Significado de IMAGEN DE DIOS Según La Biblia | Concepto y Definición

IMAGEN DE DIOS Significado Bíblico

¿Qué Es IMAGEN DE DIOS En La Biblia?

Denominación bíblica para la naturaleza, el estatus y la valía exclusivos de todos los seres humanos como seres creados por Dios.
Los pensadores cristianos intentaron ubicar la imagen de Dios (imago Dei) en diversas dimensiones del ser humano entre las que se incluyen el espíritu, el alma, la racionalidad, la voluntad, la mente, la personalidad, la inmortalidad e incluso el cuerpo. Sin embargo, la Escritura no es específica en cuanto a qué parte del hombre constituye la imagen de Dios. Esta no puede reducirse a un atributo ni a una combinación de atributos del hombre. El retrato bíblico es más holístico. La totalidad del hombre, como ser humano, es imagen de Dios.
Creación
La descripción bíblica de la imagen de Dios comienza “en el principio” cuando “dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gén 1:26). El término hebreo para “imagen” (selem) indica representación, retrato o semejanza; con frecuencia corresponde a cómo un ídolo representa a un dios. “Semejanza” (demut) significa “similar en apariencia”, por lo general referido a la apariencia visual, pero puede también relacionarse con la similitud en lo audible. Si los tomamos juntos, “semejanza” es complemento de “imagen” para expresar que el hombre es más que una mera imagen; es parecido o similar a Dios. No obstante, más allá de las discusiones en cuanto a la definición o al orden de las palabras, los intentos por realizar una distinción cierta entre “imagen” y “semejanza” son erróneos. Por siglos los teólogos han intentado contrastar “imagen” (como la parte física, natural o racional del hombre) con “semejanza” (como el aspecto espiritual, moral y volitivo del hombre). Si bien los términos selem y demut se complementan, hay tres referencias posteriores a Gén 1:26 que confirman que estos dos términos son, en esencia, ideas intercambiables en el paralelismo, el estilo literario común en el hebreo. Por un lado, en Gén 1:27 se usa “imagen” sin “semejanza”. Por el otro, en Gén 5:1, “semejanza” se emplea sin “imagen”. En Gén 5:3, ambos términos aparecen juntos, pero en orden inverso a Gén 1:26. De todas maneras, los tres pasajes apuntan a Gén 1:26 y transmiten la gran idea de la imagen de Dios.
Para comprender este concepto, lo más importante es que el contexto escritural inmediato a la declaración divina original de Gén 1:26 es la creación del reino animal. En contraste con la creación animal, la humanidad fue creada a imagen de Dios en un acto separado de la creación. El hombre tiene su origen fuera de toda conexión con la creación animal y, por cierto, no proviene de la evolución. Además, en la narrativa creacional se emplea por primera vez el divino “hagamos” en relación con el acto mismo de la creación. Sumado a esto, el contexto escritural inmediato que sigue a esta introducción de la “imagen de Dios” es el concepto adicional de que el hombre someta a la tierra y domine a todas las demás criaturas (Gén 1:26; Gén 1:28). En apariencia, la autoridad del hombre sobre la tierra lo coloca aparte del resto de la creación. Si profundizamos en el tema, esta idea dominante de ser imago Dei contrasta con la antigua creencia religiosa pagana de que solo los reyes gobernantes disfrutaban una posición real delante de los dioses y del hombre, tal como se evidenciaba en la dominación que se atrevían a ejercer en nombre de sus deidades. Por el contrario, la representación bíblica de imago Dei significa que todos los seres humanos, y no solo los reyes, poseen un estatus real y especial como administradores designados por Dios sobre la tierra. Debido a esta característica de que la humanidad rige sobre el resto de las criaturas de Dios y sobre la tierra, cada miembro de la raza humana de alguna manera representa y refleja al Señor soberano de la creación.
Procreación
Ambos sexos reflejan la imagen de Dios como “varón y hembra” (Gén 1:27), y se les ordenó, “fructificad y multiplicaos” (Gén 1:28). Este mandato demográfico se inició en Gén 5:1-3 con la clara consecuencia de que el imago Dei pasó de Adán y Eva a su hijo Set. Este texto encuadra la imagen de Dios dentro del tema de filiación. Cuando Lucas cita Gén 5:1-3, se refiere a Adán como “hijo de Dios” (Luc 3:38). Estos dos pasajes juntos transmiten una misma idea: Adán recibió la imago Dei de parte de Dios y Set la recibió de parte de Adán. El pecado de Adán y sus consecuencias negativas para toda la raza humana sin dudas estropearon la imagen de Dios, ya que ningún aspecto de la humanidad quedó sin ser afectado por la caída. Sin embargo, suponer que la imagen de Dios se perdió por completo debido al pecado es solo presunción. Por el contrario, Set y su progenie recibieron y transmitieron esa imagen.
Esta multifacética imagen de Dios en el hombre, según se representa en los temas de creación-procreación de la mayordomía y la filiación, se halla también presente en el Sal 8:1-9. Aquí vemos que el “hombre” y el “hijo del hombre” son hechos “poco menor que los ángeles” y recibieron honra, gloria y dominio (Sal 8:3-8). Tanto conserva esa imagen el hombre pecador que Pablo declara que el hombre caído es “imagen y gloria de Dios” (1Co 11:7). Si bien el pecado distorsionó y desfiguró la imagen de Dios en el hombre, no disminuyó su valía. Es más, la vida humana luego de la caída sigue siendo sagrada debido a la imago Dei, tan sagrada que no debe ser quitada (Gén 9:6-7) ni maldecida (Stg 3:9).
Encarnación
Aunque la mayoría de la humanidad sea imagen de Dios mediante la mayordomía y la filiación, solo un hombre es la verdadera imagen de Dios con la plena autoridad del Padre como unigénito Hijo de Dios. Jesucristo es “la imagen de Dios” (2Co 4:4); “Él es la imagen del Dios invisible” (Col 1:15). Esta es la gran verdad de la encarnación (Jua 1:14; Jua 1:18; Flp 2:5-8). Como el único Dios-Hombre, Jesucristo es el único entre los hombres que refleja a Dios como “la imagen misma de su sustancia” (Heb 1:3). Como tal, es el supremo mayordomo de Dios y el verdadero Hijo de Dios (Heb 2:6-8).
Redención
Así como la imagen de Dios en el hombre fue dañada por el pecado, para aquellos que creen, ese daño queda más que contrarrestado por la obra redentora de Jesucristo. El cristiano debe vestirse del hombre “nuevo, el cual conforme a la imagen de aquel que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Col 3:10; comp. Efe 4:24). Al reflejar “como en un espejo la gloria del Señor”, el creyente va siendo progresivamente santificado, transformado “de gloria en gloria en la misma imagen” (2Co 3:18; comp. Rom 8:28-29).
Glorificación
Gracias a la encarnación, la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo, los creyentes reciben la promesa de una transformación final a semejanza de Cristo cuando Él regrese. “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1Co 15:49; comp. 1Co 15:42; 1Co 15:45-48). Aunque quizás haya mucho de la imagen de Dios que los cristianos no pueden comprender ni saber en su estado actual, la revelación de Jesucristo cambiará a los creyentes para la eternidad. “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1Jn 3:2; comp. Flp 3:21).

Jerry A. Johnson

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