Significado de CRISTO, CRISTOLOGÍA Según La Biblia | Concepto y Definición

CRISTO, CRISTOLOGÍA Significado Bíblico

¿Qué Es CRISTO, CRISTOLOGÍA En La Biblia?

“Cristo” es el término español para el griego Christos, “el ungido”. La palabra hebrea es Mashiach, Mesías. Cristología es un término compuesto por las palabras griegas Christos y logos (palabra, discurso). Cristología entonces es el estudio de la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios (quién es) y de su obra (lo que hizo y hace).
Antecedente veterotestamentario y judío Ver Mesías.
Jesús como el Cristo en los Evangelios
Los Evangelios presentan retratos de Jesús que son singulares y a la vez complementarios. Las presentaciones de los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) son similares, mientras que la de Juan es significativamente diferente. Los Sinópticos dan menos importancia al título “Cristo” de lo que podríamos esperar. Jesús no hace alarde de Su condición de Mesías ni declara abiertamente serlo debido a que no se presenta como el rey guerrero de Israel que libertaría a Palestina del dominio romano. Sí declaró ser aquel en quien el reino de Dios estaba presente (Mar 1:14-15; Luc 11:20). Sus parábolas anunciaban tanto la llegada como el carácter del reino, y a través de ellas enseñaba cómo ser hijos de Dios (Mat 13:1-58; Mar 4:1-41). Sanar a los enfermos, resucitar a los muertos y echar fuera demonios fueron demostraciones de Su poder divino y de la presencia de Dios en Su ministerio (Luc 5:17). Su enseñanza sobre la oración demostró que era consciente de que Dios era Su Padre de manera exclusiva e íntima. Llamaba a Dios “Abba” (“mi querido Padre”), palabra que los hijos judíos utilizaban afectuosamente con relación a un padre (Mar 14:36; Luc 10:21-22; Luc 11:2). Su misión era anunciar el reino venidero que estaba unido a Su muerte sacrificial y sustitutoria en la cruz (Mar 8:31-32; Mar 9:31; Mar 10:32-34; Luc 9:51; Luc 13:32-35). El reino de Dios solo podía venir a través de la cruz, y la voluntad de Dios sería hecha mediante su Siervo e Hijo ungido (Luc 4:16-19). Ver Abba.
Puesto que la redención incluía a un Mesías sufriente, Jesús adoptó una actitud reservada en cuanto al título “Cristo”. Cuando Pedro confesó “Tú eres el Cristo” (Mar 8:29), la respuesta de Jesús fue que lo mantuvieran en secreto. Él no lo negó, pero se alejó de las expectativas nacionalistas judías en cuanto a un Mesías libertador (Mar 10:35-45; Luc 24:19-21). Aun los discípulos abrigaban esa esperanza (Hch 1:6). En el juicio de Jesús ante el Sanedrín, les respondió que Él era el Cristo, el Hijo del Bendito, y luego agregó el título de “Hijo del Hombre” (Mar 14:61-62). No obstante, ante Pilato fue más cauto (Mat 26:63-64; Mar 15:2; Luc 22:67-68) y no se identificó con ninguna idea política mesiánica. Jesús fue sentenciado a muerte sobre la base de una acusación falsa de ser un mesías político y rival de Roma (Mar 15:26; Mar 15:32). En cambio, Jesús consideraba su misión como “Hijo del hombre” (Mar 10:45), representante de Dios que sufre, es leal a la verdad, compartiría el trono de Dios (Dan 7:13-14) y era el Siervo de Dios sufriente (Isa 42:14; Isa 49:5-7; Isa 52:13-15; Isa 53:1-12). En Su bautismo (Mat 3:13-17; Mar 1:9-13; Luc 3:21-22), la voz de Dios reveló la clase de Mesías que era. “Este es mi Hijo amado” (comp. Sal 2:7) es mesiánico. “En quien tengo complacencia” (Mat 3:17; comp. Isa 42:1) proviene de los primeros cánticos del Siervo Sufriente. Su condición de Mesías se concretó por medio de Su sufrimiento y Su muerte, al ser Él quien cargó con los pecados. Como Jesús sabía cuál era Su identidad y cuál Su misión mesiánica, miró con confianza más allá del rechazo por parte de los suyos (Jua 1:11) y la muerte en la cruz, seguro de que Dios lo reivindicaría mediante Su resurrección corporal de entre los muertos.
El Evangelio de Juan efectúa una contribución singular a la cristología. Mateo y Lucas narran acontecimientos relacionados con la concepción y el nacimiento virginal (Mat 1:1-25; Mat 2:1-23; Luc 1:1-80; Luc 2:1-52) de Jesús. Juan, por el contrario, enfatiza la encarnación del Hijo divino, el Verbo (Logos) de Dios (Jua 1:1-18). La cristología de los Sinópticos es “desde abajo”, comenzando con el nacimiento de Jesús; la cristología de Juan es “de lo alto”, empezando con el Verbo preexistente (Logos) que estuvo con Dios en la creación y que era Dios (Jua 1:1-2). Jua 1:1-51 y Col 1:1-29 presentan la cristología más elevada del NT. El trasfondo del uso que hace Juan del término logos son los conceptos veterotestamentarios de la “Palabra” y la “Sabiduría” (Pro 8:1-36) de Dios. El Verbo es: el agente de la creación (Jua 1:1-3; comp. Gén 1:1; Sal 33:6-9); el agente de la revelación (Jua 1:4; comp. Gén 12:1; Gén 15:1; Isa 9:8; Jer 1:4; Eze 33:7; Amó 3:1); eterno (Jua 1:1-2; comp. Sal 119:89) y el agente de la redención (Jua 1:12; Jua 1:29; comp. Sal 107:20). En Pro 8:1-36, mucho de esto se atribuye a la sabiduría. Esta estaba con Dios en el principio y estaba presente en la creación (Pro 8:22-31). Gén 1:1-31; Gén 2:1-25 y Pro 8:1-36 proporcionan el contexto del AT para el prólogo de Juan (Jua 1:1-18). Jesús hablaba y enseñaba como un hombre sabio. Gran parte de Su discurso fue sapiencial y utilizó muchas formas tradicionales de sabiduría (incluso parábolas y proverbios). Jesús se presenta a sí mismo como un hombre sabio, y otros también se refieren a Él de ese modo (Mat 12:42; Mat 13:54; Mar 6:2; Luc 2:40; Luc 2:52; Luc 11:31; Luc 21:15; Jua 1:1-4; Rom 11:33-36; Col 2:2-3; Apo 5:12; Apo 7:10-12). Además se presenta como la sabiduría misma de Dios (1Co 1:22-24; 1Co 1:30; 1Co 2:6-8). Esta cristología de la sabiduría es un rasgo importante del retrato neotestamentario de Jesús. Juan también descubrió que Logos era una palabra valiosa que le permitía hablar en forma unitaria a diversas culturas al mismo tiempo, tales como los judíos y los griegos. Para estos, el Logos era el principio ordenador del universo. El Verbo (Jesús) del prólogo de Juan se hizo carne (Jua 1:14) y le ha explicado al hombre lo invisible de Dios (Jua 1:18).
Juan también desarrolla su cristología en torno a siete señales y siete expresiones “Yo soy”, todas las cuales apuntan a la naturaleza divina del Hijo. Las señales eran milagrosas, pero la importancia que le otorga Juan está en que demostraban quién era Jesús.
LAS SIETE SEÑALES DE JUAN
Jua 2:1-11 Jesús convierte el agua en vino.
Jua 4:46-54 Jesús sana al hijo de un noble.
Jua 5:1-16 Jesús cura a un paralítico.
Jua 6:1-15 Jesús alimenta a los 5000.
Jua 6:16-21 Jesús camina sobre el agua.
Jua 9:1-41 Jesús sana a un ciego.
Jua 11:1-57 Jesús resucita de los muertos a Lázaro.
LAS SIETE DECLARACIONES “YO SOY”
“YO SOY el pan de vida” (Jua 6:35; Jua 6:41; Jua 6:48; Jua 6:51).
“YO SOY la luz del mundo” (Jua 8:12).
“YO SOY la puerta de las ovejas” (Jua 10:7; Jua 10:9).
“YO SOY el buen pastor” (Jua 10:11; Jua 10:14).
“YO SOY la resurrección y la vida” (Jua 11:25).
“YO SOY el camino, la verdad y la vida” (Jua 14:6).
“YO SOY la vid verdadera” (Jua 15:1; Jua 15:5).
En Jua 8:58, Jesús declara ser el “YO SOY” del AT. No encontramos ninguna declaración más directa en cuanto a la deidad. Juan también desarrolla una teología de gloria mediante el sufrimiento del Mesías (Jua 12:27-28; Jua 17:1-5). En Juan se enfatiza que Jesús era consciente de ser el Hijo del Padre, aunque esto no está ausente en los Sinópticos. La deidad de Jesús llega a su clímax mediante la exclamación de Tomás al final de Juan, “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jua 20:28).
Este concepto se proclamó en la iglesia apostólica (Hch 2:22-36; Hch 8:26-40) y fue expuesto con mayor claridad en manos de teólogos neotestamentarios como Pablo (Rom 3:24-26) y el autor de Hebreos (Heb 8:1-13; Heb 9:1-28; Heb 10:1-39).
Cristología: Métodos
Cualquier estudio de cristología debe considerar la metodología. Algunos comienzan con la formulación de credos que confiesan a Jesucristo como “verdaderamente Dios” y “verdaderamente humano”, “completo en Deidad y completo en humanidad” (por ej., de Nicea y de Calcedonia) y luego retroceden hasta la cristología de la iglesia primitiva y del NT. Este método es cristología “desde arriba”. El enfoque alternativo, la cristología “desde abajo”, comienza con los registros históricos y la información teológica del NT y detalla la interpretación cristológica de la Iglesia antes que aparecieran los credos. En otras palabras, ¿es ontológica (que se ocupa del papel trascendente de Cristo en relación con Dios, con el mundo o con la Iglesia) la teología neotestamentaria? ¿O acaso es primeramente funcional (ante todo interesada en relacionar a la persona de Jesucristo con Sus logros como Salvador y Señor en el contexto del ministerio terrenal)?
Los dos métodos tienen distintos puntos de partida. El primero pregunta, “¿Quién es Cristo y cuál es su relación con Dios?” El segundo hace surgir las preguntas: “¿Qué hizo el Jesús humano y cómo llega la Iglesia a considerarlo Dios al otorgarle títulos de divinidad?” O: “¿Es correcto denominar a Jesús Hijo de Dios porque me salva” (cristología funcional), o “me salva porque Él es Dios”? (cristología ontológica). Los dos enfoques alcanzan el mismo objetivo y ambos están presentes en el NT.
Juan, especialmente en el prólogo de su Evangelio (Jua 1:1-18), pone mayor atención en la cristología ontológica, igual que otros textos clásicos de cristología. Flp 2:6-11 expone la unión hipostática y la doctrina de la kénosis; Col 1:15-23 y Col 2:9-10 presentan al Hijo como la misma imagen (eikon) de Dios y el Creador en quien habita toda la plenitud (pleroma); y Heb 1:1-3 confirma a Cristo como el resplandor de la gloria de Dios y la representación exacta de la naturaleza divina. Es imposible defender el argumento que dice que la iglesia primitiva se interesaba poco o nada en la naturaleza ontológica de Jesús y en su condición de Hijo de Dios. La cristología “desde lo alto” estuvo presente desde el comienzo de la iglesia primitiva.
No obstante, la cristología desde abajo también es valiosa, y fue la manera en que los apóstoles y la iglesia primitiva conocieron a Jesús y entendieron quién era y qué hizo. Es sorprendente que un pueblo aferrado al monoteísmo llegara a afirmar que la vida de Cristo sin pecado (2Co 5:21; Heb 4:15), Su deidad y Su muerte en la cruz eran necesarias como expiación por el pecado de la humanidad.
El curso de la cristología del Nuevo Testamento
Los primeros creyentes fueron judíos que aceptaron a Jesús por la fe como Mesías y Señor resucitado (Hch 2:32-36). El reconocimiento hacia Jesús surgió de la convicción de que Su resurrección y exaltación, la nueva era del triunfo de Dios prometido en el AT, ciertamente había amanecido y las Escrituras (Sal 110:1; Isa 53:10-12) se habían cumplido. La cruz requería una explicación ya que la forma en que murió Jesús estaba en contraposición directa con las expectativas mesiánicas judías de ese tiempo. Deu 21:23 declara que cualquiera que fuera colgado de un madero moría bajo la maldición de Dios (comp. Gál 3:13). La iglesia primitiva respondió de dos maneras: afirmando que el rechazo de Cristo se predijo en el AT (Sal 118:22; Isa 53:1-12), y que la resurrección reivindicó al Hijo de Dios y lo instaló en el más alto lugar de honra y poder (Flp 2:5-11). La primera cristología tenía dos ideas centrales: Él es el Hijo de David en su ascendencia humana, y en la resurrección es el Hijo de Dios con gran poder (Rom 1:3-4). Sus afirmaciones mesiánicas implícitas durante Su vida terrenal se pusieron de manifiesto en Su resurrección y exaltación, y Su naturaleza se reveló gloriosamente. Más aún, la venida del Espíritu Santo en Pentecostés autenticó la nueva era que Jesús inauguró (Hch 2:16-21; comp. Joe 2:28).
A nivel práctico, esta opinión acerca de la vida y la resurrección de Jesús les dio a los creyentes una relación personal con Jesús como realidad presente. Él no fue una figura del pasado, sino actual. La primera oración cristiana que se registra es “Marana tha” (“el Señor viene”, 1Co 16:22). Al estar dirigida al Señor resucitado, lo hace igual a Jehová, el Dios del pacto con Israel (Rom 10:9-13; comp. Hch 7:55-56; Hch 7:59) y lo hace también digno de adoración.
Además, las Escrituras del AT ponen luz a la verdadera identidad de Jesús y explican cómo Él usó el título “Hijo del Hombre”. Tomado de Dan 7:13-18, Hijo del Hombre es un título de autoridad y dignidad, dos ideas confirmadas por la resurrección (Hch 7:56). Aunque rara vez lo utilizaron otras personas aparte de Jesús, la iglesia preservó esta enseñanza por varias razones:
(1) para demostrar de qué manera malinterpretaron y rechazaron a Jesús como un mesías falso, pero que como el “Hijo del Hombre”, Él inaugura el reino de Dios y comparte el trono divino;
(2) para señalar la forma en que Jesús introdujo una nueva era de revelación que no estaba ligada a la ley de Moisés sino universalizada para todas las personas. El “Hijo del Hombre” es cabeza de un reino universal, que sobrepasa en gran medida las estrechas expectativas judías (Dan 7:22; Dan 7:27), y
(3) para hallar un impulso misionero que llevara a los creyentes a evangelizar a los no judíos (Hch 7:59-60; Hch 8:1; Hch 11:19-21; Hch 13:1-3).
Esa era la misión de la iglesia en el mundo de la cultura y la religión grecorromanas. El título más destacado era “Señor”, que se utilizaba para dioses y diosas. De más importancia aún, “Señor” designaba la honra y la divinidad del culto al emperador. Ambos aspectos resultaron útiles para la aplicación del término Señor, el título cristológico más común de Jesús. Utilizado previamente con referencia a Yahvéh en el AT griego, ahora se aplicaba al Cristo exaltado y se convertía en un punto de contacto útil entre los cristianos y los paganos familiarizados con sus propias deidades (1Co 8:5-6). Posteriormente, “Señor” se convirtió en la piedra angular de la lealtad cristiana a Jesús cuando las autoridades romanas requerían que se le rindiera homenaje al emperador como ser divino, tal como sucede en Apocalipsis cuando el emperador Domiciano (81–96 d.c.) se proclamó señor y dios (Apo 17:14).
En Hebreos se observa otro aspecto de la cristología neotestamentaria. El autor de esta epístola demuestra la irrevocabilidad de la revelación de Cristo como Hijo de Dios y gran “sumo sacerdote” (Heb 5:5; Heb 7:1-28; Heb 8:1-13; Heb 9:1-28), un tema exclusivo de este libro. Junto con Pablo (Rom 3:25) y Juan (1Jn 2:2; 1Jn 4:10), Hebreos ve la obra de Cristo como propiciación (satisfacción) por el pecado (Heb 2:17). Hebreos también afirma que en Su muerte en la cruz, Jesús nos limpió de nuestros pecados (Heb 1:3), quitó el pecado (Heb 8:12; Heb 10:17), soportó nuestros pecados (Heb 9:28), ofreció un sacrificio por los pecados una vez y para siempre (Heb 10:12), hizo ofrenda por el pecado (Heb 10:18), y anuló el pecado mediante Su sacrificio (Heb 9:26). El Hijo se hizo cargo del pecado en todos los aspectos.
Aun en estas maravillosas confesiones (Rom 9:5; Tit 2:13; 1Jn 5:20), la iglesia nunca transigió en su creencia en la unidad y la singularidad de Dios (Deu 6:4-6), una herencia cristiana proveniente de los judíos y elemento esencial del monoteísmo del AT. Jesús y el Padre son uno (Jua 10:30). Jesús, el Verbo, está con Dios y es Dios. Hay unidad en esencia pero distinción entre personas. Jesús no era una deidad nueva ni un rival que competía con el Padre (Jua 14:28; 1Co 11:3; Flp 2:9-11). La adoración de la iglesia está correctamente dirigida a ambos, junto con el Espíritu Santo. La iglesia neotestamentaria enseñó y practicó esto sin entrar en una profunda reflexión teológica acerca de las relaciones de la Deidad. No se ha explicado cómo se relacionan los dos lados (humano y divino) de la persona de Jesús. Los escritores le dejaron un rico legado a la iglesia que constituyó la sustancia de los debates trinitarios y cristológicos que condujeron a los concilios de Nicea (325 d.c.) y de Calcedonia (451 d.c.), donde se decretó y expresó que Jesucristo es “Dios de Dios, Luz de Luz, el mismo Dios del mismo Dios”, y que las dos naturalezas de Cristo están unidas en una sola Persona. Esta declaración de fe ha permanecido como la posición esencial de la iglesia desde ese entonces, una verdadera confesión de una cristología cuyas raíces se encuentran en el terreno de las Santas Escrituras. Ver Hijo de Dios; Mesías; Señor.

Daniel L. Akin, Ralph P. Martin y Charles W. Draper

2 COMENTARIOS

  1. Hola José, me alegra saber que encontraste interesante la enseñanza y que te ha sido útil para tus estudios de Biblia y teología. La Cristología es un tema fundamental para comprender la importancia y el rol de Jesucristo como nuestro Salvador, así como su función de sacerdote, profeta y rey. Si tienes alguna pregunta adicional o necesitas más información, no dudes en preguntar. ¡Que Dios te bendiga en tu camino de aprendizaje y crecimiento espiritual!

  2. muy interesante, la enseñanza, soy estudiante de Biblia y teología, agradezco porque necesitaba hacer un deber sobre significado de Cristología, importancia del sacerdocio, profeta y rey.

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