Mateo 5:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos se nos da una especie de introducción general en las circunstancias que acompañaron a la predicación del Sermón del monte.

I. El Predicador era el Señor Jesús, el Príncipe de los predicadores. Los profetas y Juan habían cumplido bien su misión de predicar, pero Jesús los sobrepasó a todos, porque era el Verbo eterno, en el cual y por el cual nos ha hablado Dios en estos últimos días (Heb 1:1-2). Las muchas curas milagrosas que Cristo había llevado a cabo en Galilea estaban destinadas a disponer al pueblo para recibir instrucción de parte de aquel en quien de tal manera se mostraban la bondad y el poder divinos. Probablemente, este sermón era el resumen de lo que había predicado en las sinagogas. Todo el sermón habla del reino; así que su texto bien pudo ser el de su primer mensaje: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mat 4:17).

II. El lugar fue una montaña de Galilea. El que no tenía lugar conveniente donde reclinar su cabeza, tampoco tiene ahora púlpito más conveniente que una montaña desde donde poder ser visto y oído por la multitud recostada en la ladera; y no desde uno de los santos montes de Sion, sino desde un monte del remoto norte; con lo que Cristo quería indicarnos que, si es la voluntad de Dios que los hombres oren en todo lugar (1Ti 2:8), también es su voluntad que se predique el Evangelio por todas partes (Hch 8:4), en cualquier lugar que sea decente y conveniente. Cristo predicó este sermón, que es una especie de normativa espiritual del Reino, sobre un monte, porque sobre un monte se había dado la Ley. Pero obsérvense las diferencias: 1. Cuando se dio la Ley, descendió Jehová sobre el monte Sinaí (Éxo 19:20); aquí, subió al monte (v. Mat 5:1). 2. En el Sinaí, habló Dios en medio de truenos y relámpagos; aquí, abrió su boca, diciendo (v. Mat 5:2), no gritando. 3. Allí, se le ordenó al pueblo que se mantuviese a distancia, aquí se les invitó a que se acercasen a Él. 4. En el Sinaí, se promulgó la Ley, que iba directamente contra los efectos del pecado; aquí, Jesús atacó directamente a las raíces del pecado.

III. Los oyentes. Aunque el versículo Mat 5:1, comp. con Luc 6:20 parece indicar que los oyentes fueron sólo sus discípulos, Mat 7:28 nos muestra que también le oyó la gente. El mejor modo de armonizar las aparentes discrepancias, tanto del texto en sí como con Luc 6:17, es el siguiente: Al noroeste de la antigua Capernaúm hay una montaña sobre la que se cree que Jesús predicó el Sermón del monte. A mitad de camino hacia la cumbre hay una quebrada en la ladera, que da lugar a una amplia explanada donde pueden acomodarse cómodamente varios millares de personas. Es lo más probable que el Señor tomó a los Doce y subió con ellos a la cima del monte, y luego descendió a la explanada y pronunció desde allí su discurso a la multitud. Naturalmente, al ser los discípulos quienes mejor dispuestos estaban para recibir las enseñanzas del Maestro, a ellos principalmente fueron dirigidas las enseñanzas de Jesús, como se nota de una manera especial en Mat 5:13-16. Para un ministro del Señor, es un gran estímulo echar la red del Evangelio donde hay grandes peces y muchos peces, con la esperanza de que algunos serán capturados. La vista de una multitud anima al predicador, pero este ánimo ha de surgir del deseo de ser útil no de ser alabado por su oratoria.

IV. La solemnidad del sermón se echa de ver en la palabra sentándose, que da idea de un acomodo conveniente para mejor ser oído, así como por la frase abriendo su boca que ordinariamente insinúa que se va a decir algo importante. Al ser numerosa la asistencia, tendría que levantar la voz más que de costumbre. Uno de los escritores antiguos hace notar lo siguiente: Cristo enseñó mucho cuando, llevado como un cordero al matadero, no abrió su boca (Isa 53:7), pero ahora abriendo su boca les enseñaba; les enseñaba cuál era el mal que debían evitar, y cuál era el bien en que debían abundar; porque el cristianismo tiene por objeto reglar el temple de nuestras mentes y el tenor de nuestras conductas, el tiempo del Evangelio es un tiempo de reforma (Heb 9:10), en que todo debe ser rectificado.

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