Rut 1:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Noemí y Rut, tras un fatigoso viaje, llegaron, por fin, a Belén. Y llegaron muy a tiempo: al comienzo de la siega de la cebada (v. Rut 1:22), que era la primera de las cosechas, antes de la del trigo. Así tenían la oportunidad de proveerse para el invierno.

I. La conmoción del vecindario de Belén ante la llegada de ellas: Toda la ciudad se conmovió por causa de ellas (v. Rut 1:19). Sus convecinas se reunieron en torno de ella, para darle la bienvenida y preguntarle cómo se hallaba. Al verla ahora viuda y sin hijos, y acompañada de una nuera, también viuda, suscitó la compasión del vecindario de la pequeña ciudad. Por eso decían: ¿No es ésta Noemí? Como dice el adagio español: ¡Quién te ha visto y quién te ve! Quienes la conocían de antiguo estaban sorprendidas de verla envejecida y alterada por las aflicciones. Los pesares y las aflicciones alteran el rostro de las personas hasta hacerlas irreconocibles. Dios, por medio de su gracia, nos prepara para tales cambios, especialmente para el gran cambio que es la muerte.

II. La reacción de Noemí ante las preguntas de antiguas vecinas y compañeras: No me llaméis Noemí (que significa placentera), sino llamadme Mara (es decir, amarga), porque en grande amargura me ha puesto el Shadday (Todopoderoso o, mejor, Todosuficiente) (v. Rut 1:20).

1. Menciona primero, aunque sin murmurar contra la Providencia, su cambio de situación económica: me fui llena (al menos, con el marido y los hijos vivos), pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías: viuda y sin hijos y, probablemente, sin otros bienes que el vestido que llevaba, después de haber tenido que vender sus bienes y sus enseres (v. Rut 1:21). En esto reconoce la mano de Dios, lo cual es una buena consideración, pues quien tiene fe en el Dios que vacía, puede confiar en el Dios que sabe cómo volver a llenar.

2. En conformidad con este cambio que se ha obrado en su situación, les pide que no la llamen por su antiguo nombre, sino con otro que cuadre mejor a su estado actual: «No me llaméis Noemí pues ya no hay en mí nada placentero, ni para mí misma ni para mis amistades, sino llamadme Mara, pues estoy llena de amargura». Si Dios ha decidido amargarla de momento, se somete a sus inescrutables designios. Una aflicción bien llevada, siempre nos hace bien: «La tribulación produce paciencia» (Rom 5:3).

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