Mateo 27:26 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Es pronunciada la sentencia y se concede la licencia para llevarla a cabo. La entrega del preso a los verdugos fue inmediata.

1. Barrabás fue puesto en libertad; para dar a entender que Jesús fue condenado a fin de que los mayores pecadores pudiesen ser absueltos; Él fue entregado para que nosotros obtuviéramos libertad. En este caso sin par de la gracia divina, el justo se dio en rescate por los transgresores (Mat 20:28; 1Pe 3:18).

2. Jesús fue azotado; este fue un castigo cruel e ignominioso, especialmente cuando era ejecutado por los romanos, quienes no estaban sujetos a la ley judaica, en la que se moderaba el castigo, y no se permitía pasar de cuarenta azotes, e incluso de treinta y nueve, por si fallaba la cuenta (v. 2Co 11:24).

3. A continuación, Pilato le entregó para ser crucificado; esta era la forma en que los romanos ejecutaban la pena capital; forma que parecía designada con todo refinamiento y crueldad a producir la más terrible y miserable de las muertes. Tendían la cruz en el suelo y, sobre ella, al condenado a muerte, cuyos pies y manos eran clavados en ella y, a continuación era levantado en alto, de modo que todo el peso del cuerpo pendía de aquellos clavos, hasta que muriese en medio de una terrible agonía. Era una muerte cruenta, dolorosa, vergonzosa y maldita; era una muerte tan miserable, que algunos gobernantes con un poco de misericordia, hacían que los condenados fuesen estrangulados previamente y clavados después en la cruz, cuando la ley exigía esta forma de ejecución.

II. El bárbaro tratamiento que le dieron los soldados. Después de ser condenado, deberían haberle permitido un poco de tiempo para prepararse a sufrir tal muerte. Había una ley dictada por el Senado de Roma, que ordenaba que la ejecución de los criminales se demorara por diez días a partir del pronunciamiento de la sentencia. Pero al Señor Jesús no le permitieron ni diez minutos de descanso. La barbarie contra Él continuó sin interrupción alguna.

Ya fue bastante ser entregado para ser crucificado. Los que matan el cuerpo, no pueden hacer ya más (Mat 10:28), pero los enemigos de Cristo trataron de hacer más. Los soldados de guardia comenzaron a abusar de Él tomando la cosa a juego para burlarse de Él. Habían oído que se hacía pasar por rey; esto les dio ocasión para organizar una pantomima con alusiones a los atributos regios. Obsérvese:

1. Dónde se hizo esto: en el pretorio mismo. La casa del pretor, que habría de ser refugio contra los abusos, fue convertida en teatro de burla y bárbara crueldad. Quienes están en autoridad habrán de responder, no sólo por las injusticias que ellos mismos cometan, sino también por las que no repriman.

2. Quiénes lo hicieron: reunieron alrededor de Él a toda la compañía; no a toda la cohorte, sino seguramente a los que estaban encargados de la ejecución.

3. Qué indignidades cometieron contra Él:

(A) Le desnudaron (v. Mat 27:28). La vergüenza de la desnudez entró con el pecado (Gén 3:7). Jesús, al llevar sobre sí nuestro pecado llevó también sobre sí esta vergüenza.

(B) Le echaron encima un manto de escarlata: algún viejo manto de los que los soldados romanos llevaban, en imitación de los mantos que reyes y emperadores llevaban, con lo que la burla se hacía manifiesta en la vestidura regia.

(C) Y trenzando una corona de espinas la pusieron sobre su cabeza (v. Mat 27:29). La burla no es sólo cómica, sino también sangrienta; más que una simple guirnalda de espinos, parece ser que se trataba de una especie de capacete que cubría toda la cabeza lo cual era más fácil y rápido de tejer. Las espinas son símbolo de tribulación; tanto es así que el vocablo tribulación procede del latín tribulus, que significa abrojo (de la misma raíz procede el término trillo). Si consideramos que la tierra comenzó a producir espinos y cardos como maldición por el pecado del hombre (Gén 3:18), nos percataremos de que también en esto llevó Jesús nuestra maldición. Cristo fue coronado de espinas para mostrar asimismo que Su reino no era de este mundo; cuando vuelva para reinar aquí, todos los elementos que causan tribulación habrán dejado de existir (v. Isa 11:6.).

(D) Le pusieron una caña en su mano derecha; en vez del cetro real, le ponen en la mano derecha, la mano del poder y de la dignidad, una frágil caña, cosa débil, flexible a los vientos, marchitable y sin valor. Pero se equivocaban, porque Su reino es firme y perpetuo.

(E) Hincando la rodilla delante de Él, le escarnecían diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Al seguir con su burla, los soldados imitan así el homenaje de pleitesía debido a reyes y emperadores, para poner en ridículo las que ellos consideran pretensiones de realeza.

(F) Le escupían (v. Mat 27:30). Ya habían cometido este abuso en el atrio del sumo sacerdote (Mat 26:67). Al rendir homenaje de pleitesía, los súbditos besaban la mano del soberano (v. el original de Sal 2:12 «besad al Hijo»). Pero éstos, en vez de besarle le escupían al rostro. Tan extraño es que los hijos de los hombres se atrevan a cometer tal villanía, como que el Hijo de Dios permitiera sufrir tal ignominia.

(G) Tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. La burlesca insignia de realeza se convierte ahora en instrumento real de crueldad. Con los golpes hacían que las espinas se introdujeran más profundamente en su cabeza; con lo que el sufrimiento de Jesús aumentaba al ritmo de la burla de los soldados. Pasó por todos estos dolores y vergüenzas, a fin de que nosotros obtuviésemos vida eterna con perpetuo gozo y gloria.

III. Le llevan después al lugar de ejecución. Cuando se hartaron de mofarse de Él, le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos (v. Mat 27:31), ya que éstos habían de pasar a ser propiedad de los que le habían de crucificar. En cambio, no se hace mención de la corona de espinas, por lo que podemos concluir que murió con ella puesta en la cabeza.

1. Le llevaron para crucificarle, como se lleva un cordero al matadero, o una víctima al altar (v. Heb 13:10). Podemos imaginar de qué forma le conducirían; a toda prisa y sin reparar en violencias. Le sacaron fuera de la ciudad, porque, para poder santificar con Su sangre al pueblo, debía padecer fuera de la puerta (Heb 13:12).

2. Obligaron a Simón de Cirene a llevar Su cruz (v. Mat 27:32). Al principio, parece ser que Jesús llevó su propia cruz, como era costumbre que lo hiciesen los condenados. Esto formaba parte de la vergüenza que Jesús debía sufrir. Pero, después de algún tiempo, al ver sin duda los soldados que, a consecuencia de su cansancio y debilidad, avanzaba muy despacio (y quizá se caía como supone la tradición), le quitaron la cruz, no fuese que sucumbiera bajo su peso, con lo que se privarían del suplicio de la crucifixión. No fue, pues, por compasión, sino por refinamiento de crueldad, por lo que harían esto. En su lugar, obligaron a Simón de Cirene a que llevase la cruz. Llevar la cruz era una ignominia y, por eso, sólo forzado a hacerlo, es como el hombre la llevó. Su nombre indica que era judío. Sus hijos eran conocidos de los lectores de Marcos, como se ve por Mar 15:21. Algunos han imaginado que este Simón era uno de los seguidores de Jesús y que, por eso le obligaron a llevar la cruz de su Maestro. Sea esto lo que fuere, es probable que, al fin, esto llegase a ser una bendición para Simón, como lo es para todos los que siguen a Cristo cargando con su cruz.

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