Significado de BABILONIA Según La Biblia | Concepto y Definición

BABILONIA Significado Bíblico

¿Qué Es BABILONIA En La Biblia?

Ciudad estado del sur de la Mesopotamia durante la época del AT que finalmente se convirtió en un gran imperio que absorbió a la nación de Judá y destruyó Jerusalén.
Historia
La ciudad de Babilonia se fundó en un momento desconocido de la antigüedad sobre el Río Éufrates, alrededor de 80 km (50 millas) al sur de la actual Bagdad. Los nombres españoles “Babilonia” y “Babel” (Gén 10:10; Gén 11:9) se traducen de la misma palabra hebrea (babel). Es probable que Babilonia haya sido un centro cultural importante durante el período de las primeras ciudades estado sumerias (antes del 2000 a.c.), pero los niveles arqueológicos correspondientes a ese sitio se encuentran bajo capas freáticas actuales y permanecen inexplorados.
Babilonia surgió del anonimato poco después del 2000 a.c. , un período aproximadamente contemporáneo al de los patriarcas hebreos. En esa época se estableció en la ciudad un reino independiente bajo una dinastía de occidentales semíticos o amorreos. Hammurabi (1792–1750 a.c.), el sexto rey de esta primera dinastía babilónica, levantó un imperio de extensión considerable mediante tratados, vasallaje y conquistas. A partir de ese momento, Babilonia fue considerada la sede política de la Mesopotamia del sur, la región denominada Babilonia. La dinastía amorrea de Babilonia alcanzó su clímax bajo el reinado de Hammurabi. No obstante, los gobernantes subsiguientes vieron que su alcance iba disminuyendo hasta que, en el 1595 a.c. , los hititas (heteos) saquearon Babilonia. Después de su retirada, miembros de la tribu kasita tomaron el trono. La dinastía kasita gobernó durante más de cuatro siglos, un período de relativa paz pero de estancamiento. Poco se sabe hasta alrededor del 1350 a.c. , cuando los reyes babilónicos mantuvieron correspondencia con Egipto y lucharon frente al creciente poder de Asiria en el norte. Después de un breve resurgimiento, la dinastía kasita llegó a su fin con la invasión elamita en el 1160 a.c.
Cuando los elamitas se retiraron hacia su tierra natal iraní, príncipes nativos de la ciudad babilónica de Isin fundaron la cuarta dinastía babilónica. Después de un breve período de gloria en el que Nabucodonosor I (aprox. 1124–1103 a.c.) invadió Elam, Babilonia entró en una era oscura durante la mayor parte de los dos siglos subsiguientes. Las inundaciones, el hambre, un amplio establecimiento de tribus nómadas arameas y la llegada de los caldeos desde el sur plagaron Babilonia durante este período de confusión.
Durante la época del Imperio Asirio, Babilonia estuvo dominada por este belicoso vecino del norte. Una disputa entre dinastías que tuvo lugar en Babilonia en el 851 a.c. provocó la intervención del rey asirio Salmanasar III. Los reyes babilónicos continuaron siendo independientes pero nominalmente sujetos a la “protección” asiria.
Una serie de golpes de estado en Babilonia impulsaron al asirio Tiglat-pileser III a entrar en la ciudad en el 728 a.c. y proclamarse rey bajo el título real de Pulu (Pul en 2Re 15:19; 1Cr 5:26). Al año siguiente murió. Para el 721 a.c. el caldeo Marduk-apal-iddina, Merodac-baladán del AT, gobernaba Babilonia. Con el respaldo de los elamitas resistió las arremetidas del asirio Sargón II en el 720 a.c. Babilonia consiguió una independencia momentánea, pero en el 710 a.c. Sargón volvió a atacar. Merodac-baladán fue obligado a huir a Elam. Sargón, tal como lo había hecho Tiglat-pileser antes que él, tomó el trono de Babilonia. En el 705 a.c. , ni bien Sargón murió, Babilonia y otras naciones, incluyendo Judá bajo el reinado de Ezequías, se rebelaron contra el dominio asirio. Merodac-baladán había regresado de Elam a Babilonia. Es probable que en este contexto haya enviado emisarios ante Ezequías (2Re 20:12-19; Isa 39:1-8). En el 703 a.c. , el nuevo rey asirio Senaquerib atacó Babilonia. Derrotó a Merodac-baladán, quien volvió a huir. Finalmente murió en el exilio. Después de un período de considerable intriga en Babilonia se desencadenó otra revolución contra Asiria propiciada por los elamitas. Como venganza, Senaquerib destruyó la ciudad sagrada de Babilonia en el 698 a.c. Los babilonios interpretaron que su muerte, llevada a cabo por sus propios hijos (2Re 19:37) en el 681 a.c. , fue un juicio divino producto de este ataque impensable. Esar-hadón, hijo de Senaquerib, inmediatamente comenzó a reedificar Babilonia a fin de ganarse la lealtad del pueblo. Luego de su muerte, el príncipe coronado Asurbanipal gobernó en Asiria, mientras que otro hijo ascendió al trono de Babilonia. Todo anduvo bien hasta el 651 a.c. , cuando el rey babilónico se rebeló contra su hermano. Asurbanipal finalmente prevaleció y fue coronado rey de una Babilonia resentida.
El domino asirio pereció con Asurbanipal en el 627 a.c. Al año siguiente Babilonia cayó en manos del jefe caldeo Nabopolasar, primer rey del Imperio Neobabilónico. En el 612, con la ayuda de los medos, los babilonios saquearon Nínive, la capital asiria. Los remanentes del ejército asirio se reunieron en Harán en la región norte de Siria que fue abandonada ante el acercamiento de los babilonios en el 610 a.c. No obstante, Egipto desafió a Babilonia en cuanto al derecho de heredar el imperio de los asirios. El faraón Necao II, con lo último de los asirios (2Re 23:29-30), fracasó en su intento de retomar Harán en el 609. En el 605 a.c. , las fuerzas babilónicas bajo las órdenes del príncipe coronado Nabucodonosor aplastaron a los egipcios en la decisiva Batalla de Carquemis (Jer 46:2-12). Sin embargo, la arremetida babilónica se retrasó con la muerte de Nabopolasar, que obligó a su hijo Nabucodonosor a regresar a Babilonia para asumir el mando.
En los años 604 y 603 a.c. , Nabucodonosor II (605–562 a.c.), rey de Babilonia, realizó una campaña a lo largo de la costa de Palestina. En ese momento, el rey de Judá Joacim se convirtió contra su voluntad en vasallo de Babilonia. Es probable que una derrota babilónica en la frontera de Egipto en el 601 haya alentado a Joacim para rebelarse. Judá padeció durante dos años los ataques de los vasallos babilónicos (2Re 24:1-2). Finalmente, en diciembre del 598 a.c. , Nabucodonosor marchó contra Jerusalén. Joacim murió ese mismo mes y su hijo Joaquín le entregó la ciudad a los babilonios el 16 de marzo del 597 a.c. Muchos judíos, incluyendo la familia real, fueron deportados a Babilonia (2Re 24:6-12). Joaquín finalmente fue liberado, tras lo cual fue tratado como rey en el exilio (2Re 25:27-30; Jer 52:31-34). Textos excavados en Babilonia muestran que se le asignaron raciones a él y a sus cinco hijos.
Nabucodonosor designó a Sedequías para que gobernara sobre Judá. Contrariando las protestas de Jeremías, pero con promesas de ayuda egipcia, Sedequías se rebeló contra Babilonia en el 589 a.c. En la campaña babilónica que se produjo como resultado, Judá fue devastada y Jerusalén sitiada. Una campaña frustrada del faraón Ofra le dio un corto respiro a Jerusalén, pero el ataque se desencadenó nuevamente (Jer 37:4-10). La ciudad cayó en agosto del 587 a.c. Sedequías fue capturado, Jerusalén incendiada y el templo destruido (Jer 52:12-14). Muchos judíos más fueron llevados al exilio en Babilonia (2Re 25:1-21; Jer 52:1-30).
Nabucodonosor no solo se destaca por sus conquistas militares sino también por su programa de reedificación masiva en Babilonia. La ciudad se extendió más allá del Éufrates y estaba rodeada por una muralla exterior de 18 km (11 millas) de largo que incluía los suburbios y el palacio de verano de Nabucodonosor. La muralla interior era lo suficientemente ancha como para que pasaran dos carros de lado a lado. Se podía entrar por ocho puertas, de las cuales la más famosa era la puerta del norte llamada Ishtar, utilizada todos los años para celebrar el Año Nuevo y decorada con figuras de dragones y toros en relieve sobre ladrillos esmaltados. El camino que llevaba hacia esta puerta estaba delimitado por altos muros decorados con leones, en ladrillo glaseado, detrás de los cuales se encontraban ciudadelas defensivas. Dentro de la puerta estaba el palacio principal que Nabucodonosor había edificado con una inmensa habitación para el trono. Un sótano con fustes ubicado en el palacio probablemente haya servido como subestructura de los famosos “Jardines Colgantes de Babilonia” que algunos escritores clásicos describen como una de las maravillas del mundo antiguo. Babilonia tenía muchos templos. El más importante era Esagila, el templo de Marduk, el dios patrono de la ciudad. Reedificado por Nabucodonosor, estaba espléndidamente decorado en oro. Justo al norte de Esagila se encontraba la inmensa torre escalonada de Babilonia, un zigurat denominado Etemenanki y su recinto sagrado. Los siete pisos que tenía probablemente se elevaban unos 90 m (300 pies) por encima de la ciudad. Es indudable que Babilonia impresionó en gran manera a los judíos que fueron llevados cautivos y que proporcionó oportunidades económicas sustanciales.
Nabucodonosor fue el rey más grandioso del período neobabilónico y el último gobernante verdaderamente grande de Babilonia. Sus sucesores fueron insignificantes en comparación con él. Lo sucedió su hijo Awel-marduk (561–560 a.c.), el Evil-merodac del AT (2Re 25:27-30), Neriglissar (560–558 a.c.) y Labashi-Marduk (557 a.c.), asesinado cuando era solo un niño. Nabónido (556–539 a.c.), el último rey de Babilonia, fue una figura enigmática que parece haberle dado más importancia al dios luna, llamado Sin, que al dios nacional Marduk. Trasladó durante 10 años su residencia a Tema en el desierto Siro-arábigo, y dejó como regente de Babilonia a su hijo Belsasar (Dan 5:1). Nabónido regresó a una capital dividida en medio de una amenaza de parte de los medos y los persas que se habían unido. En el 539 a.c. , Ciro II de Persia (el Grande) entró en la ciudad sin batalla de por medio. De este modo concluyó el papel dominante de Babilonia dentro de la política del Cercano Oriente. Babilonia permaneció como importante centro económico y capital provincial durante el período del gobierno persa. El historiador griego Herodoto, quien visitó la ciudad en el 460 a.c. , pudo señalar que “sobrepasa en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido”. Alejandro Magno, conquistador del Imperio Persa, se embarcó en un programa de reconstrucción de Babilonia que se interrumpió con su muerte en el 323 a.c. Después de Alejandro, la ciudad declinó económicamente pero continuó siendo un centro religioso importante hasta la época del NT. El lugar quedó desierto para el año 200 d.c. En el pensamiento judeo-cristiano, la metrópolis de Babilonia, al igual que la torre de Babel, se convirtió en un símbolo de la decadencia del hombre y el juicio de Dios. “Babilonia” en Apo 14:8; Apo 16:19; Apo 17:5; Apo 18:2; y probablemente en 1Pe 5:13 se refiere a Roma, la ciudad que personificaba esta idea para los primeros cristianos.
Religión
La religión babilónica es la variante más conocida de un sistema de creencia complejo y altamente politeísta que era común a lo largo de la Mesopotamia. De los miles de dioses reconocidos, solo unos 20 eran importantes en la práctica. A continuación se hace un repaso de los más importantes.
Anu, Enlil y Ea eran deidades patronas de las antiguas ciudades sumerias, y a cada una se le concedía dentro de su dominio una parte del universo. Anu, el dios del cielo y dios patrono de Uruk (“Erec” bíblica, Gén 10:10) no desempeñaba un papel importante. Enlil de Nipur era el dios de la tierra. El dios de Eridu, Ea, era señor de las aguas subterráneas y dios de los artesanos.
Marduk también fue considerado uno de los gobernantes del cosmos después del surgimiento político de Babilonia. Hijo de Ea y dios patrono de Babilonia, comenzó a ganar posición de prominencia dentro de la religión local en la época de Hammurabi. En períodos subsiguientes, Marduk (el Merodac de Jer 50:2) fue considerado el dios principal y se le dio el título de Bel (equivalente al término cananeo para Baal), que significa “señor” (Isa 46:1; Jer 50:2; Jer 51:44). Nabu, el hijo de Marduk (el Nebo de Isa 46:1), dios de la ciudad cercana de Borsippa, era considerado dios de la escritura y de los escribas, y llegó a ser especialmente exaltado durante el período neobabilónico.
Las deidades astrales, los dioses asociados con los cuerpos celestes, incluían al dios sol Shamash, el dios luna Sin, e Ishtar, la diosa de la estrella de la mañana y el crepúsculo (la Afrodita griega y la Venus romana). Sin era el dios patrono de Ur y Harán, ambos asociados con los orígenes de Abraham (Gén 11:31). Ishtar, la cananea Astoret/Astarot (Jue 10:6; 1Sa 7:3-4; 1Re 11:5), tenía un templo importante en Babilonia y era conocida popularmente como “reina del cielo” (Jer 7:18; Jer 44:17-19).
Otros dioses estaban asociados con ciudades nuevas o bien con ninguna. Adad, el Hadad cananeo, era el dios de las tormentas y, en consecuencia, tanto beneficioso como destructivo. Ninurta, el dios de la guerra y la caza, era patrono de Cala, capital de Asiria.
Se conocen muchos mitos relacionados con los dioses babilónicos. El más importante es el “elish” Enuma o Epopeya de la Creación. Este mito se originó en Babilonia, donde uno de sus objetivos era demostrar la manera en que Marduk se había convertido en el dios más importante. Cuenta acerca de una batalla cósmica en la que otros dioses eran impotentes mientras Marduk mataba a Tiamat (la diosa del mar, representante del caos). Ea creó a la humanidad a partir de la sangre de otro dios asesinado. Finalmente, Marduk fue exaltado e instalado en su templo de Babilonia denominado Esagila.
La Enuma (epopeya) se recitaba y representaba como parte de la fiesta de Año Nuevo en Babilonia que duraba doce días. Durante la celebración las estatuas de otros dioses llegaban de otras ciudades para “visitar” a Marduk en Esagila. El rey también realizaba penitencia ante Marduk y “tomaba la mano de Bel” en una procesión ceremonial que salía de la ciudad por la Puerta de Ishtar.
Se creía que los dioses residían en localidades cósmicas pero que también estaban presentes en las imágenes o los ídolos que los representaban, y que vivían en el templo tal como lo hace un rey en su palacio. Las imágenes de madera recubiertas de oro tenían forma humana, estaban vestidas con una variedad de vestiduras rituales y se les daba de comer tres veces por día. En algunas ocasiones, las imágenes se acarreaban en procesiones ceremoniales o se llevaban para visitar diferentes santuarios. Para una persona promedio era difícil conocer el significado de dichas imágenes y los templos de los diversos dioses, y aun más difícil afirmar la clase de consuelo o ayuda que podía esperar mediante la adoración. No obstante, parece claro que, más allá de las expectativas de buena salud y éxito en la vida terrenal, la persona carecía de esperanza eterna. Ver Babel; Hammurabi.

Daniel c. Browning (h)

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