Significado de CRUZ, CRUCIFIXIÓN Según La Biblia | Concepto y Definición

CRUZ, CRUCIFIXIÓN Significado Bíblico

¿Qué Es CRUZ, CRUCIFIXIÓN En La Biblia?

Método que los romanos utilizaron para ejecutar a Jesucristo. La forma más dolorosa y degradante de pena capital del mundo antiguo se convirtió en el medio por el cual Jesús llevó a cabo el sacrificio expiatorio por los pecados de la humanidad. También se transformó en símbolo del sacrificio del yo en el discipulado (Rom 12:1), y de la muerte del yo al mundo (Mar 8:34).
Desarrollo histórico
Originariamente, una cruz era una estaca de madera puntiaguda que se usaba para construir una pared o levantar fortalezas alrededor de una ciudad. Los asirios y los persas comenzaron a utilizarla para exhibir las cabezas de los enemigos capturados o de criminales particularmente atroces, en las empalizadas que estaban encima de la puerta de entrada a una ciudad. Posteriormente, la crucifixión se convirtió en una forma de pena capital cuando a los enemigos del estado se los empalaba sobre la estaca. Los griegos y los romanos al principio reservaban el castigo solamente para los esclavos y decían que era demasiado barbárico para los ciudadanos o los nacidos libres. No obstante, llegado el siglo I, se utilizó para los enemigos del estado, aunque los ciudadanos solo podían ser crucificados mediante el edicto directo del César. A medida que fue pasando el tiempo, los romanos comenzaron a utilizar más y más la crucifixión como fuerza disuasiva para la actividad criminal, de modo que para la época de Jesús era común.
En el AT se practicaba la forma oriental de crucifixión. Los filisteos decapitaron a Saúl y exhibieron su cuerpo sobre un muro (1Sa 31:9-10). Conforme a la ley judía (Deu 21:22-23), los ofensores eran colgados en un madero; esto significaba que era “maldito por Dios” y que quedaba fuera del pueblo del pacto. Dichos criminales debían ser bajados de la cruz antes de la noche para que no contaminaran la tierra. Durante el período intertestamentario se tomó prestada la forma occidental cuando Alejandro Janeo crucificó a 800 fariseos (76 a.c.), pero los judíos condenaron esta acción y rara vez utilizaron este método. Aun Herodes el Grande se negó a crucificar a sus enemigos. La práctica se abolió después de la “conversión” al cristianismo del emperador Constantino.
Una persona a la que se crucificaba en la época de Jesús, primeramente se la azotaba (se la golpeaba con un azote que consistía en cuerdas con trozos de metal o hueso en los extremos) o, por lo menos, se la flagelaba hasta que sangrara. Esto no se hacía solo para demostrar crueldad sino que además su intención era apresurar la muerte y acortar el terrible sufrimiento. Después de ser azotada, se obligaba a la víctima a acarrear la cruz hasta el sitio de ejecución como una manera de expresar que la vida ya había terminado y que la voluntad para vivir había desaparecido. A menudo se colocaba alrededor del cuello del criminal una tablilla donde se detallaba el delito (o delitos) y luego se sujetaba a la cruz. Una vez que llegaba al lugar, el prisionero frecuentemente era atado (el método normal) o clavado a la cruz (si se deseaba una muerte más rápida). El clavo se colocaba atravesando la muñeca más que la palma, ya que los huesos más pequeños de la mano no podían soportar el peso del cuerpo. Luego se levantaba la viga con el cuerpo y se sujetaba al poste que ya estaba colocado en sentido vertical. En la mitad de la viga se colocaban ganchos o un bloque de madera pequeño para asentar el cuerpo ante la posibilidad de que los clavos rasgaran las heridas o las sogas hicieran que los brazos se salieran de los sostenes. Los pies finalmente se ataban o se clavaban al poste. La muerte se producía por falta de circulación de sangre o paro cardíaco. Sobre todo, si la víctima era atada, podía llevar días de horrendo dolor hasta que las extremidades se tornaban lentamente gangrenosas, de modo que los soldados con frecuencia les quebraban las piernas con una cachiporra para provocar un síncope masivo y una muerte rápida. Esta clase de ejecución por lo general se llevaba a cabo en lugares públicos y el cuerpo se dejaba durante días en descomposición y esto permitía que las aves de carroña lo destrozaran aún más.
Se utilizaban cuatro tipos de cruces:
(1) La cruz latina tenía una viga cruzada colocada a una altura de alrededor de dos terceras partes del poste vertical;
(2) la cruz de San Antonio (probablemente debido a su similitud con su famosa muleta) tenía una viga en el extremo superior del poste vertical semejante a una T;
(3) la cruz de San Andrés (supuestamente la forma que se utilizó para crucificar al apóstol Andrés) tenía la forma de la letra X;
(4) la cruz griega tenía ambas vigas iguales con la forma de un signo de adición.
La crucifixión de Jesús
Jesús predijo muchas veces Su futura crucifixión. Los Evangelios Sinópticos mencionan por lo menos tres ocasiones (Mar 8:31; Mar 9:31; Mar 10:33-34 y paralelos), mientras que Juan registra otras tres (Jua 3:14; Jua 8:28; Jua 12:32-33). Se predicen varios aspectos de la pasión de Jesús:
(1) ocurrió por necesidad divina (“necesario” en Mar 8:31);
(2) tanto los judíos (“que lo entregaron”) como los romanos (“que lo mataron”) fueron culpables (Mat 9:31);
(3) Jesús sería reivindicado a través de la resurrección de entre los muertos;
(4) la muerte misma implicaba gloria (se observa en las expresiones relacionadas con “levantar” que abarcaba la exaltación en Jua 3:14; Jua 8:28; Jua 12:32-33).
La narración de la crucifixión de Jesús en los Evangelios enfatizaba la culpabilidad de los judíos, pero los cuatro separan cuidadosamente a los líderes del pueblo que habían respaldado a Jesús en todo momento y que, al final, fue arrastrado por esos líderes. Sin embargo, la culpabilidad romana también es obvia. Al Sanedrín ya no se le permitía aplicar la pena capital; solo podían hacerlo los romanos. Más aún, solamente los soldados romanos la podían llevar a cabo. Se siguieron las costumbres romanas al aplicar los azotes, al entronarlo en medio de burlas, al acarrear la cruz y al consumar la crucifixión. La ubicación en una colina y el tamaño de la cruz (el uso de la varilla con el hisopo muestra que medía entre 2 y 3 m [7 a 9 pies] de altura) demuestran que deseaban exhibir públicamente a un “criminal”. Los elementos judíos de la crucifixión de Jesús fueron el vino mezclado con mirra (Mar 15:23), el hisopo con vinagre (Mar 15:36) y la remoción del cuerpo de Jesús de la cruz antes del crepúsculo (Jua 19:31).
Los cuatro Evangelios observan la crucifixión de Jesús desde cuatro puntos estratégicos diferentes y enfatizan aspectos distintos del significado de Su muerte. Marcos y Mateo se centran en el horror de matar al Hijo de Dios. Marcos enfatiza el significado mesiánico al utilizar las burlas de la multitud, que le decía “sálvate a ti mismo” (Mar 15:30-31) como una profecía inconsciente que señalaba hacia la resurrección. Mateo fue más lejos que Marcos al señalar a Jesús como el Mesías que enfrentó Su destino con un completo control de la situación. La vindicación de Jesús no solo se evidenció en la ruptura del velo y en el testimonio del centurión (Mat 27:51; Mat 27:54 en un paralelo con Marcos), sino además en la resurrección asombrosa de los santos del AT (vv. Mat 27:52-53), algo que asocia la cruz con la tumba abierta. Para Mateo, la cruz inauguró los días postreros cuando el poder de la muerte es quebrantado y la salvación se derrama sobre todos.
Lucas quizás tenga el retrato más singular al presentar dos aspectos fundamentales: Jesús como el arquetipo del mártir justo que perdona a Sus enemigos, y la crucifixión como una escena asombrosa de reverencia y adoración. Lucas omitió los aspectos negativos de la crucifixión (terremoto, vino con mirra, clamor de abandono) y anuló las burlas cuando las multitudes “se volvían golpeándose el pecho” (Luc 23:48). Lucas fue el único que incluyó tres expresiones de Jesús relacionadas con la oración: “Padre, perdónalos” (v. Luc 23:34, en contraste con la burla); “hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. Luc 23:43, en respuesta a la oración del criminal); y “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (v. Luc 23:46). Un maravilloso sentimiento de quietud y adoración colorean el retrato de Lucas.
La narración de Juan tal vez sea la más dramática. Todos los elementos negativos desaparecen, aun más de lo que sucede en el caso de Lucas (la oscuridad y las burlas al igual que las cosas que también faltan en Lucas), y una atmósfera de calma caracteriza la escena. En el corazón mismo de la situación se observa el control soberano que Jesús posee de toda la escena. La cruz se convierte en Su trono. Juan destacó que la inscripción de la cruz (“JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”) se escribió en arameo, en latín y en griego (Jua 19:19-20) y se convirtió así en una proclamación universal de la condición real de Jesús. A lo largo del relato y hasta la exclamación final, “Consumado es” (v. Jua 19:30), Jesús tuvo pleno control de lo que ocurría.
No se puede entender la crucifixión de Jesús hasta tanto se consideren los cuatro Evangelios en conjunto. Todos los énfasis (el enfoque mesiánico, Jesús como el Hijo de Dios y el mártir justo, la naturaleza sacrificial de Su muerte, la cruz como Su trono) son necesarios para obtener un cuadro completo del significado de Su crucifixión.
Significado teológico
En tanto que una teología de la cruz se puede encontrar fundamentalmente en los escritos de Pablo, este tema se remonta a una época anterior a él, tal como se puede demostrar en los “credos” (declaraciones de fe o enseñanza) que él citó. Por ejemplo, 1Co 15:3-5 dice que Pablo había recibido y que luego les había enseñado a los corintios la verdad de que Jesús “murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras”. Tres temas importantes están entretejidos en esta declaración y en otros credos (Rom 4:25; Rom 6:1-8; Rom 8:32; Col 2:11-12; 1Ti 3:16; Heb 1:3-4; 1Pe 1:21; 1Pe 3:18-22): la muerte de Jesús como nuestro sustituto (de Isa 53:5; comp. Mar 10:45; Mar 14:24); la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de las Escrituras; y la reivindicación y exaltación de Jesús llevada a cabo por Dios.
Para Pablo, la “palabra de la cruz” (1Co 1:18) es el corazón del evangelio, y la predicación de la cruz es el alma de la misión de la iglesia. “Cristo crucificado” (1Co 1:23; comp. 1Co 2:2; Gál 3:1) es más que la base de nuestra salvación; la cruz fue el acontecimiento central de la historia, el momento particular que demostró el control de Dios sobre la historia humana y Su participación en ella. En 1Co 1:17-31; 1Co 2:1-16, Pablo hace un contraste entre la “locura” del “mensaje de la cruz” frente a la “sabiduría” humana (1Co 1:17-18), ya que la salvación solo se puede encontrar en la cruz, y “el poder de Dios” solamente se puede ver en la locura del “mensaje de la cruz” y en la “debilidad” (1Co 1:21; 1Co 1:25). Jesús en Su humildad obtuvo la gloria en virtud de Su sufrimiento; solo el crucificado podía convertirse en el resucitado (1Co 1:26-30). Dicho mensaje indudablemente se consideraba una locura en el siglo I. Historiadores romanos como Tácito y Suetonio miraban con desprecio la idea de un “Dios crucificado”.
La cruz es la base de nuestra salvación en las epístolas de Pablo (Rom 3:24-25; Efe 2:16; Col 1:20; Col 2:14), mientras que en el libro de los Hechos se enfatiza como esencia la resurrección (Hch 2:33-36; Hch 3:19-21; Hch 5:31). Rom 4:25 presenta ambos énfasis. Lo más probable es que la razón del énfasis distinto se advierta más claramente al observar que Hechos presenta una crónica de la predicación de la iglesia primitiva (donde la resurrección es el fundamento apologético de nuestra salvación) y las epístolas desarrollan la enseñanza de esa iglesia (donde la base teológica de nuestra salvación es la crucifixión). Los tres términos importantes son: “redención”, que enfatiza el “pago del rescate” que efectuó la sangre de Jesús al librarnos del pecado (Tit 2:14; 1Pe 1:18); “propiciación”, que se refiere a la muerte de Jesús que “satisface” la ira del Dios justo (Rom 3:25; Heb 2:17); y “justificación”, que describe los resultados de la cruz, la “absolución” (“declarar justo”) de nuestra culpa (Rom 3:24; Rom 4:25; Gál 2:16-21; Gál 3:24).
La cruz ciertamente hizo aun más que procurar salvación. Forjó una unidad nueva entre los judíos y los gentiles al derribar “la pared intermedia de separación” y “crear… de los dos un solo” cuerpo (Efe 2:14-15); en consecuencia, esto produce la “paz” al crear un nuevo acceso al Padre (v. Efe 2:18). Además, la cruz actuó “despojando” a las “potestades” demoníacas y concibió el triunfo final sobre Satanás y sus huestes, y forzó a esos ejércitos espirituales a seguir a su séquito en una procesión victoriosa (Col 2:15). La cruz fue el gran error de Satanás. Cuando él entró en Judas para que traicionara a Jesús, no se dio cuenta de que la cruz se convertiría en su gran derrota. Solo pudo reaccionar con ira llena de frustración al saber que “tiene poco tiempo” (Apo 12:12). Satanás participó de su propia destrucción.
El significado simbólico
Jesús mismo estableció la interpretación primariamente figurativa de la cruz como un llamado a someterse por completo a Dios. La utilizó cinco veces como símbolo del discipulado verdadero en términos de autonegación, de tomar la cruz y de seguir a Jesús (Mar 8:34; Mar 10:38; Mat 16:24; Luc 9:23; Luc 14:27). Él tomó como base la práctica romana de acarrear la cruz hasta el lugar de la ejecución, para graficar dos enseñanzas prácticas: la muerte del yo, que incluía el sacrificio del individualismo con el propósito de seguir completamente a Jesús; y la disposición a imitar a Jesús de modo pleno, aun hasta el extremo del martirio.
El símbolo de Pablo de la vida crucificada está íntimamente relacionado. Conversión significa que el individuo “ya no vive” sino que es remplazado por Cristo y la fe en Él (Gál 2:20). Los deseos centrados en el yo son clavados en la cruz (Gál 5:24) y los intereses mundanos están muertos (Gál 6:14). En Rom 6:1-8, somos “sepultados con él” (utilizando la imagen del bautismo), lo que trae como resultado que resucitemos “en vida nueva” (v. Rom 6:4). Esto se amplía en 2Co 5:14-17. El creyente reconstruye la muerte y resurrección al hacer morir el viejo yo y vestirse del nuevo. En un sentido, es una acción pasada que se experimenta en la conversión. Aun así, según Efe 4:22; Efe 4:24 también es un acto del presente que se experimenta en la vida colectiva de la iglesia. En otras palabras, tanto en la conversión como en el crecimiento espiritual, el creyente debe revivir la cruz antes de experimentar la vida resucitada. La paradoja cristiana es que la muerte es el sendero hacia la vida. Ver Cristología; Expiación; Justificación; Propiciación; Redención.

Grant Osborne

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