Nehemías 9:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Labor que se hizo este mismo día festivo. 1. Se mencionan los nombres de los levitas que exhortaron al pueblo a rendir alabanzas a Dios (vv. Neh 9:4, Neh 9:5). No se nos dice si exhortaban sucesivamente por turno o si formaban diferentes grupos a cierta distancia unos de otros, con un levita que lo presidiera. 2. Aunque los levitas ejercían este ministerio de exhortación, los autores coinciden en afirmar que la oración propiamente dicha (al menos, desde el v. Neh 9:6) fue pronunciada por el propio Esdras. En ella se rinden alabanzas a Dios, especialmente por su misericordia y fidelidad, y se pide perdón por los pecados del pueblo.

I. Solemne adoración a Dios como Ser perfecto y glorioso, y como la fuente de todos los seres (vv. Neh 9:5, Neh 9:6). Se convoca a la asamblea a unirse a esta alabanza poniéndose en pie. El conductor de la oración se dirige a Dios diciéndole: «Bendígase el nombre tuyo». Dios es aquí adorado: 1. Como el único Dios vivo y verdadero: «Tú solo eres Jehová». 2. Como el Creador de todas las cosas: «Tú hiciste los cielos … la tierra … los mares, y todo lo que hay en ellos». 3. Como el gran Vivificador de todo: «Tú vivificas todas estas cosas». 4. Como Aquel a quien todas las criaturas han de alabar: «Bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza» (v. Neh 9:5); «Los ejércitos de los cielos te adoran» (v. Neh 9:6).

II. Un reconocimiento agradecido de los favores de Dios a Israel, los cuales se enumeran aquí en orden.

1. El llamamiento de Abraham (v. Neh 9:7).

2. El pacto que hizo Dios con él de darle la tierra de Canaán a él y a su descendencia (v. Neh 9:8), tierra que era tipo de un país mejor.

3. Liberación de Israel de la esclavitud de Egipto (vv. Neh 9:9-11). Era muy apropiado recordar esto cuando estaban orando para que se completara la liberación de la esclavitud de Babilonia.

4. La conducción del pueblo a través del desierto mediante la columna de nube y fuego, la cual les mostraba el camino que habían de tomar, así como el momento en que debían trasladarse de un lugar a otro y el lugar en que debían descansar en cada etapa (v. Neh 9:12). También era una señal visible de la presencia de Dios en medio de ellos para guiarles y protegerles.

5. La abundante provisión para ellos en el desierto, a fin de que no pereciesen de hambre: «Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña» (v. Neh 9:15); y, para mantenerles en alto el corazón, la promesa de que entrarían a poseer la tierra de Canaán. Comida y bebida durante todo el viaje, y una buena tierra en perspectiva al final. ¿Qué más podían desear? Estos beneficios se repiten en los vv. Neh 9:20 y Neh 9:21 como algo que continuó a pesar de las seguidas provocaciones del pueblo: «Los sustentaste cuarenta años en el desierto» (v. Neh 9:21).

6. La promulgación de la Ley en el monte Sinaí. No sólo les dio la Ley, sino que descendió Él en persona a hablarles desde el cielo (v. Neh 9:13), no envió a un ángel (v. Deu 4:33). Ninguna nación bajo el sol tenía estatutos y juicios justos como los de esta Ley (Deu 4:8). Y con la Ley y el sábado les dio su buen Espíritu para enseñarles (v. Neh 9:20). Los cinco libros del Pentateuco, escritos por Moisés, el cual era movido (lit. llevado) por el Espíritu Santo (v. 2Pe 1:21), eran una continua instrucción divina para ellos.

7. Darles posesión de la tierra prometida: «reinos y pueblos» (v. Neh 9:22). Se multiplicaron allí hasta llenar el país (v. Neh 9:23) y obtuvieron continuas victorias hasta hacerse dueños de él (v. Neh 9:24).

8. Dios estuvo siempre dispuesto a perdonarles los pecados y otorgarles liberación siempre que, a causa de sus rebeliones, habían atraído sobre sí el castigo de Dios. Después, cuando ya estaban establecidos en Canaán y, por sus pecados, se vendieron en manos de sus enemigos, tan pronto como se sometieron y clamaron a Dios, les envió libertadores (v. Neh 9:27), los Jueces, por medio de los cuales obró grandes proezas en favor de ellos cuando estaban al borde de la ruina.

9. Las admoniciones y los tiernos avisos que les dio por medio de sus siervos los profetas. Al librarles de sus aflicciones, testificó contra los pecados de ellos (vv. Neh 9:28-30), a fin de que no interpretasen sus liberaciones como connivencias de Dios con respecto a sus maldades. El testimonio de los profetas era el testimonio del Espíritu en los profetas, y en ellos estaba el Espíritu de Cristo (1Pe 1:10, 1Pe 1:11). Hablaban movidos por el Espíritu Santo (2Pe 1:21), y lo que ellos decían había de ser (y ha de ser) recibido como inspirado por Dios.

10. Su continua longanimidad y paciencia y la moderación de las reprensiones que les dirigía (v. Neh 9:30): «Los soportaste por muchos años». Era tardo para la ira y esperaba por ver si se arrepentían; y aun cuando les castigaba, no los consumió ni los desamparó (v. Neh 9:31).

III. Una confesión sincera de sus propios pecados y de los de sus antepasados.

1. Comienza por los pecados de Israel en el desierto (v. Neh 9:16): Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios y endurecieron su cerviz. El orgullo (la autosuficiencia) está siempre en el fondo de la obstinación y de la desobediencia. Cuando los hombres no hacen el uso debido de las ordenanzas ni de las providencias de Dios, ¿qué se puede esperar de ellos? Se especifican aquí dos grandes pecados de los que se hicieron culpables en el desierto, al desear volver: (A) A la esclavitud de Egipto, la cual preferían, en atención a los ajos y cebollas, a la gloriosa libertad del Israel de Dios, en atención a ciertas dificultades e incomodidades. (B) A la idolatría de Egipto (v. Neh 9:18): «Hicieron para sí becerro de fundición y dijeron: Éste es tu Dios».

2. Después vinieron las provocaciones del pueblo una vez que estuvieron asentados en el país de Canaán.

3. Finalmente, lamentaron los pecados que habían atraído sobre ellos el tremendo castigo de la ruina del templo de la ciudad santa y de la nación, y la subsiguiente deportación del pueblo a Babilonia. De esta deportación y ruina estaban siendo librados ahora en parte. De dos pecados específicos culpan a sus padres, como causantes de la reciente aflicción: (A) Desprecio de la ley que Dios les había dado (v. Neh 9:34): No pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos y a tus testimonios con que los amonestabas. (B) Desprecio de la buena tierra que Dios les había dado (v. Neh 9:35): En la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de ellos, no te sirvieron. Los que no quisieron servir a Dios en su propio país, tuvieron que servir a sus enemigos en un país extranjero, como se les había amenazado (Deu 28:47, Deu 28:48).

IV. Un humilde memorial de los juicios de Dios, bajo los cuales habían estado y aún estaban. 1. Recuerdan los castigos anteriores. No habían hecho caso a los avisos de Dios. En los días de los Jueces los enemigos los afligieron (v. Neh 9:27); y cuando volvieron a hacer el mal, también Dios volvía a abandonarlos en manos de sus enemigos (v. Neh 9:28). 2. Presentan ante Dios el estado calamitoso en que se hallan al presente (vv. Neh 9:36, Neh 9:37): Hoy somos esclavos, etc. Israelitas, libres de nacimiento, hechos ahora esclavos, pues la tierra que por tanto tiempo habían poseído en propiedad estaba ahora bajo la jurisdicción del rey de Persia, cuyos vasallos eran. Reconocen honestamente que esto se debe a sus pecados. La pobreza y la esclavitud son frutos del pecado, pues es el pecado el que trae sobre nosotros las peores calamidades.

V. Bajo el peso de estas calamidades se dirigen a Dios: 1. Por vía de súplica (v. Neh 9:32); piden a Dios que todo su sufrimiento no sea tenido en poco delante de Él. Es la única petición que aparece en toda esta larga oración. El sufrimiento era general: había alcanzado a sus reyes, príncipes, sacerdotes y padres, además del pueblo llano (v. Neh 9:34); todos compartían el sufrimiento porque todos habían sido cómplices del pecado. La cosa había durado muchos años (v. Neh 9:32): Desde los días de los reyes de Asiria hasta este día. No es que le prescriban a Dios lo que tiene que hacer, sino que lo dejan en sus manos. 2. Por vía de reconocimiento de que, no obstante, era realmente menos de lo que ellos se merecían (v. Neh 9:33). Reconocen la justicia de Dios en todos los sufrimientos que han padecido y padecen (v. Neh 9:33): Tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros.

VI. Resultado y conclusión de todo este asunto. Después de todo este reconocimiento del caso, llegan a esta resolución: «A causa, pues, de todo esto, hacemos fiel promesa, como un pacto firme con nuestro Dios; esto es, al reconocer nuestros frecuentes apartamientos de Dios, nos vamos a ligar a Él más fuertemente que nunca; por habernos entregado continuamente al pecado, vamos a luchar infatigablemente contra el pecado, a fin de que no volvamos a retirar el hombro». Un cierto número de príncipes, levitas y sacerdotes fueron escogidos como representantes de la congregación, a fin de que firmasen y sellasen la promesa en nombre de los demás.

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