así abandonado. Debían quedarse con Él para ministrarle y, si fuera preciso, ser testigos en el juicio que se le iba a seguir. Cristo, al salir fiador nuestro en Su sacrificio de expiación por nuestros pecados, quedó completamente abandonado. El venado que, por el arma del cazador, es señalado para ser abatido, inmediatamente es abandonado por el resto del rebaño. De la misma manera, Cristo, el Salvador y Pastor de nuestras almas, quedó solo para sufrirlo todo y hacerlo todo sin ayuda de nadie.

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