Santiago 2:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Si hubiésemos de resumir en una sola frase el ideario de Santiago, ésta podría ser una de las más aptas: «El cristiano ha de obrar siempre en conformidad con su fe» (Salguero). Con esa frase puede resumirse bien lo que Santiago ha dicho en el capítulo Stg 1:1-27 y lo que va a decir en todo el capítulo Stg 2:1-26. En la primera sección del presente capítulo, muestra que el favoritismo es incompatible con la genuina fe cristiana.

1. Comienza (v. Stg 2:1) por sentar la proposición general: «Hermanos míos, como creyentes que sois en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no mostréis favoritismo alguno». Mostrar favoritismo (lit. tener aceptación de personas en atención a su aspecto exterior ) es ser parcial a favor de personas de dinero y posición social dentro de la congregación. Tal actitud, viene a decir Santiago, es inconciliable con la profesión de la fe cristiana, la cual está centrada en nuestro Señor Jesucristo, Señor de los ricos lo mismo que de los pobres (comp. con Efe 6:9). Así como el Señor no tiene favoritismos, puesto que recibe a todo el que a Él se allega, sea rico o pobre (Jua 6:37), así tampoco el discípulo de Cristo ha de mostrar parcialidad. La mención de la gloria del Señor es aquí muy oportuna, para dar a entender que la gloria de los ricos es vana.

2. A continuación (vv. Stg 2:2-4) ilustra su enseñanza con un ejemplo que ojalá no fuese demasiado frecuente en nuestras propias congregaciones: «Suponed que en el lugar en que estáis reunidos entra un señor con un anillo de oro en el dedo y vistiendo un espléndido traje, y entra también un pobre con su traje raído. Si mostráis una atención especial al que va espléndidamente vestido y le decís: Aquí hay una buena butaca para ti , mientras le decís al pobre: Tú quédate ahí de pie , o: Siéntate en el suelo a mis pies , ¿no es verdad que habéis hecho discriminación entre vosotros y os habéis portado como jueces que razonan perversamente?» (NVI). El sentido queda espléndidamente claro en la traducción de la NVI, pero vale la pena analizar algunos detalles que destacan en el original.

(A) Para describir el lugar de reunión, Santiago usa el termino sunagogué (sinagoga). No hay razón para dudar de que se trata de una reunión eclesial, pues la distinción entre los términos iglesia y sinagoga en las comunidades cristianas se fue haciendo poco a poco, teniendo además en cuenta la antigüedad de esta epístola y su trasfondo judío.

(B) El aspecto exterior del rico es descrito muy gráficamente, pues Santiago lo llama «varón con dedo de oro en ropaje brillante» (lit.). ¡Con tantos anillos que el dedo parece de oro, y con vestidura tan rozagante y esplendorosa que lanza destellos! Fascinado por tan pomposos arreos, el que preside la asamblea le ofrece el asiento más cómodo y honorable.

(C) En cambio, el pobre se presenta en traje sórdido (gr. rhupará), raído por el uso y la suciedad, no por descuido suyo, sino por falta de medios económicos. Al no saber sobreponerse al asco que quizá le causa la apariencia exterior de tal persona, el líder de la asamblea lo trata con la mayor desconsideración.

(D) El ejemplo que acaba de poner no es hipotético, sino real, como se aprecia por la pregunta que dirige a sus lectores (v. Stg 2:4), y se confirma por el contexto posterior (vv. Stg 2:5-9). En cuanto a las frases que les dirige, a pesar de la traducción que ofrecen todas las versiones que conozco, creo que J. Salguero y T. Carson están en lo cierto al hacer notar que el verbo (diekríthete) está en pasiva, lo mismo que en Stg 1:6 y, por tanto, tiene el sentido de «estar dividido en sí mismo». Salguero propone la siguiente traducción de este versículo: «¿No sois inconsecuentes con vosotros mismos y venís a ser jueces perversos?» Y añade: «En cuyo caso significaría que los cristianos dudan, están divididos entre si atender a Cristo o al mundo. Tienen fe, pero obran como si no la tuvieran. De este modo se evita la tautología al evitar la repetición del verbo juzgar».

3. Razona Santiago (vv. Stg 2:5-7) con varias consideraciones la acusación que acaba de lanzarles: «Escuchad, mis queridos hermanos: ¿No es verdad que Dios ha escogido a los que son pobres a los ojos de este mundo, para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que os están explotando y también los que os arrastran ante los tribunales? ¿No son ellos los que dejan en mal lugar el glorioso nombre de Aquel a quien vosotros pertenecéis?» (NVI).

(A) Basta leer Mar 6:3 y Luc 2:24 (comp. con Lev 12:8) para darse cuenta de que Santiago habla por propia experiencia de menospreciado a causa de la modesta posición en que se crió. Aunque la llamada «Teología de la liberación» tiende a desnivelar la escala de valores al dar mayor relieve a lo economicosocial que a lo espiritual, es muy cierto lo que se ha dicho de esta epístola (en especial, de la porción que tenemos delante y de Stg 5:1-6) que, leída en muchos púlpitos sin mencionar al autor, fácilmente podría pasar por una especie de manifiesto revolucionario y caer bajo la censura y prohibición de las autoridades.

(B) Sin embargo, el tono que adopta Santiago no es el de áspera reprensión, sino el de afectuosa invitación a reflexionar: «¡Escuchad, mis queridos hermanos …!» Como si dijese: «Paraos un momento a pensar y me daréis la razón». Tres son las reflexiones que les hace:

(a) Dios ha escogido (v. Stg 2:5) a los pobres en riquezas materiales para hacerlos ricos en las riquezas espirituales que la fe proporciona, y herederos del reino (comp. con Mat 5:3) que ha prometido a los que le aman (comp. Stg 1:12). ¿Es que los ricos están excluidos de la salvación? ¡No! (v. Mat 19:24-26). Pero los pobres a los que Santiago se refiere (v. 1Sa 2:8; Sal 113:7; Sof 3:12; Mat 5:3; Luc 1:52; Luc 6:20; 1Co 1:26.), al no tener en este mundo las satisfacciones que los ricos encuentran, se hallan más libres de los muchos peligros que las riquezas ocasionan y más inclinados a depender de la providencia divina. Para aclarar ideas, bueno será tener en cuenta que «en Israel, la pobreza era, en un principio, un mal y la riqueza un bien … Pero, andando el tiempo, la experiencia … hizo que se modificase esta concepción … Dentro de Israel había algunos ricos y poderosos, pero con la particularidad de que aparecían como malvados, despreciadores de la justicia y opresores del pobre, mientras éste aparece como el piadoso que no tiene más apoyo que Jehová. Con este motivo se efectúa una espiritualización del concepto de pobreza o de pobre , que viene a ser sinónimo de piadoso (cf. Sal 86:1; Sal 132:15, Sal 132:16). Y los pobres, en este sentido, serán los beneficiarios de las promesas mesiánicas (cf. Isa 61:1; Mat 11:5)» (J. Alonso). En este contexto ha de entenderse la Epístola de Santiago.

(b) Santiago recrimina (v. Stg 2:6) a los destinatarios de la carta por haber afrentado al pobre ¡a quien Dios ha escogido! Para mayor vergüenza de ellos, están mostrándose parciales a favor precisamente de quienes les oprimen (comp. con Stg 5:4) y les arrastran ante los tribunales (comp. con 1Co 6:1-11). Explicar en detalle este extraño fenómeno de la psicología humana no es propio de este lugar, pero baste constatar este hecho de masoquismo mental por el que se llega a respetar y adular (muchas veces, es cierto, insinceramente) a señorones y dictadores de todo tipo.

(c) Finalmente, les hace ver que son los ricos, los que les oprimen y arrastran ante los tribunales, los que dejan en mal lugar (lit. blasfeman, es decir, hacen que se hable mal) el glorioso nombre de Aquel a quien ellos pertenecen (NVI). La fraseología literal del texto («blasfeman el nombre excelente, el que fue invocado sobre vosotros») es típicamente judía. Primero, en cuanto al uso del verbo blasfemar (comp. con 2Sa 12:14, por ejemplo). Segundo, al evitar la mención de Dios, limitándose a decir el nombre. Tercero, por el uso de la frase, tan repetida en el Antiguo Testamento, «sobre nosotros es invocado tu nombre» (v. Deu 28:10; 2Cr 7:14; Jer 14:9; Jer 15:16; Jer 25:29; Dan 9:18, Dan 9:19; Amó 9:12). El propio Santiago, al citar precisamente de Amó 9:11, Amó 9:12, usó la frase (v. Hch 15:17). Significa que era privilegio de los israelitas invocar el nombre de Jehová. ¿Se refiere aquí Santiago al nombre de Jehová? Ésa es mi opinión personal (v. Jua 17:6), siguiendo a Knowling (citado por T. Carson), quien asegura: «No es probable que un judío asociase la blasfemia con un nombre inferior a un nombre divino» (v. Lev 24:11; Hch 26:11). Sin embargo, la mayoría de los autores (son notables las referencias de la Ryrie Study Bible a Hch 11:26 y 1Pe 4:16) ven aquí el nombre de Cristo (comp. con Hch 4:12; Flp 2:9) o el de cristiano. Esto último me parece improbable, ya que Santiago no usa el verbo kaléo, llamar, sino epikaléo, invocar. Sólo como ilustración provechosa me permito citar el caso de Alejandro Magno, quien dijo a un soldado suyo que también se llamaba Alejandro, pero no sobresalía precisamente por su valentía: «O cambias de conducta o cambias de nombre».

4. En los versículos Stg 2:8 y Stg 2:9, Santiago puntualiza que no es malo amar y prestar la debida consideración a los ricos, con tal que no se haga discriminación, sino que se trate también del mismo modo a los pobres. Dicen así dichos versículos en la New American Standard Translation, que es la que mejor vierte aquí la letra misma del original: «Si, no obstante, estáis cumpliendo la regia ley, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo , estáis obrando bien. Pero si mostráis parcialidad, estáis cometiendo pecado y quedáis convictos por la ley como transgresores». Solamente dos puntos requieren aclaración:

(A) Santiago llama ley (esto es, norma) regia al mandamiento de amar al prójimo (v. Lev 19:18), porque sirve de base y compendio a toda la Escritura, según afirmó el propio Señor Jesús (Mat 22:40, comp. con Mat 7:12); o, mejor aún, porque es la ley del Reino de Dios, «la ley de la libertad» (comp. con el v. Stg 2:12 y con Stg 1:25).

(B) El que muestra favoritismo es condenado por la Ley misma como transgresor. (En efecto, la Ley condenaba la acepción de personas, como puede verse en Lev 19:15; Deu 1:17; Deu 16:19, Deu 16:20.)

5. Para mostrar la gravedad de este pecado, Santiago les hace ver que el quebrantamiento de la Ley en este punto, como en cualquier otro, constituye una transgresión de la Ley entera, pues la Ley de Dios forma un todo compacto (vv. Stg 2:10, Stg 2:11): «Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también dijo: No cometerás homicidio. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero cometes homicidio, ya te has hecho transgresor de la ley». Ésta es una lección muy importante, que a todos nos conviene aprender y recordar:

(A) Santiago no hace distinción entre muchos y pocos pecados, ni entre pecados graves y leves. Para él, todo pecado es un quebrantamiento de la ley entera. La razón es que cada precepto de la Ley es expresión de la voluntad de Dios y está, por tanto, respaldado por la autoridad de Dios. Así que quien lo quebranta se rebela contra la voluntad divina y menosprecia la autoridad soberana de Dios. Esta enseñanza se halla tambien en la literatura rabínica. Decía el Rabi Yohanán (Juan): «Aquel que dice: Yo acepto toda la Ley excepto una palabra, desprecia la palabra del Señor y hace nulos sus preceptos».

(B) El autor sagrado cita dos mandamientos de la segunda tabla, a fin de ilustrar concretamente lo que acaba de decir. Extraña, a primera vista, que cite primero el adulterio antes que el homicidio, al ser así que, en la promulgación del Decálogo, aparecen en orden inverso. La razón es que Santiago está citando de la versión de los LXX según el códice Vaticano, el cual, por cierto, es uno de los dos más antiguos que se conservan. En dicho MSS, esos dos mandamientos aparecen en el orden que sigue Santiago aquí.

(C) Una sencilla ilustración servirá para aclarar este punto: Si una persona está sujeta y aprisionada con una cadena de múltiples grilletes, no es menester romper todos los grilletes para soltarlo; basta romper uno para que se quede libre de todos. De la misma manera, el que quebranta un mandamiento divino, se suelta de la obligación (término que significa «atadura») que tiene de cumplir la Ley.

6. Los versículos Stg 2:12 y Stg 2:13 no contienen una nueva exhortación, sino que guardan estrecha conexión con lo que precede, pues su sentido es el siguiente: «Puesto que el que quebranta un solo precepto de la Ley incurre en transgresión de toda la Ley y, por tanto, le espera un juicio severo, es menester tratar a todos, de palabra y de obra, con el mismo amor y respeto, evitar todo favoritismo y percatarse de que cada uno será medido con la misma medida que emplee» (comp. con Mat 5:7; Mat 6:14, Mat 6:15; Mat 18:21-35; Mat 25:34-46). Dicen así dichos versículos en la NVI: «Hablad y actuad como quienes van a ser juzgados por la ley que nos hace libres (comp. con el v. Stg 2:8 y con Stg 1:25), porque al que no haya practicado la misericordia, le aguarda un juicio sin misericordia; pero el misericordioso se regocija cuando le llega el juicio».

(A) Santiago dice «Hablad y actuad …», pues ambas cosas entran en el comportamiento que observamos en el versículo Stg 2:3 y que el autor sagrado tiene en cuenta al escribir esto.

(B) Las dos últimas palabras del versículo Stg 2:12, en el griego original (méllontes krínesthai, estando a punto de ser juzgados. Lit.) indican que Santiago tenía por inminente dicho juicio, por considerar inminente la Segunda Venida del Señor. De ahí la urgencia a comportarse como es debido.

(C) Los lugares que hemos citado arriba (en paréntesis) del Evangelio según Mateo, nos dan a conocer suficientemente la mente del Señor Jesucristo sobre el juicio sin misericordia que le aguarda al que no haya practicado la misericordia.

(D) Pero el misericordioso no tiene nada que temer del juicio de Dios, ya que el que hace misericordia muestra prácticamente su amor al prójimo (comp. con 1Jn 3:17, 1Jn 3:18), y el que ama al prójimo cumple toda la Ley, no la quebranta en ningún punto. Por eso, contempla el juicio venidero, no con miedo, sino con gozo. Dice Salguero: «Dios juzgará con severidad al que no tenga misericordia. Pero el que sea misericordioso no tiene por qué temer, pues cuando sea juzgado obtendrá victoria. La misericordia, en la lucha entablada con el juicio, logrará el triunfo».

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