Significado de PROMESA Según La Biblia | Concepto y Definición

PROMESA Significado Bíblico

¿Qué Es PROMESA En La Biblia?

Anuncio de Dios de Su plan de salvación y bendición a Su pueblo, uno de los temas unificadores que integran el mensaje y las obras del AT y del NT.
La promesa comprende tanto la declaración como la obra
La promesa de Dios comienza con una declaración de Su parte; abarca los planes futuros no solo para una raza sino para todas las naciones de la tierra. Se centra en los dones y en las obras que Dios les otorgará a unos pocos para beneficio de muchos. Podemos definir la promesa de Dios de esta manera: declaración o confirmación divina hecha primero a Eva, a Sem, a Abraham, a Isaac y a Jacob, y luego a toda la nación de Israel en cuanto a que:
(1) Él sería su Dios,
(2) ellos serían Su pueblo, y
(3) Él moraría en medio de ellos. La bendición de poseer una tierra y de crecer como nación, así como el llamado a bendecir a las naciones, formaba parte de la promesa a Abraham. Sumada a estas palabras de compromiso hubo una serie de acciones divinas en la historia. Estas palabras y obras divinas comenzaron a constituir el plan divino que se desplegó de manera continuada, mediante el cual todos los pueblos y las naciones de la tierra se beneficiarían desde aquel día hasta hoy.
El AT no usa una palabra hebrea específica para “promesa” sino palabras bastante comunes para encapsular la promesa fundamental de Dios: hablar, decir, jurar. Sin embargo, el NT sí usa en el original griego el sustantivo “promesa” (51 veces) y el verbo “prometer” (11 veces).
En estas referencias, “promesa” o “prometer” pueden denotar tanto la forma como el contenido de esas palabras. Se pueden referir a las palabras en sí como pagarés en los cuales basar la confianza de uno en el futuro, o a las cosas que fueron prometidas. Debido a que el plan prometido por Dios estaba constituido por muchas especificaciones, la forma plural, “promesas”, aparece 11 veces en el NT. De todas maneras, la que predomina es la forma singular.
Diversas formulaciones de la promesa en el Antiguo Testamento
En Gén 1:1-31; Gén 2:1-25; Gén 3:1-24; Gén 4:1-26; Gén 5:1-32; Gén 6:1-22; Gén 7:1-24; Gén 8:1-22; Gén 9:1-29; Gén 10:1-32; Gén 11:1-32, la promesa de Dios está representada por sucesivas “bendiciones” anunciadas tanto en el orden creacional como sobre la familia humana (aun a pesar de su pecado). Por lo tanto, la promesa de bendición fue a la vez una introducción a la promesa y parte de la promesa misma.
La promesa y los patriarcas
En el caso de los padres de Israel (Abraham, Isaac y Jacob), podemos hablar de la promesa en singular aunque anunciaba tres elementos significativos. Cada uno de esos elementos queda incompleto sin el respaldo del otro y sin estar entrelazados en un mismo plan de promesa.
Esta triple promesa incluía:
(1) la promesa de una simiente o descendencia (un heredero; Gén 12:7; Gén 15:4; Gén 17:16; Gén 17:19; Gén 21:12; Gén 22:16-18; Gén 26:3-4; Gén 26:24; Gén 28:13-14; Gén 35:11-12);
(2) la promesa de una tierra (una herencia; Gén 12:1; Gén 12:7; Gén 13:17; Gén 15:18; Gén 17:8; Gén 24:7; Gén 26:3-5; Gén 28:13; Gén 28:15; Gén 35:12; Gén 48:4; Gén 50:24);
(3) la promesa de bendecir a todas las naciones (una herencia del evangelio; Gén 12:3; Gén 18:18; Gén 22:17-18; Gén 26:4; Gén 28:14).
Para demostrar la cualidad eterna y lo incondicional de la oferta de gracia de Dios, solo Él pasó entre las mitades en Gén 15:9-21, lo que, de este modo, lo obligaba a cumplir sus promesas sin forzar de manera simultánea o similar a Abraham y a los beneficiarios subsiguientes.
La promesa y la ley
Como la promesa era eterna, los descendientes de Abraham debían trasmitirla a generaciones subsiguientes hasta que llegara la última simiente, Jesús el Mesías. Debían hacer algo más. Dios esperaba que participaran personalmente por la fe. Donde la fe estaba presente, asimismo estaban presentes las exigencias y los mandamientos. Por lo tanto, Abraham obedeció a Dios y salió de Ur (Gén 12:1-4) y caminó delante de Dios de manera intachable (Gén 17:1). Su obediencia a los “preceptos”, “mandamientos”, “estatutos” y “leyes” de Dios (Gén 26:5) fue ejemplar.
La ley extendía estas exigencias a la totalidad de la vida del pueblo, presuponiendo en todo momento que las antiguas promesas constituían la base misma, de hecho, la fuerza inductora sobre la cual se podían hacer tales exigencias (Éxo 2:23-25; Éxo 6:2-8; Éxo 19:3-8; Éxo 20:2). Más tarde, el apóstol Pablo preguntaría si las promesas anulaban la ley (Rom 3:31). Su respuesta es: “En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Rom 3:31).
Las promesas y David
La monarquía, fundada prematuramente por los caprichos de un pueblo que deseaba ser como las otras naciones, recibió un rol distintivo a través de las promesas de Dios. Un jovencito sacado “del redil” (2Sa 7:8) recibiría un nombre como “el de los grandes que hay en la tierra” (2Sa 7:9); por cierto, su descendencia se sentaría a la diestra del trono de Dios (Sal 110:1) y heredaría las naciones (Sal 2:8).
La promesa y el nuevo pacto
El nuevo pacto de Jer 31:31-34 repite muchos elementos y fórmulas que ya se encontraban en el plan de la promesa divina anunciado previamente, y también añade varios rasgos novedosos. La nueva promesa sigue conteniendo la ley de Dios, solo que ahora será internalizada. Todavía promete que Dios será su Dios y ellos serán Su pueblo. Todavía declara que Dios perdonará sus pecados y no los recordará más. Sin embargo, también añade que ya no será necesario enseñarle al prójimo o al hermano porque todos, sea cual fuere su condición en la vida, conocerán al Señor.
En lugar de la futura pérdida de Israel de su rey, su capital, su templo y su antigua gloria, Dios cumpliría sus promesas antiguas estableciendo otras nuevas sobre aquellas que ya había hecho antes (Isa 48:3). Él enviaría su nuevo David, su nuevo templo, su nuevo Elías, cielos nuevos y tierra nueva, pero todo como continuidad de lo que había prometido en el pasado.
El NT amplía las antiguas promesas
Las promesas del NT se pueden dividir en estos grupos. El primero y más frecuente es el que hace referencia a las promesas de Dios a Abraham acerca del heredero que iba a recibir, esto es, Jesucristo (Rom 4:13-16; Rom 4:20; Rom 9:7-9; Rom 15:8; Gál 3:16-22; Gál 4:23; Heb 6:13-17; Heb 7:6; Heb 11:9; Heb 11:11; Heb 11:17). Un segundo grupo importante se puede formar en torno de la simiente de David y el envío de Jesús como Salvador “conforme a la promesa” (Hch 13:23; Hch 13:32-33; Hch 26:6). Tal vez deberíamos relacionar con este grupo el don “según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús” (2Ti 1:1), “la promesa de la herencia eterna” (Heb 9:15), y “la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1Jn 2:25). Esta promesa se hizo “por la fe en Jesucristo” (Gál 3:22).
El tercer gran grupo es el don del Espíritu Santo. Las promesas aparecen luego de la resurrección de nuestro Señor (Luc 24:49; Hch 2:33; Hch 2:38-39).
Existen otros temas relacionados con la promesa de Dios: el reposo (Heb 4:1); el nuevo pacto con su perspectiva de herencia eterna (Heb 9:15); los cielos nuevos y la tierra nueva (2Pe 3:13); la resurrección (Hch 26:6); la bendición de descendientes numerosos (Heb 6:14); el surgimiento de un reino inconmovible (Heb 12:28), y de los gentiles como receptores de la misma promesa (Efe 2:11-13).
La promesa tiene ciertas diferencias notables con la profecía
Aunque gran parte de la doctrina de la promesa es también profética en el sentido de que se relaciona con el futuro, existen ciertas diferencias notables entre promesa y profecía.
(1) Las promesas se relacionan con lo que es bueno, deseable, y con aquello que bendice y enriquece. Sin embargo, la profecía también puede incluir notas de juicio, destrucción y calamidad cuando la gente o las naciones no se arrepienten.
(2) Las promesas abarcan, por lo general, a toda la raza humana, en tanto que es más común que las profecías estén dirigidas a naciones, culturas o pueblos en especial.
(3) Las promesas deliberadamente tienen un cumplimiento continuo de generación tras generación, en tanto que las profecías invocan promesas cuando desean hablar de un futuro distante.
(4) La promesa de Dios es incondicional, en tanto que la mayoría de las profecías son condicionales y tienen un “a menos que” o un “si” condicional adosados a sus predicciones de juicio.
(5) La promesa de Dios comprende muchas declaraciones divinas (“preciosas y grandísimas promesas”, 2Pe 1:4), en tanto que las profecías por lo general están dirigidas a sucesos más específicos y a individuos en particular.
Por lo tanto, el plan de la promesa de Dios es, por cierto, Su propia Palabra y plan, tanto en Su persona como en Sus obras, a fin de comunicar una bendición a Israel y así bendecir a todas las naciones de la tierra.

Walter C. Kaiser (h)

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