Romanos 11:25 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Como hemos dicho anteriormente, Pablo ha expresado implícitamente su esperanza en la conversión nacional de Israel en el futuro. Ahora va a declararla explícitamente.

1. La partícula causal gar («Porque») con que comienza el versículo Rom 11:25 da a entender claramente que el apóstol sabía, por revelación divina (por eso lo llama «misterio»), que Israel como nación, no todos y cada uno de los individuos israelitas, se convertirían al Evangelio un día futuro. El griego tiene «pas» (distributivo), no holós (todo entero) en el versículo Rom 11:26. Ahora bien, esta conversión futura de Israel no era «misterio» en el sentido de que tal evento no estuviese ya profetizado, puesto que Pablo echa mano de citas del Antiguo Testamento para probarlo. El «misterio» que el apóstol quiere que no ignoren los gentiles creyentes, no sea que se enorgullezcan de su posición actual, es «que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles» (v. Rom 11:25).

2. Qué haya de entenderse por la plenitud de los gentiles es algún tanto «misterioso» a juzgar por las interpretaciones más o menos desatinadas de los exegetas. Más bien que mirar al parecido entre el pléroma del versículo Rom 11:25 con el del versículo Rom 11:12, es preciso mirar al contexto posterior (vv. Rom 11:26, Rom 11:27). Según este contexto, la conversión de Israel se llevará a cabo en la Segunda Venida del Señor, y ésta tendrá lugar al final de la Gran Tribulación. Entonces, como demuestra S. C. Mills con gran aparato de testimonios tanto de los profetas como de los tárgumes rabínicos, «la plenitud de los gentiles» coincide con el cumplimiento de los tiempos de los gentiles que Jesús profetizó (Luc 21:24). Por tanto, no puede significar «hasta que se haya completado el número de los gentiles que han entrado en la Iglesia», y eso por dos razones: (a) porque la Iglesia está compuesta de judíos y gentiles; (b) porque, según Apo 7:9., serán innumerables los gentiles que se convertirán a través de la Gran Tribulación. Los rabinos han entendido que el Mesías ha de venir al final del tiempo de la angustia de Jacob (Jer 30:7).

3. El apóstol apoya con dos citas del Antiguo Testamento lo que acaba de decir:

(A) De Isa 59:20, Isa 59:21 (v. también Isa 27:9), cita Pablo para mostrar que estaba anunciada la futura venida de un Salvador o Libertador para Jacob, es decir, Israel. El apóstol cita de memoria, libremente, pues el texto hebreo dice que vendrá a Sion (comp. con Zac 14:4) y el de los LXX dice a causa de Sion, pero la idea es, de todos modos, que la conversión de Israel será efecto de la Segunda Venida del Mesías. Para los amilenialistas, este texto o no tiene relevancia alguna para Israel o debe entenderse «en sentido general». Dice J. Murray: «No se sugiere aquí ningún privilegio o estado que no sea común a judíos y gentiles en la fe de Cristo». Y, en la misma vena comenta el jesuita Vicentini: «Pero Cristo en su primera venida no convirtió a los judíos, y para su segunda venida su conversión ya se habrá producido. Por eso hay que tomar el texto en un sentido general; la conversión de los judíos será la obra de Cristo en su vida terrestre o a través de la Iglesia». ¿Cabe mayor disparate?

(B) El segundo texto parece tomado de Jer 31:31-34, aunque los dos textos de Isaías, citados anteriormente, prestan suficientemente apoyo a la tesis de Pablo. Se trata en estos textos de una renovación del pacto, o de un nuevo pacto con Israel, cuando Jehová haya borrado los pecados del pueblo en virtud de la obra de la Redención. Cuando se compara el texto de Jer 31:1-40 con Ezequiel capítulos Eze 36:1-38 y Eze 37:1-28 (especialmente, Eze 36:22-28), se ve que el nuevo pacto, aunque en sus aspectos espirituales se cumple ya en la Iglesia, tiene su cumplimiento total y final en el pueblo de Israel, conforme a las promesas hechas a Abraham, a Jacob y, sobre todo, a David. «Mi pacto con ellos» (v. Rom 11:27) se refiere, sin duda alguna, al «Jacob» del versículo anterior.

4. El apóstol ahonda todavía más en el fundamento de esta predilección de Dios hacia Israel (vv. Rom 11:28, Rom 11:29). Es cierto que, de momento, la masa del pueblo judío se muestra hostil al Evangelio, con lo que precisamente la puerta de la salvación ha quedado abierta de par en par para los gentiles (vv. Rom 11:11.), pero no por eso han dejado de ser el pueblo elegido de Dios, por amor a los patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob), es decir, por las promesas que Jehová, en su predilección hacia Israel, les hizo (comp. con Deu 7:8; Deu 10:15), no precisamente por la fe que ellos ejercieron. Así lo prueba el versículo Rom 11:29: «Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables». Es muy probable que Pablo tuviese en mente el segundo oráculo de Balaam (Núm 23:18-24), aunque el concepto aparece a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento. Ahora bien, Dios es el mismo para todos: Su llamamiento es también irrevocable para nosotros que hemos creído en el Salvador. Dice S.C. Mills: «¡Qué consuelo aporta esto al creyente! ¡Qué ansiedad es disipada con esta verdad! En Cristo, a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».

5. Finalmente, en unas frases que nos recuerdan lo que ha dicho en Rom 3:9 y repetirá en Gál 3:22, Pablo toma ocasión del giro paradójico de la historia de la salvación, bajo la acción asombrosa de la divina providencia, para afirmar que así como los gentiles eran en otro tiempo desobedientes (no creyentes), pero habían alcanzado pronta misericordia a causa de la incredulidad de Israel, así también ahora (nótese el énfasis en ese ahora de los vv. Rom 11:30 y Rom 11:31) los judíos han rehusado creer el Evangelio, pero la entrada de los gentiles a participar de las bendiciones espirituales prometidas a la descendencia de Abraham había de provocar a celos (así lo esperaba y deseaba Pablo) a los judíos, de forma que, un día, también ellos habrían de alcanzar misericordia y recibir al Mesías al que otrora rechazaron. «Porque (v. Rom 11:32) Dios encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.» ¡Qué dulce conclusión! ¡Qué estupenda maravilla! Comenta S. C. Mills: «Así como un pescador recoge en la red toda su pesca, así también Dios ha recogido juntamente al judío y al gentil, ambos desobedientes, para tener misericordia de ambos. El pecado ha atrapado a la humanidad. Sólo la misericordia de Dios puede sacar de la red del pecado al pecador. No hay mérito en ningún hombre, ya se considere a los individuos o a la raza. El mérito pertenece únicamente a Dios».

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