Significado de ENCARNACIÓN Según La Biblia | Concepto y Definición

ENCARNACIÓN Significado Bíblico

¿Qué Es ENCARNACIÓN En La Biblia?

Dios convertido en ser humano; la unión de la divinidad y la humanidad en Jesús de Nazaret.
Definición doctrinal
La encarnación (del lat. incarnatio, ser o tomar carne), aunque es una idea bíblica, no por eso es un término bíblico. Su uso cristiano deriva de la versión latina de Jua 1:14 y aparece repetidas veces en escritos de autores cristianos latinos desde alrededor del 300 d.c. Como enseñanza bíblica, la encarnación alude a la afirmación de que Dios, en una de las modalidades de Su existencia como Trinidad y sin dejar de ninguna manera de ser el único Dios, se ha revelado a la humanidad para salvación de esta volviéndose humano. Jesús, el Hombre de Nazaret, es el Verbo o Hijo de Dios encarnado, el punto de encuentro entre el hombre y Dios. Como el Dios-hombre, es el mediador entre Dios y los hombres; como el hombre-Dios, representa a los seres humanos ante Dios. Unidos con Él por la fe, hombres y mujeres, como hijos adoptivos de Dios, participan de una relación filial con Dios como su Padre.
La humanidad de Jesús
El ángel del Señor, en una profecía del nacimiento de Jesús, estableció con claridad el propósito de la encarnación: María daría a luz un hijo, y debía llamarlo Jesús, porque Él salvaría a su pueblo de sus pecados (Mat 1:21; comp. Luc 19:10; Jua 3:17; 1Ti 1:15). La liberación de la humanidad de todo lo que impida la relación con Dios como Padre exige la encarnación. Aunque los materiales bíblicos relacionados con la encarnación no estén acomodados en forma sistemática, muestran a Jesús como Aquel en quien estuvieron presentes la plena divinidad y la plena humanidad. Jesús se refirió a sí mismo como hombre (Jua 8:40), y los testigos del NT lo reconocieron como tal. (Por ej., en el sermón de Pentecostés, Pedro declaró que Jesús es “un hombre acreditado por Dios ante ustedes”, Hch 2:22 NVi.) El Verbo hecho carne es el punto clave del principal pasaje en el NT sobre la encarnación (Jua 1:14). Las respectivas genealogías de Jesús sirven como testimonio de su ascendencia natural humana (Mat 1:1-17; Luc 3:23-37). Además, Jesús se atribuyó elementos humanos naturales como cuerpo y alma (Mat 26:26; Mat 26:28; Mat 26:38). Creció y se desarrolló según las líneas normales de desarrollo del hombre (Luc 2:40). Durante Su ministerio terrenal, manifestó necesidades fisiológicas comunes: experimentó fatiga (Jua 4:6); su cuerpo necesitó el descanso del sueño (Mat 8:24), alimento (Mat 4:2; Mat 21:18) y agua (Jua 19:28). Las características emocionales humanas acompañaron a las físicas: Jesús expresó alegría (Jua 15:11) y tristeza (Mat 26:37); manifestó compasión (Mat 9:36) y amor (Jua 11:5), y se sintió movido a justa indignación (Mar 3:5).
Una adecuada comprensión de los eventos que precedieron e incluyeron Su muerte exige afirmación de Su plena humanidad. En el huerto, oró por fortaleza física y emocional para enfrentar las horas críticas que tenía por delante. Transpiró como alguien que está bajo enorme presión física (Luc 22:43-44). Padeció una muerte real (Mar 15:37; Jua 19:30). Cuando le atravesaron el costado con una lanza, de su cuerpo brotó sangre y agua (Jua 19:34). Jesús pensó en sí como humano, y quienes fueron testigos de su nacimiento, crecimiento, ministerio y muerte lo vieron como plenamente humano.
Aunque Jesús era humano en todo sentido, Su humanidad era perfecta, definida y única. Su concepción milagrosa destaca la diferenciación y la originalidad de Su humanidad. Jesús fue concebido en forma sobrenatural y nació de una virgen (Luc 1:26-35). Por cierto, la Biblia menciona otros nacimientos milagrosos como el de Isaac (Gén 21:1-2) y el de Juan el Bautista (Luc 1:57), pero ninguno que alcanzara el rango milagroso de un hombre concebido de manera sobrenatural y nacido de una virgen.
El NT también da fe de la naturaleza sin pecado de Jesús. Él mismo formuló el interrogante: “¿Quién de vosotros me prueba que tengo pecado?” (Jua 8:46 LBLA). Pablo declaró que Dios “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2Co 5:21). El escritor de Hebreos sostiene que Cristo fue “sin pecado” (Heb 4:15). El NT presenta a Jesús como hombre, pleno ser humano y como un hombre único, el ser humano ideal.
La deidad de Jesús
Pablo, en una declaración de la supremacía de Cristo, expresó: “por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Col 1:19; comp. Jua 20:28; Tit 2:13). Jesús era consciente de Su condición divina (Jua 10:30; Jua 12:44-45; Jua 14:9). Con las declaraciones “Yo soy” se equiparó con el Dios que apareció a Moisés en la zarza ardiente (Éxo 3:14). El NT afirma que Jesús era Dios (Jua 6:51; Jua 8:58; Jua 10:7; Jua 10:11; Jua 11:25; Jua 14:6; Jua 15:1).
La Biblia declara la preexistencia de Jesús: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Jua 1:1-2; Jua 1:15; Jua 8:58; Jua 17:5; Flp 2:5-11). Jesús obtuvo logros y proclamó una autoridad reservada solo a la Deidad. Perdonó pecados (Mat 9:6) y envió a otros a hacer Su voluntad, declarando toda autoridad “en el cielo y en la tierra” (Mat 28:18-20). La principal declaración del evangelio es que Él es el único camino a la vida eterna, una condición que solo le corresponde a la Deidad (Jua 3:36; Jua 14:6; comp. Hch 4:12; Rom 10:9). El NT lo muestra merecedor del honor y la adoración debidas a una Deidad (Jua 5:23; Heb 1:6; Flp 2:10-11; Apo 5:12). Él es el agente de la creación (Jua 1:3) y el mediador de la providencia (Col 1:17; Heb 1:3). Él levantó a los muertos (Jua 11:43-44), sanó a los enfermos (Jua 9:6-7) y venció a los demonios (Mar 5:13). Llevará a cabo la resurrección final de la humanidad, ya sea para juicio o para vida (Mat 25:31-32; Jua 5:27-29).
Los títulos adjudicados a Jesús proveen evidencia concluyente de que el NT lo considera Dios. Jesús es “Señor” (Flp 2:11), “Señor de señores” (1Ti 6:15), “Señor de gloria” (1Co 2:8), “el Mediador” (Heb 12:24) y “el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Rom 9:5). Además, en varias oportunidades el NT menciona el nombre “Dios” junto a Jesús (Jua 1:18; Jua 20:28; Hch 20:28; Rom 9:5; 2Ts 1:12; Tit 2:13; Heb 1:8; 2Pe 1:1; 1Jn 5:20).
Formulación de la doctrina
Los problemas de la encarnación comienzan con la afirmación de Juan: “aquel Verbo fue hecho carne” (Jua 1:14). La expresión clara de la relación del Verbo con la carne, de la Deidad con la humanidad en la persona de Jesús, se convirtió en un tema de gran preocupación durante los primeros cinco siglos de la era cristiana. Las afirmaciones no sistematizadas del NT fueron pulidas por la controversia, proceso que terminó en los concilios ecuménicos de Nicea (325 d.c.), Constantinopla (381 d.c.), Éfeso (431 d.c.) y Calcedonia (451 d.c.).
El Concilio de Nicea marcó el encuentro de los representantes de la iglesia de todo el mundo cristiano. El propósito era presentar la controversia sobre las enseñanzas de Ario, presbítero de la iglesia de Alejandría. Este enseñaba una cristología creada; es decir, negaba la divinidad eterna del Hijo. En contra de Ario, el Concilio afirmó que el Hijo era de una misma sustancia con el Padre. Jesús era plenamente divino.
El Concilio de Constantinopla se reunió para aclarar y refutar la cristología de Apolinario, obispo de Laodicea. Este insistía en que Jesús era un hombre celestial distinto al hombre humano. Si el humano es cuerpo, alma y espíritu, el obispo afirmaba que Jesús era cuerpo, alma y Logos (lit. “Verbo”), un hombre que no tenía espíritu ni mente humanos. Contrario a esta doctrina, el Concilio declaró la plena humanidad de Cristo.
El Concilio de Éfeso consideró la cristología matrimonial de Nestorio, obispo de Constantinopla. Este sostenía que la unión de lo humano y lo divino en Jesús era como el matrimonio de un esposo y una esposa. En consecuencia, el Concilio lo acusó de enseñar que en Cristo había dos personas separadas.
El Concilio de Calcedonia fue quizás el concilio eclesiástico más importante para el cristianismo. Se reunió para debatir la enseñanza de Eutico, monje de Constantinopla. Él negaba la doble naturaleza de Jesús. Esta reacción contra la cristología de Nestorio impulsó al Concilio a expresar la encarnación de Jesús en términos de una persona con dos naturalezas: humana y divina.
El misterio de la encarnación prosigue, y las declaraciones de los primeros cuatro concilios de la iglesia cristiana preservan dicho misterio. Jesús, Dios encarnado, plenamente divino y plenamente humano. Ver Cristo.

Walter d. Draughon III

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