Significado de ORÁCULOS Según La Biblia | Concepto y Definición

ORÁCULOS Significado Bíblico

¿Qué Es ORÁCULOS En La Biblia?

Comunicados de parte de Dios. El término se refiere tanto a respuestas divinas sobre preguntas formuladas a Dios como a declaraciones efectuadas por Él sin que se le hubiese preguntado. En un sentido, los oráculos eran profecías dado que solían referirse al futuro; pero a veces tratan sobre decisiones que deben tomarse en el presente. Por lo general, los comunicados que aparecen en la Biblia eran de parte de Yahvéh, el Dios de Israel. No obstante, en las épocas de idolatría, los israelitas ciertamente buscaban una palabra o declaración de parte de los dioses falsos (Ose 4:12). Muchas de las naciones vecinas de Israel procuraban recibir oráculos de sus deidades.
Si bien la palabra “oráculo” no se emplea con mucha frecuencia en el AT, definitivamente era algo común en aquella época. Esta diferencia tiene lugar porque la palabra hebrea que se traduce “oráculo” también se puede traducir como “carga”, “dicho”, “palabra”, “profecía” y otros términos más. Las traducciones no son congruentes en cuanto a la manera de expresar estas palabras hebreas. En las versiones en español de la Biblia se traducen mayormente con formas derivadas del verbo “decir”.
Algunos “oráculos” corresponden a “profecías” que representan la totalidad de un libro profético (Mal 1:1) o una porción importante de alguno de ellos (Hab 1:1). En Isaías, varias porciones proféticas de juicio y castigo entran en esta categoría (Isa 13:1; Isa 14:28). Los dichos específicos acerca del juicio de Dios sobre Joram (2Re 9:25) y Joás (2Cr 24:27) también corresponden a oráculos. Otros ejemplos, aun cuando la palabra “oráculo” no se usa, incluyen las palabras de Elías a Acab (1Re 21:17-19) y las de Eliseo a Joram (2Re 3:13-20). Según estas clases de usos, muchos estudiosos de la Biblia consideran que los oráculos son palabras divinas de castigo y juicio. No obstante, el oráculo de Balaam (Núm 24:3-9) es una bendición. También las referencias al consejo de Ahitofel (2Sa 16:23) y a las profecías sobre Jerusalén que, aunque agradables, eran falsas (Lam 2:14) nos demuestran que estos pronunciamientos no siempre eran negativos.
El NT no refleja un uso similar de los oráculos ni de las palabras referentes a ellos como sucede en el AT. La iglesia primitiva ciertamente tenía profetas como Agabo (Hch 21:10-11) que expresaban la palabra de Dios sobre lo que iba a sobrevenir. En la mayoría de los casos se refiere a las enseñanzas de Dios en el AT (Hch 7:38; Rom 3:2). Es probable que también apunte a las enseñanzas cristianas (Heb 5:12).
¿Por qué se pronunciaban oráculos?
Debemos hacer una distinción entre los oráculos que se pedían y los que llegaban sin ser solicitados. A los primeros hay que denominarlos “oráculos decisorios”, en tanto que a los segundos se los podría llamar “oráculos declaratorios”. Los oráculos decisorios se daban cuando la gente le hacía una pregunta a Dios o buscaba Su consejo. Por ejemplo, David necesitaba saber el momento preciso para atacar a los filisteos, de modo que le preguntó a Dios. Las respuestas que recibió fueron oráculos (2Sa 5:19; 2Sa 5:23-24). Saúl, el primer rey de Israel, fue elegido mediante un oráculo (1Sa 10:20-24). En ese caso, el comunicado divino se obtuvo echando suertes. Los resultados se consideraban oráculos de Dios. Los oráculos decisorios son, pues, la respuesta de Dios a preguntas e intereses del momento presente. No condenaban el pecado ni predecían el futuro de ninguna manera específica.
Los oráculos declaratorios constituían la palabra dicha por Dios con respecto a una situación o una persona aun cuando no se había buscado obtenerla (no obstante, ver más abajo los comentarios sobre el oráculo de Balaam). Los oráculos declaratorios a veces eran breves, tal como cuando Elías anticipó hambruna en Israel (1Re 17:1). El mensaje podía ser extenso; por esta razón, todo el libro de Malaquías es un oráculo declaratorio. Por lo general, esta clase de oráculo enunciaba lo que iba a suceder y también solía condenar el pecado. Expresaba el punto de vista de Dios respecto a los actos y circunstancias del presente. En ese sentido, muchas de las profecías del AT eran oráculos declaratorios. Dado que expresaban la palabra de Dios, estos pronunciamientos eran verdaderos aun cuando podían cambiar, tal como sucedió en el caso de lo dicho por Jonás acerca de Nínive (Jon 3:4-9).
Los oráculos declaratorios se emitían a fin de provocar un efecto. La gente tenía que escuchar y modificar su manera de proceder. Con esto en mente, los oráculos declaratorios contra las naciones extranjeras conformaban un grupo especial. Muchos de los escritos proféticos contienen declaraciones en contra de (o referentes a) las naciones que rodeaban a Israel (Amó 1:1-15; Isa 13:1-22; Isa 14:1-32; Isa 15:1-9; Isa 16:1-14; Isa 17:1-14; Isa 18:1-7; Isa 19:1-25; Jer 46:1-28; Jer 47:1-7; Jer 48:1-47; Jer 49:1-39; Jer 50:1-46; Jer 51:1-64). Dichas naciones tenían pocas probabilidades de escuchar la palabra de un profeta israelita y actuar en función de ella. Otras naciones tenían sus propios dioses y profetas. Aparentemente, las declaraciones sobre las naciones extranjeras procuraban hacer efecto en el pueblo de Israel como así también desencadenar los acontecimientos descritos. En ocasiones, Israel o Judá escuchaban que su nombre se incluía entre las naciones extranjeras (por ej., Amó 2:4-16). Dios se interesaba por las otras naciones aun cuando ellas no le prestaban mucha atención. La expresión de interés de Dios al pronunciar juicio (o salvación como en el caso de Isa 19:19-22) procuraba recordarle a Israel su misión de compartirles a otros acerca de Dios. Estas palabras al menos les recordaban a los oyentes sobre el poder y las expectativas internacionales, e incluso universales, de Dios.
El oráculo de Balaam (Núm 24:1-25) es un caso especial. Balac buscó obtener una declaración a través del profeta Balaam. La intención de Balac era maldecir o pronunciar juicio sobre los israelitas. Dios no lo permitió sino que le dio a Balaam un oráculo de bendición. Este oráculo fue tanto positivo como buscado; un oráculo declaratorio positivo. La búsqueda de una declaración como esta quizás haya sido más común de lo que tenemos conocimiento. Los oráculos llegaban en respuesta a preguntas humanas o cuando Dios deseaba dar a conocer Sus perspectivas a fin de producir cambio en los oyentes.
¿Cómo se entregaban o se recibían los oráculos?
Los oráculos se entregaban a través de personas especiales. Si bien cualquiera podía tratar de obtener una palabra de parte de Dios, y muchos, como en el caso de Gedeón y de Abraham, recibieron directamente un oráculo, estos comunicados divinos por lo general llegaban a través de sacerdotes, profetas o profetisas. Pareciera que estos grupos tenían una manera específica de recibir los oráculos. En épocas más tempranas se solía recurrir a los sacerdotes para obtener una palabra de Dios. Posteriormente se destacaron más los profetas. Desde luego, ambos oficiaron como intermediarios durante un largo período. Es necesario hacer una advertencia en cuanto a los profetas y sus declaraciones. A menudo, no se los consideraba como tales hasta que recibían una palabra de parte de Dios (considerar la experiencia de Amós en Amó 7:14-15). Algunos eran reacios a recibir dicha palabra, como en el caso de Jeremías. La acción divina de otorgarle un oráculo a un hombre o a una mujer los convertía en profetas dado que, cuando llegaba la palabra divina, el profeta tenía que hablar (Amó 3:8 b).
Sacerdotes y profetas empleaban métodos distintos para recibir las dos clases de oráculos, aunque no hay que tratar de establecer una diferencia demasiado estricta. Los oráculos decisorios a menudo llegaban mediante el uso de objetos. Ejemplos son el Urim y Tumim del sumo sacerdote y el efod. También se acostumbraba a echar suertes. Ver Efod; Suertes; Urim y Tumim.
Los oráculos decisorios también podían llegar a través de una persona sin el uso de ningún objeto. David buscó la voluntad del Señor en el momento de edificar un templo. Su respuesta llegó por intermedio del profeta Natán (2Sa 7:1-29). En 1Re 22:1-53 se produjo un dramático conflicto cuando los reyes de Judá y de Israel buscaron conjuntamente obtener un oráculo decisorio. En ese caso no se utilizaron objetos. El problema surgió cuando un profeta verdadero recibió una respuesta con respecto a la decisión, y otro grupo grande de profetas falsos proporcionaron una respuesta diferente. Los profetas a veces empleaban la música como medio para recibir un oráculo decisorio, tal como sucedió con Eliseo (2Re 3:15). Sin embargo, no resulta claro de qué manera exacta se implementaba la música.
Con frecuencia, el AT no da indicaciones sobre cómo Dios les comunicaba los oráculos declaratorios a Sus sacerdotes o profetas. Una lectura cuidadosa del AT manifiesta una variedad de métodos. La audición (escuchar la voz directamente) y las visiones sin duda eran formas de recibir las palabras de Dios. No sabemos qué parte de la revelación de Dios llegó directamente a través del oído o la vista, ni cuánto lo hizo por medio de la mente. Balaam habló cuando el Espíritu descendió sobre él (Núm 24:2-3). Se describió a sí mismo como alguien cuyos ojos habían sido abiertos, que había escuchado la palabra de Dios y había tenido una visión. Nahum y Habacuc escribieron sobre una visión o haber visto sus oráculos o profecías (Nah 1:1; Hab 1:1). Dios condenó por intermedio de Jeremías a aquellos profetas que se apoyaban en los sueños para recibir un oráculo (Jer 23:23-32). No obstante, Salomón anteriormente había recibido una declaración de Dios en un sueño (1Re 3:5-15). Dios también utilizaba escenas que veían los profetas como medio para entregar un oráculo declaratorio. Algunas eran externas (Jer 18:1-12) y otras eran visiones (Eze 37:1-14). El uso frecuente de las visiones en conexión con las declaraciones indujo a muchos a creer que los profetas tenían encuentros con Dios que posteriormente debían interpretar y comunicarles a los demás.
Dejando de lado la manera como llegaba el o-ráculo, lo importante era expresárselo a los demás. Pareciera que lo más frecuente era la comunicación oral. El sacerdote o el profeta le referían el oráculo a un individuo o a un grupo. El lugar podía ser un campo o el trono de un rey. Los oráculos declaratorios se solían proclamar en la ciudad, incluso en el templo (Amós en Bet-el y Jeremías en Jerusalén). No obstante, muchos o – ráculos no nos indican ni dónde ni cuándo fueron entregados.
Aparentemente, los oráculos que iban más allá de pronunciar simples afirmaciones o negaciones con frecuencia se expresaban en forma poética. Este es el caso con las declaraciones preservadas de los escritos de los profetas. Si bien al principio se expresaron en forma oral, en algún momento los oráculos declaratorios se colocaron por escrito. Tal vez los hayan escrito discípulos del profeta u otros que los escucharon. Quizás se escribieron cuando se oyeron por primera vez, o tiempo más tarde. Cualquiera sea el caso, los oráculos fueron dados por Dios y preservados para nosotros.
¿Cómo respondía la gente frente a los oráculos?
Una vez más es necesario distinguir entre los o – ráculos decisorios y los declaratorios. Quienes buscaban la ayuda o el consejo de Dios durante el proceso de tomar una decisión sin duda actuaban en función de lo que averiguaban. Los que escuchaban oráculos que ni habían buscado ni recibían con buen agrado tal vez no aceptaban inmediatamente la declaración (considerar las palabras de Elías a Acab, 1Re 21:20-24). En la mayoría de los casos se puede predecir la respuesta de los que oían o leían los oráculos de Dios. Es necesario reconocer dos aspectos. Primero, los oráculos se recordaban hasta mucho tiempo después de ser pronunciados. Cuando Jehú mató a Joram (2Re 9:24-25), hizo que llevaran el cuerpo a la viña de Nabot a fin de que se cumpliera el oráculo entregado en época de Acab. Segundo, si bien no conocemos la respuesta de los oyentes originales, actualmente las declaraciones de Dios aún se leen y producen cambios en las personas. Por lo tanto, los oráculos aún tienen vigencia. Ver Adivinación y magia; Espíritu; Inspiración de las Escrituras; Profeta, profecía; Sacerdote.

Albert F. Bean

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