Significado de ANTROPOLOGÍA Según La Biblia | Concepto y Definición

ANTROPOLOGÍA Significado Bíblico

¿Qué Es ANTROPOLOGÍA En La Biblia?

La antropología bíblica trata acerca del origen, la naturaleza esencial y el destino de los seres humanos. Estos no tendrían conocimiento de su naturaleza depravada ni de la labor salvadora de Dios si no fuera por la obra de la Palabra, tanto encarnada como inscripta en nuestro corazón y mente. El AT utiliza cinco palabras para “hombre”. Adam puede ser individual o colectiva y puede incluir tanto a los hombres como a las mujeres (Gén 5:1-2). Josefo declara que “adam” significa “rojo” porque el primer hombre fue formado a partir de “la tierra roja”. Lo más probable es que esté relacionada con la misma palabra árabe que significa “criaturas” o “humanidad”. Ish en el AT se usa con más frecuencia para el género masculino y para referirse a un hombre en contraposición a Dios (Núm 23:19), a un hombre como diferente de una mujer (Gén 2:23), a un hombre como diferente de una bestia (Éxo 11:7), a un hombre como esposo (Gén 3:6), a un hombre como padre (Ecl 6:3) y a un hombre valiente (1Sa 4:9). Enosh es generalmente una referencia poética a un hombre en forma individual (Job 5:17), a los hombres en sentido colectivo (Isa 33:8) o a la humanidad en general (Job 14:19). Geber deriva de un verbo que significa ser “fuerte” o “poderoso” y se utiliza en forma poética para distinguir a los hombres de aquellos a quienes se protege, es decir, las mujeres y los niños. Metim se puede referir a varones (Deu 2:34), a una cantidad de hombres (Gén 34:30) o a la gente (Job 11:4).
Asimismo, el NT utiliza alrededor de cinco palabras para aludir a “hombre”. Anthropos, al igual que Adam, se utiliza para referirse a los hombres como una clase (Jua 16:21), en contraste con las otras formas de vida (plantas, animales; Mat 4:19), como el equivalente de las personas (Mat 5:13) y como un ser físico (Stg 5:17) sujeto al pecado (Rom 5:18) y a la muerte (Heb 9:27). Anthropos se utiliza en relación con Cristo como representante de toda la humanidad (1Co 15:21). Aner, al igual que ish, se usa para referirse a un hombre a diferencia de una mujer (Mat 14:21), a un hombre a diferencia de un muchacho (1Co 13:11) y a un hombre como esposo (Mat 1:16). También se utiliza en relación con Jesús como el Hombre a quien Dios designó para ser juez de todos los hombres (Hch 17:31). Thnetos se refiere a un hombre como mortal en referencia a la carne (sarx, 2Co 4:11), al cuerpo (soma, Rom 6:12) y al hombre mortal en general (1Co 15:3). Psyche es el alma, el yo y la vida (Jua 10:11; comp. nephesh, Gén 2:7). Arsen también se usa para distinguir lo masculino de lo femenino (Mat 19:4; comp. LXX; Gén 1:27; Rom 1:27).
La creación
Las Escrituras no indican que Dios haya creado a los seres humanos a causa de una necesidad o porque se sentía solo. Puesto que Dios es independiente, no había necesidad de que creara la humanidad (Job 41:11; Hch 17:24-25). Él no tiene necesidad de sentirse completo o realizado fuera de sí mismo. Por lo tanto, Dios tiene que haber creado a los seres humanos para Su gloria (Isa 43:6-7; Rom 11:36; Efe 1:11-12). En consecuencia, los seres humanos deben deleitarse en su Hacedor y procurar conocerlo (Sal 37:4; Sal 42:1-2; Mat 6:33).
Debido a que los seres humanos fueron creados por Dios para Su gloria, es lógico que la humanidad refleje Su “semejanza” o “imagen” (Gén 1:26-31; Gén 5:1-3). La creación de los seres humanos fue buena (Gén 1:31) y fueron los seres más elevados en el orden creado (Gén 1:26; Sal 8:1-9). En su condición de creación más elevada, se les dio responsabilidad sobre la tierra como representantes de Dios y encargados de cuidar el orden creado (Gén 1:26-31). Todos los seres humanos fueron creados a Su imagen. Mientras que “semejanza” no indica similitud física, aun el cuerpo refleja la gloria de Dios y es el medio por el cual los seres humanos llevan a cabo los propósitos divinos. La imagen se encuentra particularmente en la mente y el corazón. El hecho de haber sido creada a la imagen de Dios separa a la humanidad del resto de la creación. Específicamente, abarca las siguientes cualidades: moral (rectitud original, Ecl 7:29), mental (capacidad de razonamiento y conocimiento, Isa 1:18; Rom 12:2; Col 1:10; 1Jn 5:20) y espiritual (Gén 2:7; Job 20:3; 1Co 2:12-14; 1Co 15:35-50). Sin embargo, el propósito de ser creados con estas capacidades es que los seres humanos sean aptos para conocer a su Creador y que sean conocidos por Él. Por lo tanto, la capacidad racional con la que glorificamos a Dios, lo anhelamos y nos deleitamos en Él incluye a las demás. Esa relación tiene como propósito glorificar a Dios y deleitarnos en Él para siempre (Sal 16:11).
La redención
La imagen de Dios se ha dañado a causa de la caída. La imagen no se ha destruido sino que solamente se ha corrompido (Stg 3:9). Esta corrupción es universal, y afecta a todos sin distinción de raza, sexo, educación ni condición social (Rom 3:10-26). Se entiende que los seres humanos tienen vestigios de la imagen de Dios porque la Biblia habla acerca de la necesidad de restaurarla (Rom 8:29; 1Co 3:18; Efe 4:23-24; Col 3:10). Por causa del pecado, los seres humanos necesitan redención o regeneración a fin de que la imagen se pueda renovar y se restaure la capacidad de relacionarse con Dios. El pecado nos separa del propósito previsto de glorificar a Dios (Rom 3:23). En consecuencia, los seres humanos debemos depender completamente de Dios para que Él revele Su gloria como así también nuestra depravación. Se producen dos resultados cuando Él nos revela Su gloria: el conocimiento de Dios y el conocimiento de nuestra iniquidad (Eze 39:21-23; Rom 3:21-26). En la naturaleza corrupta, la humanidad rechaza la revelación de la gloria de Dios. Esto trae como resultado una falta de conocimiento tanto de Dios como de nuestra condición (Rom 1:18-32). Él ha entregado a la humanidad a una mente depravada (Rom 1:28). Aquellos que han caído a causa del pecado, y que no tienen el conocimiento de Dios, están separados de la gloria divina y van a la destrucción eterna (2Ts 3:1-3).
Debido a la corrupción de la imagen, la única esperanza de conocer a Dios y de reconocer nuestra depravación es a través de la revelación de la Palabra de Dios, escrita y encarnada. El medio por el cual los seres humanos somos redimidos es mediante el don gratuito de Cristo (Jua 3:16). Por medio de esta expiación sustitutoria en la cruz podemos ser creados de nuevo (Gál 6:14-15; 2Co 5:14-19). Cristo representa la imagen verdadera de Dios (Jua 12:45; Col 1:15) como el segundo Adán (1Co 15:45-47). Esa semejanza solo puede tener lugar en los seres humanos caídos cuando estos son colocados en unión con Cristo (Rom 12:1-2). El conocimiento que Dios da de sí mismo por medio de Su gloria es lo único que se necesita para escapar de nuestra corrupción y participar de la naturaleza divina (1Pe 1:2-4). A través de la re-creación, el propósito de la creación se restaura, o sea, glorificar a Dios y deleitarnos en Él. Nuestra redención obra este propósito de Dios (Efe 1:3-5), quien perdona nuestro pecado para Su gloria (Sal 79:9). Esta obra divina es una tarea en desarrollo que se completará en el regreso de Cristo (Flp 1:6; 1Jn 3:2).
La constitución
La Biblia habla de los seres humanos como una unidad de cuerpo y alma/espíritu (Gén 2:7). Aunque existen referencias negativas a la carne como pecaminosa, otros hablan de ella en relación con la unidad de que somos parte (Sal 63:1). Si bien hay una parte inmaterial que puede existir sin el cuerpo (1Co 14:14; Rom 8:16; 2Co 5:8), este no es la única parte afectada por el pecado. El pecado incluye el entendimiento y el corazón (Efe 4:18). El cuerpo se puede referir a la totalidad de una persona (Rom 7:18), a la carne (Rom 8:7-8), a la mente y a la conciencia (Tit 1:15), y al pensamiento y la intención (Gén 6:5). En consecuencia, el cuerpo, la carne, el alma, el espíritu, la mente, la conciencia, el corazón, la voluntad y las emociones no son partes diferentes de un ser humano que existen independientemente, sino que constituyen la totalidad de esa persona. El espíritu, tanto como la carne, necesita ser rescatado de la corrupción y conformado a la imagen de Cristo (2Co 7:1).
Implicancias teológicas
Los seres humanos tienen valor porque han sido creados a la imagen de Dios (Gén 9:6). Este valor no está basado en ningún mérito sino que es otorgado por Dios (Sal 8:4-6). Él valora a los seres humanos más que a las aves y a las flores (Mat 6:26-29) porque nosotros fuimos creados con la capacidad moral, mental y espiritual de disfrutar de Él y glorificarlo. Ni la creación ni la re-creación se basan en el mérito sino amar Su nombre (Isa 48:9-11). Cristo se entregó a sí mismo “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efe 1:6). Los seres humanos “son dignos de muerte” (Rom 1:32). Solo Cristo es digno (Apo 5:1-14) y nosotros tenemos dignidad solamente por virtud de que Él nos haya creado y redimido (Apo 4:11). La redención refleja y manifiesta la gloria de Dios en que, aunque las personas pecadoras eran indignas (Mat 25:30; Tit 1:16), Cristo, el Digno, murió por nosotros.
Los seres humanos son frágiles y depravados. Estamos sujetos a enfermedad, angustia y muerte (Job 5:6; Sal 103:14-16; Sal 144:3-4). Somos concebidos en iniquidad (Sal 51:5) y no podemos hacer nada para cambiar nuestra naturaleza (Jer 13:23). El pecado es universal para la raza humana (Rom 3:1-31) y para la constitución de cada ser humano (Gén 6:5).
Los seres humanos son creados y redimidos para la gloria de Dios y para disfrutar de Él para siempre. La naturaleza humana no era corrupta cuando Dios la creó sino solo cuando Adán la manchó. A pesar de la depravación de los seres humanos por causa de la caída, Dios puede recrearnos y restaurar nuestra imagen corrompida por medio del segundo Adán. Solo cuando Dios se nos revela por medio de Cristo y Su Palabra, nos unimos a Cristo y, como resultado, nos reconocemos a nosotros mismos como depravados y a Cristo como nuestro único Redentor. Una vez que comienza el proceso de restauración, se concretará completamente. Mediante la sangre de Cristo, los hombres y las mujeres redimidos darán gloria a Su nombre y disfrutarán de Él para siempre, cumpliendo de este modo el propósito original para el que fueron creados (Flp 2:5-11).
Los seres humanos son considerados responsables tanto en forma individual como comunitaria. Cada persona da cuenta de sus propias acciones; sin embargo, somos llamados no solo a amar al Señor Dios con todo nuestro ser sino también a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Según Gén 5:1-2, parte de la imagen de Dios se refleja en la creación de los varones y las mujeres. A diferencia de Dios, los seres humanos son interdependientes; es decir, nos necesitamos los unos a los otros. Esto conlleva implicancias significativas en cuanto a la responsabilidad mutua entre los seres humanos al vivir juntos en este mundo para la gloria de Dios y conforme a Sus propósitos. Ver Creación; Ética; Humanidad; Muerte; Salvación; Pecado; Vida eterna.

David Depp

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