Mateo 7:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Mateo 7:12 | Comentario Bíblico Online

El Señor quiere aquí ungirnos a ejercitar la justicia hacia los hombres, que es una rama esencial de la verdadera religión, y la piedad hacia Dios, que es una rama esencial de la justicia universal.

I. Debemos hacer de la justicia nuestra norma (v. Mat 7:12). Así que, tened como norma hacer como querríais que os hicieran; para que podáis así disfrutar de los beneficios de las promesas anteriores. Es muy apropiado el que la ley de la justicia esté subordinada a la ley de la oración, pues a menos que seamos honestos en nuestra conducta, Dios no oirá nuestras oraciones (Isa 1:15-17; Isa 58:6-9, Zac 7:9, Zac 7:13). No podemos esperar de Dios buenas cosas, si no hacemos lo verdadero, lo respetable, lo puro, lo amable, lo que es de buena reputación (Flp 4:8).

1. La norma de justicia propuesta: todo cuanto queráis que los hombres os hagan a vosotros, así también hacedlo vosotros a ellos. Cristo vino a enseñarnos, no sólo lo que debemos saber y creer, sino también lo que debemos hacer; y lo que hemos de hacer, no sólo para con Dios, sino también para con los hombres. La regla de oro de la equidad es hacer a los demás lo que querríamos que los demás nos hiciesen. No debemos hacer a otros el mal que nos han hecho, ni el que nos harían si pudiesen; sino lo que deseamos que nos hagan a nosotros. Esto está basado en el gran mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De la misma manera que hemos de tener hacia el prójimo el mismo afecto que nos tenemos a nosotros mismos, así también debemos prestarle los mismos buenos oficios. Debemos hacer al prójimo lo que consideramos apropiado y razonable, no sea que Dios, en sus justos juicios, haga con nosotros lo que nosotros hemos hecho con nuestros prójimos, si no les hemos hecho lo que querríamos que nos hiciesen ellos a nosotros.

2. Para fundamentar esta norma, se nos da una razón: porque esto es la ley y los profetas. Es el compendio de aquel segundo gran mandamiento, uno de los dos de los que dependen toda la ley y los profetas (Mat 22:40). Todo lo que está preceptuado en la Ley y en los profetas viene a resumirse en esto. Y Cristo lo ha introducido en esta regla, de modo que, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, estén de acuerdo en prescribirnos el que hagamos a otros como querríamos que nos hiciesen a nosotros.

II. Debemos tomar en serio la religión pura (Stg 1:27), y poner empeño en observarla. Nótese aquí:

1. La descripción que se nos da del mal camino del pecado y del buen camino de la santidad. No hay más que dos caminos: recto y desviado, bueno y malo; el camino hacia el Cielo y el camino hacia el Infierno; todos estamos andando por uno de esos dos caminos; así como no hay después lugar intermedio, así tampoco hay ahora camino intermedio.

(A) Tenemos primero lo que se nos dice del camino del pecado y de los pecadores, en lo que tiene de ventajoso y de inconveniente. Lo que atrae hacia él a las multitudes y hace caminar en él es que la puerta es ancha, y espacioso el camino, y son muchos los que viajan por él. Primero dice: «Tendréis abundante libertad por este camino. Podéis entrar por esta puerta con todo el bagaje de vuestras concupiscencias; no pone freno a vuestros instintos ni a vuestras pasiones; podéis caminar por el camino de vuestro corazón y con la vista de vuestros ojos. Hay varios caminos de maldad para escoger, opuestos unos a otros, pero todas las sendas caben en este camino ancho. En segundo lugar, «tendréis abundante compañía en este camino; muchos son los que viajan por él, tras haber entrado por la puerta ancha». Si vamos siguiendo a las multitudes será para hacer el mal; la multitud va por caminos desviados (Isa 53:6). La naturaleza nos inclina a seguir la corriente (Efe 2:2), y hacer lo que hacen los demás. Pero si muchos perecen en él, debemos escarmentar en cabeza ajena; el hecho de que ese camino lleva a la perdición debe atemorizarnos a todos. Ya sea el camino obvio de la maldad descubierta o el camino oculto de la hipocresía, si es el camino del pecado, será nuestra ruina si no nos arrepentimos a tiempo. Notemos que son los peces muertos los que siguen la corriente.

(B) Después se nos habla del camino de la santidad. Cristo nos declara lo que retrae a muchos de entrar por él. Primero, que la puerta es estrecha. La conversión, el nuevo nacimiento, es la puerta por la que se entra a este camino. Del estado de pecado al estado de gracia se pasa naciendo de nuevo (Jua 3:3, Jua 3:5). Es una puerta estrecha; difícil de hallar y difícil de pasar, como desfiladero entre dos rocas (1Sa 14:4). Tiene que haber un corazón nuevo, y un nuevo espíritu (Eze 36:26), y las cosas viejas deben pasar (2Co 5:17). El corazón debe cambiar de rumbo; hemos de nadar contra corriente, encontrar mucha oposición, y experimentar gran conflicto, tanto del exterior como de nuestro interior. Es más fácil enfrentar a una persona contra todo el mundo que contra sí mismo y, con todo, esto es lo que hay que hacer en la conversión. Es una puerta estrecha, y hay que agacharse si queremos entrar por ella; hemos de hacernos como niños pequeños, negarnos a nosotros mismos, dejar el mundo, y despojarnos del viejo hombre (Efe 4:22); hemos de estar dispuestos a dejarlo todo por la causa de Cristo. La puerta es estrecha para todos, pero para unos (como los ricos) más que para otros. La puerta es estrecha pero ¡bendito sea Dios, porque no está cerrada ni echada la llave contra nosotros ni custodiada con una espada flamígera, como lo estará un día no lejano! (Mat 25:10).

En segundo lugar, que el camino es angosto. No pensemos que ya estamos en el Cielo tan pronto como hemos pasado por la puerta estrecha, sino que hemos de atravesar por un desierto, hemos de viajar por un camino angosto, vallado por la ley divina, la cual es excesivamente extensa, lo cual hace angosto el camino; hay que negar el «yo pecador», hay que resistir a las tentaciones de cada día y cumplir con deberes que van contra nuestra inclinación natural. Hemos de aguantar asperezas, luchar agónicamente, velar en todo tiempo y caminar con toda precaución y circunspección. Vamos a pasar por muchas tribulaciones, pues es un camino cercado de espinas. ¡Gracias a Dios que no es totalmente impenetrable! Y, en la medida en que nuestra inteligencia y nuestra voluntad van progresando en el bien, se abre y ensancha hasta hacerse más y más agradable.

En tercer lugar, al ser la puerta tan estrecha, y tan angosto el camino, no es extraño que sean pocos los que lo hallan y entran por él. Hay muchos que pasan de largo sin preocuparse de él ni tomarse la molestia de hallarlo; se encuentran a gusto por donde van, y no ven ninguna necesidad de cambiar de ruta. Otros lo ven, pero lo desprecian, pues no les apetece verse limitados o refrenados. Los que van por el camino del Cielo son pocos, y esto desalienta a muchos a quienes espanta significarse y andar en solitario. Sin embargo, en vez de desanimarse por la poca compañía, deberían decir: si tan pocos van al Cielo, habrá más lugar para mí. Veamos qué es lo que tiene este camino que, a pesar de todo, debe incitarnos a todos a tirar por él: lleva a la vida; al consuelo de la vida presente, con el favor de Dios, que es la vida del alma; y, especialmente, a la bienaventuranza eterna, cuya esperanza, al final del camino, debería compensarnos de todas las dificultades e inconveniencias del viaje (Rom 8:18; 2Co 4:17). La puerta es estrecha, y el camino es angosto y cuesta arriba, pero una hora en el Cielo bastará para compensar del esfuerzo.

2. La gran incumbencia y el deber de cada uno de nosotros, al considerar lo que Cristo ordena: Entrad por la puerta estrecha. La cosa está bien clara: la vida y la muerte, el bien y el mal, frente a nosotros; los dos caminos y los dos destinos. Escoge hoy mismo el camino por el que vas a andar; en realidad, el asunto no admite discusión ni debate, se determina por sí mismo. Por tanto, no os demoréis ni lo penséis más, sino entrad de una vez por esa puerta estrecha; llamad con sincera invocación y oración intensa, y se os abrirá. Es cierto que no podemos entrar ni seguir adelante, sin el auxilio de la divina gracia, pero también es cierto que la gracia se nos ofrece generosamente y no les faltará a quienes la busquen y se sometan a ella.

Mateo 7:12 explicación
Mateo 7:12 reflexión para meditar
Mateo 7:12 resumen corto para entender
Mateo 7:12 explicación teológica para estudiar
Mateo 7:12 resumen para niños
Mateo 7:12 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí