Números 20:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de treinta y ocho años de tediosas marchas (o, más bien, de tediosos descansos) en el desierto, yendo hacia el mar Rojo, las huestes de Israel dirigen, por fin, sus rostros de nuevo hacia Canaán, y no se hallaban ya lejos del lugar en que, por justa sentencia del Juez Divino, fueron condenados a empezar su prolijo vagar por el desierto. Hasta ahora se habían encontrado como metidos en un enredoso laberinto. De nuevo se veían ahora en el camino correcto: Acampó el pueblo en Cadés (v. Núm 20:1).

I. Aquí murió María la hermana de Moisés y de Aarón y, con toda probabilidad, de mayor edad que ambos. Debía ser bastante mayor que Moisés, si era ella la hermana que estuvo vigilándole cuando éste fue puesto en la arquilla de juncos (Éxo 2:4). Allí murió María (v. Núm 20:1). Fue profetisa, y había hecho mucho bien a Israel (Miq 6:4). Cuando Moisés y Aarón fueron con su vara delante de los israelitas, para obrar maravillas por ellos, María fue con su pandero delante de ellos alabando a Dios por esas obras maravillosas (Éxo 15:20), y con eso les hizo un buen servicio; con todo, en una ocasión murmuró gravemente contra Moisés (Núm 12:1), y no debía entrar en Canaán.

II. Aquí hay otro Meribah.

1. No había agua para la congregación (v. Núm 20:2). Es probable que, por algún tiempo, hubiesen estado en algún lugar donde tenían suficiente provisión de agua, y, siéndoles suministrada por providencia ordinaria era comprensible que el milagro cesase. Pero en este lugar resultó que no había agua, o que no la había en cantidad suficiente para la congregación.

2. Por este motivo murmuraron y se amotinaron: Se juntaron contra Moisés y Aarón (v. Núm 20:2). (A) Preferían haber muerto como malhechores a manos de la justicia divina antes que parecer olvidados por un poco de tiempo por la divina misericordia. (B) Estaban enfadados por haber sido sacados de Egipto y conducidos a través de este desierto. En ese momento, sólo les escaseaba el agua; sin embargo, dispuestos a encontrar faltas en todo, también les resultaba insoportable el no tener sementera, ni viñas ni higueras.

3. Moisés y Aarón no les respondieron, sino que se retiraron a la puerta del tabernáculo para conocer lo que pensaba Dios en este caso (v. Núm 20:6).

4. Dios se manifestó para decidir en la materia; no en su tribunal de justicia para sentenciar a los rebeldes conforme a lo que se merecían, sino que se manifestó: (A) En su trono de gloria, para silenciar su injusta murmuración (v. Núm 20:6). Una sola mirada de fe a la gloria del Señor sería un freno eficaz para nuestras pasiones y concupiscencias, y controlaría nuestras bocas como con una brida. (B) En su trono de gracia, para satisfacer sus justos deseos. Estaba puesto en razón que tuviesen agua. Moisés tuvo que mandar por segunda vez, en nombre de Dios, que saliese agua de una roca para darles de beber, a fin de mostrar que Dios era tan poderoso como siempre para suministrar buenas cosas a su pueblo. (C) Dios pide a Moisés que hable a la peña, la cual haría lo que se le mandase, para avergonzar al pueblo, al que tantas veces se había hablado, y no habían querido escuchar ni obedecer. (D) Promete que la peña dará su agua (v. Núm 20:8), y así lo hizo (v. Núm 20:11).

5. Moisés y Aarón actuaron impropiamente en el desempeño de este asunto, tanto que Dios en su desagrado les dijo inmediatamente que no tendrían el honor de introducir a Israel en Canaán (vv. Núm 20:10-12).

A) A primera vista no se ve claro qué fue lo que en esta ocasión provocó la ira de Dios. Por eso, algunos comentaristas han dicho que, en honor de Moisés, las Escrituras silencian su pecado como silencian su sepulcro. Sin embargo su pecado está claro en el texto sagrado. En primer lugar, su pregunta: ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? (v. Núm 20:10), expresada en un momento de impaciencia e irritación, entraña una duda, frente a toda la congregación, de que Dios fuese a cumplir la promesa hecha. De ahí que Dios les diga: Por cuanto no creísteis en mí (v. Núm 20:12). Este pecado tuvo una circunstancia notablemente agravante, y es que fue cometido delante de los hijos de Israel, para quienes debieron haber sido ejemplos de fe, esperanza y mansedumbre. El doctor Lightfoot opinaba que esta incredulidad de Moisés y de Aarón se debió a que dudaron de si, ahora que había expirado el plazo de los cuarenta años, habían de entrar en Canaán, o si no habían de ser condenados, a causa de la murmuración del pueblo, a un nuevo período de penoso caminar, puesto que se les abría una nueva roca para aprovisionarles de agua, lo que ellos tuvieron como indicación de un retraso más largo. En segundo lugar, añadieron a su pecado de incredulidad un nuevo pecado de desobediencia, nuesto que Dios les había mandado simplemente que hablasen a la peña (v. Núm 20:8), pero ellos hablaron al pueblo y golpearon la peña (vv. Núm 20:10-11), lo cual no se les había mandado, aunque ellos pensaron que debían hacerlo. También este pecado fue agravado por haberse arrogado el poder de hacer esta maravilla en la forma que hablaron a la congregación: ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? (v. Núm 20:10), como si fueran ellos, y no Dios, quienes iban a realizar el milagro.

B) De todo esto hemos de aprender: (a) Que los mejores pueden tener sus fallos, los cuales son más relevantes en los grandes hombres. Como dice S. R. Hirsch: «El judaísmo enseña que cuanto más grande es una persona, tanto más estricta es la norma por la que se le juzga, y tanto más grave es la culpa y el castigo que ha de sufrir, si llega a apartarse de dicha norma». (b) Que el juicio de Dios acerca del pecado no es como el de los hombres.

Finalmente: El lugar se llamó, a consecuencia de este motín, Meribah = rencilla. Se le llama Meribá de Cadés (Deu 32:51), para distinguirlo del otro Meribá. Así quedó como aguas de rencilla (v. Núm 20:13), para perpetuar el recuerdo del pecado del pueblo, y del de Moisés, y también el recuerdo, no obstante, de la misericordia de Dios, que les dio agua y honró a Moisés, a pesar de todo.

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