Significado de PROVIDENCIA Según La Biblia | Concepto y Definición

PROVIDENCIA Significado Bíblico

¿Qué Es PROVIDENCIA En La Biblia?

Supervisión benevolente y sabia de Dios sobre Su creación. Con respecto a esta supervisión, la Confesión de Fe de Westminster (1647) afirma: “Dios, el Gran Creador de todo, sostiene, dirige, dispone y gobierna a todas las criaturas, acciones y cosas, desde la más grande hasta las más pequeña, por su sabia y santa providencia, conforme a su presciencia infalible y al libre e inmutable consejo de su propia voluntad, para la alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia”. Tal como se indica, Dios, del cual nada se oculta (comp. Sal 33:13-15; Sal 139:1-16; Isa 40:27-28) y cuyo poder es incomparablemente grande (comp. Job 42:2; Jer 32:17), supervisa sabiamente y controla con soberanía toda la creación. Al hacerlo, atiende no solo acontecimientos y personas que en apariencia son trascendentes sino también a aquellos que parecen tanto mundanos como triviales. Por lo tanto, mientras mantiene en Sus manos la vida de reyes y de naciones (comp. Isa 40:21-26; Jer 18:1-6), Dios también se preocupa por el bienestar de los humildes y de los mansos (comp. Sal 104:10-30; Sal 107:39-43). Por cierto, la atención de Dios abarca todos los sucesos dentro de la creación de tal manera que nada sucede por casualidad, ni siquiera cuando se echan suertes (comp. Pro 16:33).
Con respecto al rol de Dios en el curso de los acontecimientos terrenales, debemos evitar el error del deísmo por un lado y el del fatalismo por el otro. El deísmo es la visión de que Dios creó el universo como una suerte de máquina colosal, lo puso en movimiento conforme a varias leyes naturales (las que, tal vez, Él mismo estableció), y ahora sencillamente se sienta y observa cómo se desarrollan los acontecimientos de acuerdo a esas leyes. La visión de que Dios interviene ocasionalmente en los asuntos terrenales es en sí una versión del deísmo. Además, como Dios participa de todo lo que sucede, el deísmo es falso.
El fatalismo es la visión de que todo suceso ocurre porque tenía que ocurrir. Por lo tanto, desde la visión fatalista, todo lo que sucede es inevitable en el sentido de que no podría haber dejado de suceder. Puesto que implica que uno no puede hacer nada más de lo que en realidad hace y, por lo tanto, que uno no tiene posibilidad de elección ni control sobre sus acciones, dicha visión socava la responsabilidad personal. Como la Escritura indica claramente que los seres humanos se enfrentan a verdaderas elecciones y en general son responsables por sus acciones (comp. Deu 30:11-20), el fatalismo es falso.
En consecuencia, mientras el deísmo minimiza de manera antibíblica el papel de Dios en el curso de la historia, el fatalismo minimiza de la misma manera la responsabilidad de las acciones humanas. A fin de ser fiel al testimonio bíblico, la explicación que se le da a la providencia debe estipular el rol sumamente activo que desempeña Dios dirigiendo los sucesos hacia fines que Él elige, como así también la responsabilidad que tienen los seres humanos por la manera en que contribuyen hacia esos fines. Por lo tanto, por ejemplo, Dios usa las acciones de los hermanos de José para llevarlo a Egipto (comp. Gén 37:12-28; Gén 45:1-8; Gén 50:15-21) como así también las acciones de los líderes religiosos de Jerusalén al producir la muerte de Cristo (comp. Mat 26:1-5; Mat 26:47-68; Mat 27:1-26; Jua 18:1-40; Jua 19:1-16; Hch 2:22-24). Pero, en tanto que Dios obró mediante Sus acciones para llevar a cabo Sus propósitos, esto no niega la responsabilidad por sus acciones de los hermanos de José ni de aquellos líderes religiosos.
Un corolario importante de la providencia es la presciencia divina. Puesto que Dios dirige soberanamente todo lo que sucede, tiene pleno conocimiento de aquellos sucesos que todavía no han ocurrido (comp. Isa 42:8-9). En resumen, Dios nunca necesita revisar Sus planes a la luz de algún suceso sorprendente o inesperado. Su conocimiento del futuro se extiende incluso a lo que Sus criaturas elegirán hacer en las edades por venir. Por supuesto, esto hace surgir dos preguntas potencialmente perturbadoras. En primer lugar, si Dios conoce de antemano lo que una criatura escogerá hacer en algún momento del futuro, ¿no se deduce que esta no tiene otra opción más que tomar esa decisión y que, por lo tanto, no es responsable por ella? En segundo lugar, si Dios controla la historia a tal punto que conoce de antemano el futuro con todos los detalles, ¿no quiere decir que habría podido saber de antemano y, así, prevenir el mal en el mundo? La primera pregunta da lugar a lo que se conoce como el problema de la libertad y de la presciencia; la segunda, al problema del mal.
Tal vez, la respuesta más conocida al problema de la libertad y de la presciencia incluye la sugerencia, hecha por Agustín, Boecio y otros, de que Dios existe al margen del tiempo (es decir, Él existe “fuera” de la dimensión del tiempo) y, por lo tanto, no sufre limitaciones temporales. De acuerdo a esta sugerencia, lo que es futuro desde un punto de vista meramente humano, es presente desde el punto de vista divino. Por lo tanto, para aquellos que toman en serio esta sugerencia, el conocimiento eterno de Dios de las futuras acciones de una persona, no hace que la persona sea menos capaz de abstenerse de hacerlas, de lo que sucedería con el conocimiento de un observador en el presente. Una cosa es cierta: la visión de algunos teólogos contemporáneos (teístas libres) en cuanto a que Dios no conoce el futuro no es sostenible a la luz de la clara revelación bíblica.
En respuesta al problema del mal, hay un par de puntos que merecen ser mencionados. Primero, dado el carácter de Dios, Él debe tener buenas razones para permitir el mal que permite. Segundo, en respuesta a las preguntas de Job sobre su propio sufrimiento, Dios le señala que no se encuentra en condición de entender las razones por las cuales Él permite que sufra (comp. Job 38:1-7; Job 40:6-14). Job se parece a un bebé que necesita cirugía y que se enfrenta a un sufrimiento del que no puede entender las razones. Por lo tanto, aunque Dios supuestamente tiene buenas razones para permitir el mal, ningún ser humano puede suponer que es capaz, y muchos menos con certeza, de entender esas razones. Aun así, al igual que el padre del bebé que necesita cirugía, Dios puede, y lo hace, hacer evidente Su amor aun en medio del mal y del sufrimiento. Por supuesto, al darse a conocer, ha prometido conquistar un día al mal (comp. 1Co 15:24-28) y eliminar el dolor y la tristeza (comp. Apo 21:3-4). Así, en Su providencia, Dios finalmente liberará a Su pueblo del mal.
Aun así, sería un error pensar que el único consuelo que se puede encontrar en la providencia es la esperanza bendita del cielo nuevo y la tierra nueva. Porque, desde luego, Dios ahora obra para el bien de aquellos que lo aman (comp. Rom 8:28) y los invita a echar sobre Él sus preocupaciones (comp. 1Pe 5:6-7) confiando en que Él proveerá (comp. Mat 6:26-33). Ver Dios; Elección; Libertad; Maldad; Predestinación; Presciencia.

Douglas Blount

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