Romanos 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Aquí el apóstol demuestra que Abraham, nuestro padre en la fe, fue justificado, no por las obras, sino por la fe. Al ser Pablo un hebreo de hebreos, puede hablar de Abraham como de «nuestro padre según la carne» (v. Rom 4:1). La enorme variedad en la colocación del griego heurekénai («que ha hallado», lit.) en los MSS hace sospechosa su genuinidad; por otra parte, no sirve sino para enturbiar el sentido del texto sagrado. La mejor versión es, pues, la que da J. I. Vicentini: «¿Qué diremos, pues, de Abraham, nuestro antepasado según la carne?» Como diciendo: «¿En qué situación se hallaba a los ojos de Dios? ¿Era su conducta, su temor de Dios, su obediencia al llamado que recibió en Ur de los caldeos, lo que le hizo aceptable a los ojos de Dios?» En ese caso (v. Rom 4:2), tendría de qué jactarse. Y aun pudo jactarse (Gén 14:22-24) ante el rey de Sodoma, pero no para con Dios. Ante los hombres, pudo tener muchos merecimientos, pero no pudo jamás alegar ningún mérito delante de Dios. Pablo mismo tenía muchas cosas de qué jactarse delante de los hombres, y aun se vio obligado en cierto modo a hacerlo en alguna ocasión, pero delante de Dios se confiesa el mayor de los pecadores.

(A) En efecto, la Escritura dice expresamente (v. Rom 4:3) que fue por fe: «Creyó Abraham a Dios y le fue contado para justicia» (lit.). En todo asunto perteneciente a la religión, hemos de hacer la misma pregunta que hace Pablo: «¿Qué dice la Escritura?» No lo que dice éste o el otro, por eruditos que sean, sino ¿qué dice la Palabra de Dios? El apóstol cita de Gén 15:6, donde el hebreo dice escuetamente: «… le fue contado justicia». El verbo griego loguídsomai (o loguízomai) se usaba como un vocablo de «contabilidad»: poner en la cuenta de uno. El texto dice, pues, que la fe de Abraham le fue contada, le fue puesta en su cuenta con Dios como justicia, como si hubiese obrado rectamente, por donde se ve que el «creer» fue un sustituto del «obrar».

(B) El apóstol ahonda en su argumentación al añadir (v. Rom 4:4) que al que obra, al que hace un trabajo, el salario, lo que se le paga por ello, no se le pone en la cuenta como gracia, como un favor que se le ha dispensado, sino como deuda, como una obligación que se ha contraído con él. Por tanto, las frases «como justicia» o «por justicia», no indican una especie de «compensación» por la fe que Abraham ejercitó, porque entonces la «gracia» de que habla Pablo dejaría de ser «gracia», esto es, un favor totalmente inmerecido. Es peligroso aducir aquí Gén 15:1, para hablar de «galardón», pues ahí debe analizarse el contexto anterior (los últimos versículos del capítulo 14, para entender el sentido. Véase el comentario a dicho lugar). «La antítesis, dice J. Murray, no es simplemente entre el que obra y el que no obra, sino entre el que obra y el que no obra, sino que cree, etc. (v. Rom 4:5)».

(C) El versículo Rom 4:5 merece especial atención, por el tremendo contraste con Pro 17:15: «El que justifica al impío y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová». ¿Cómo, pues, puede ser justo (Rom 3:26) Dios justificando al impío? Como puede verse por Rom 8:33, en ambos lugares el verbo «justificar» tiene un sentido «forense», legal, judicial. NO SE TRATA AQUÍ DE CAMBIAR INTERIORMENTE AL IMPÍO; eso no es obra de la justificación, sino de la regeneración. Se trata de una declaración judicial. Pero la diferencia entre Pro 17:15 y Rom 4:5 estriba en que allí un juez humano se ve obligado por la justicia misma a declarar impío al que es impío, y justo al que es justo; si pudiese cambiar en justo al impío, no sería abominación a Jehová, sino una «conversión» grandemente aceptable a Dios. En cambio, cuando Dios justifica al impío hay un cambio de situación, porque entra en juego un nuevo factor que no puede hallarse en la justificación forense de los jueces humanos: AL JUSTIFICAR AL IMPÍO, DIOS DA UN FALLO JUSTO PORQUE PUEDE REALIZAR UNA SUSTITUCIÓN: Pone al impío creyente en el lugar de su Hijo totalmente santo, y pone a su Hijo totalmente santo en el lugar del impío creyente (v. Isa 53:5, Isa 53:6; 2Co 5:21). Mediante la fe, nos es imputada la justicia de Cristo, de tal manera que no sólo somos declarados (mera función forense), sino constituidos (5:19) justos (v. el comentario a este versículo).

2. Pablo pasa a demostrar lo mismo (vv. Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39) mediante un texto de los Salmos (Sal 32:1, Sal 32:2), en que David llama «dichoso», bendecido por Dios, al que tiene perdonadas sus iniquidades y cubiertos sus pecados, pues no le son imputados. Pablo ve en esta «no imputación» del pecado una «imputación» de la justicia, como sinónimo de la «justificación del impío»; de lo contrario, la cita no le serviría para su argumentación. La cita del Salmo refuerza lo que Pablo está diciendo de justificación del impío, porque David menciona la bendición impartida por Dios a un hombre que no sólo no obra el bien, sino que obra el mal: iniquidad y pecado; eso es lo que se le habría de cargar en la cuenta, pero no se le imputa. Aunque el verbo que emplea David no es kaphar, cubrir, sino kasah, esconder, la idea es la misma: Dios esconde de su vista los pecados del creyente como si no existieran. La base de la justificación no es, pues, la inocencia del hombre, sino la benevolencia, la gracia de Dios, que no carga en la cuenta del pecador sus pecados. No cabe duda de que David tenía en mente el propiciatorio, la cubierta que tapaba las tablas de la Ley, contenidas en el Arca y quebrantadas moralmente en cada pecado condenado por la Ley. Sobre esa cubierta se rociaba la sangre de las víctimas el Día de la Expiación (v. Lev 16:1-34, todo el cap.). Como Cristo es nuestro propiciatorio en su sangre (Rom 3:25), Dios no ve nuestros pecados porque están escondidos, tapados, bajo la sangre de su Hijo amado. ¡Benditos los perdonados, porque han creído! ¿Quién rehusará este perdón, cuando sólo se le exige tomarlo por fe? Nótese que el Salmo no dice: «Dichoso el varón que no tiene pecado» (comp. con 1Jn 1:8), sino: «Dichoso el varón a quien Jehová no imputa iniquidad».

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