Romanos 6:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta sección resulta difícil de entender para los «legalistas» al estilo de J. Murray y sus epígonos ingleses, pero es clara como el agua cristalina para quien la estudie sin prejuicios.

1. Pablo comienza esta porción con una objeción parecida a la del versículo Rom 6:1, aunque el contexto y la letra son diferentes. En el versículo Rom 6:1, el supuesto objetor sugería la conveniencia de permanecer en el pecado a fin de que la gracia abundase; ahora (v. Rom 6:15) sugiere que, puesto que el régimen de la gracia es un régimen de libertad (v. el comentario a Gá. 5:13), podemos hacer cuanto nos venga en gana. ¡Otra faceta del antinomianismo!

2. A esto responde Pablo de forma muy sencilla (vv. Rom 6:16-20): El ser humano no es autónomo, no es independiente; necesita depender de otro y, por tanto, no puede excusarse de «servir». Todo depende del amo que escoja (comp. con Mat 6:24): el pecado (tras él, el diablo) o la virtud (tras ella, Dios), descrita aquí como «obediencia para la justicia» (v. Rom 6:16. Comp. con Flp 2:8, Flp 2:9), lo que muestra que el vocablo «obediencia» (lit.) y el verbo «obedecéis» de la primera parte del versículo han de entenderse genéricamente, como una voluntaria «sumisión» a alguien. Del mismo modo, el término «esclavo» (gr. doulos. Comp. con Flp 2:7) ha de tomarse de una manera genérica, como alguien totalmente dedicado al servicio de otro, con todo el ser y en todo tiempo. También los términos «libertados» (v. Rom 6:18) y «libres» (v. Rom 6:20) han de tomarse de modo genérico, en sentido de «carencia de sujeción o falta de sumisión».

3. Descartada la permisividad del libertinaje por la necesidad de «servir», el apóstol da gracias a Dios porque sus lectores, los cristianos de Roma (v. Rom 6:17), al recibir a Cristo, habían salido de la esclavitud del pecado para servir a la virtud («justicia» cumplida, v. Rom 6:18), cuando «obedecisteis (lit.; en aoristo; de una vez por todas) de corazón, dice, a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados». La «forma de doctrina» (gr. tupos didakhés) indica, como en 1Ti 1:10; 2Ti 1:13; 2Ti 4:3; Tit 1:9; Tit 2:1, la «sana enseñanza» del cristianismo, que cobra aquí un relieve especial en cuanto a la ética de la conducta. La frase suena de modo extraño, pues podríamos esperar que Pablo dijese: «que os fue entregada» o «a la que de corazón os entregasteis». La razón por la que Pablo escoge dicha expresión es explicada de modo excelente por E. Trenchard: «Pablo concibe el cuerpo de doctrina como un tipo (el sentido llega casi a «un molde») al cual los creyentes, libertados del pecado, fueron entregados para que su carácter fuese amoldado por la Palabra».

4. De esta dedicación, de una vez por todas, al recibir a Cristo, el apóstol toma ocasión, como en los versículos Rom 6:12, Rom 6:13, después de los versículos Rom 6:1-11, para exhortar a los creyentes romanos a poner por obra, en la vida diaria, la santificación (v. Rom 6:19) progresiva, que es la consecuencia necesaria de su nuevo estado, de la justificación, por la que fueron libertados del pecado (v. Rom 6:18). Las frases con que Pablo encabeza el versículo Rom 6:19: «Estoy hablando (lit. digo) en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne» significan, con la mayor probabilidad (se discute el sentido), que Pablo se veía obligado todavía a hablar en términos de «servidumbre» y no de «libertad» (según aquello de Agustín: «Ama, y haz lo que quieras, pues de la buena raíz del amor no puede brotar fruto malo»), porque sus lectores romanos eran aún débiles de comprensión y, quizás también, de voluntad, por aquello de «debilidad de vuestra carne», como dice el original literalmente.

5. El apóstol termina esta porción al presentar de forma clara y viva los resultados finales respectivos, o frutos, del pecado y de la virtud (vv. Rom 6:21-23).

(A) Al aludir al «antes», al tiempo en que los creyentes de Roma eran esclavos del pecado, les pregunta Pablo (v. Rom 6:21): «¿Qué fruto teníais entonces, cuál era la cosecha (comp. con Gál 6:8), en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin (el término al que van a parar) de ellas es muerte». Sí que había fruto, pero fruto de perdición. Téngase en cuenta que «muerte», en sentido bíblico y, en especial, paulino, comprende la muerte espiritual (pérdida del favor y de la amistad con Dios), la muerte física y la muerte eterna. Así ha de entenderse incluso en Rom 5:12. No vendrán mal unos momentos de autoexamen: ¿De veras estamos avergonzados, confusos, arrepentidos, de nuestros antiguos desvaríos? ¿O seguimos acariciándolos y gustando de ellos? En este último caso, ¿no tendríamos motivos para dudar de una sincera conversión? Cierto, una cosa es sentir el atractivo de la tentación, y otra el consentir en la pecaminosidad a la que induce.

(B) En contraste con los amargos frutos del pecado, el apóstol (v. Rom 6:22) condensa maravillosamente los buenos, dulces, frutos de la gracia en las tres fases de la salvación: (a) En la justificación, por partida doble, hubo una liberación del pecado para entrar al servicio de Dios (comp. con vv. Rom 6:17-19); (b) en la santificación se obtiene el fruto de aquella entrega a Dios en la conversión; no se habla de fruto en la justificación por la fe, pues aquello no fue fruto, sino raíz (Col 2:6, Col 2:7); (c) En la glorificación, se obtiene la vida eterna en su estado final, escatológico.

(C) Pablo cierra esta porción (v. Rom 6:23) sobre la victoria del cristiano contra el pecado, al resumir admirablemente el contraste tremendo que existe entre una vida de libertinaje en el pecado, y la vida de gloriosa libertad en la entrega al Señor: «Porque el sueldo del pecado (es) muerte, mas la dádiva (gr. khárisma, don) de Dios, vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (lit.). Antes de entrar en el detalle del versículo, es preciso hacer tres observaciones: (a) El «sueldo» (de donde procede el vocablo «soldado») significa, en el original, el salario (de «sal») que cobraban los militares en especie; (b) la «dádiva» es, en el original, khárisma, que, de suyo, significa «favor» o «gracia» cristalizada en algo concreto; subraya el carácter gratuito, inmerecido, de la vida eterna. No se suele traducir por «don» aquí, a fin de no confundir su sentido en este versículo con el que tiene en 1Co 12:4, 1Co 12:9, 1Co 12:30, 1Co 12:31, por ejemplo; más bien equivale al término «doron», regalo, como en Efe 2:8. (c) Mientras en Rom 5:21, Pablo habla de «vida eterna MEDIANTE Jesucristo», aquí dice: «vida eterna en Jesucristo». Como observa J. Murray, la diferencia es digna de notarse, pues aquí el énfasis «cae sobre la verdad de que es en Cristo Jesús como existe la vida eterna en los creyentes». Pasemos ya al contraste que ofrece Pablo:

Primero, en lo que se recibe por servir a un amo o al otro: Por servir al pecado (es decir, al diablo) se recibe muerte, esto es, eterna perdición; por servir a Dios se recibe vida eterna en Cristo, de cuya plenitud la recibimos (Jua 1:16).

Segundo, en la forma en que se recibe: El diablo lo da como sueldo en especie; no lo da en moneda corriente, con lo que podría cambiarse por algo mejor; como en el dicho aragonés: «Ahí tienes las lentejas; o las tomas o las dejas». En cambio, Dios lo da como regalo, del que nunca revoca lo que ha prometido (Rom 11:29).

Tercero, en lo que el hombre hace para recibirlo: Para recibir el sueldo del diablo, el pecador tiene que obrar, es decir, trabajar, pues es un salario, no un regalo. ¡Trabajar para el diablo, para recibir como sueldo la perdición! En cambio, para recibir la vida eterna, el pecador no obra, sino cree en el que justifica al impío (Rom 4:5). Con sólo creer, recibe de Dios un regalo tan grande que, con ser Dios infinito en riqueza, no puede dar un regalo mayor. Al cielo se va sin merecerlo, pero al infierno se va «por méritos».

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