Significado de REYES, LIBROS DE Según La Biblia | Concepto y Definición

REYES, LIBROS DE Significado Bíblico

¿Qué Es REYES, LIBROS DE En La Biblia?

Al cubrir el período entre los últimos días del rey David y el final del estado de Judá, los libros de 1 y 2 Reyes constituyen una parte vital de la historia de Israel. El título de estos libros indica su contenido: los reyes y los reinos de Israel y Judá. Tanto 1 como 2 Reyes forman parte de un cuerpo literario más amplio del AT conocido como los doce Libros Históricos (de Josué a Ester). En la Biblia en español, 1 y 2 Reyes están en undécimo y duodécimo lugar en el AT; sin embargo, hasta los siglos XIV y XV d.C. los mss. hebreos los agrupaban como obra unificada. En la traducción griega del AT, la Septuaginta (LXX, siglo III a.C.), 1 y 2 Reyes estaban unidos a 1 y 2 Samuel para formar los cuatro libros de los “reinos” o “reinados”. Por lo tanto, 1 y 2 Reyes se conocían como 3 y 4 “Reinos”. En la traducción latina de la Biblia de Jerónimo, la Vulgata (aprox. 400 d.C.), 1 y 2 Reyes equivalen a 3 y 4 Reyes, y así se preserva la antigua tradición de que los libros de Samuel y Reyes están interrelacionados con respecto a la historia de Israel, y al separarlos se demuestra cierto grado de superficialidad.
Marco temporal
El momento histórico en que se inicia la narración de 1 Reyes es aprox. el 970 a.C. El último acontecimiento de 2Re 25:1-30, ocasión en que Evil-merodac libera de la prisión al rey Joaquín, tiene lugar aprox. en el 560 a.C. Por lo tanto, el relato de 1 y 2 Reyes abarca 410 años de historia. Este período es testigo de enormes cambios en la nación de Israel, que incluyen la división del reino en el 930 a.C. (Israel como las diez tribus del norte y Judá como las dos tribus del sur), el clímax de la monarquía bajo el reinado de Salomón (970–930 a.C.), y los exilios de Israel y de Judá (722 a.C. y 587/586 a.C.).
Autor
Los libros 1 y 2 Reyes son obras anónimas. Como los textos en sí no proporcionan evidencias internas directas sobre el autor, dos ideas básicas dominan el tema. La primera proviene del Talmud judío que designa como autor a Jeremías. Este encaja con la época como para haber escrito estos libros, excepto por un pasaje: 2Re 25:27-30. Hay poco fundamento como para atribuirle a Jeremías estos cuatro versículos; no obstante, es posible la autoría del profeta debido a la perspectiva profundamente profética a través de los libros.
El erudito alemán Martin Noth lanzó la segunda idea básica sobre la autoría: la hipótesis de que un solo “historiador deuteronómico” escribió Josué a 2 Reyes (excepto Rut), después del 560 a.C., durante el exilio babilónico (587–539 a.C.). Esta idea ha acopiado la mayor cantidad de seguidores entre los eruditos bíblicos de la alta crítica desde que Noth postuló la idea a fines de la década de 1940. Basó su idea en la creencia de que el libro de Deuteronomio era una especie de documento fundamental sobre el cual el historiador deuteronómico basó la selección de acontecimientos que incluiría en su relato de la historia de Israel. En la Biblia hebrea, los libros que van desde Josué hasta 2 Reyes se conocen como Profetas Anteriores.
Teología de 1 y 2 Reyes
Dejando de lado la posibilidad de que 1 y 2 Reyes hayan sido escritos por un solo autor denominado historiador deuteronómico, dichos libros contienen una teología marcadamente “deuteronómica”. El libro de Deuteronomio propone esta verdad: la obediencia a las leyes de Dios produce bendiciones, en tanto que la desobediencia desencadena maldiciones. Dicha teología proporciona un eje alrededor del cual se desarrolla la narración histórica de los Profetas Anteriores. No obstante, gran parte del AT al margen de estos libros posee similitudes filosóficas con esta idea teológica (es decir, los Profetas y la Literatura Sapiencial).
Al interpretar la teología deuteronómica del AT, el intérprete debe ser cuidadoso al entender las promesas de Deuteronomio sobre la relación de pacto entre Israel y Yahvéh. Si no se entiende que Deuteronomio es la palabra de Dios para Su pueblo escogido (que ya se encuentra relacionado con Yahvéh mediante un pacto), un intérprete podría aplicar la verdad del texto erróneamente al afirmar que cualquier persona puede recibir las bendiciones de Yahvéh si se comporta de modo acorde a la teología deuteronómica. Esta aplicación errónea no reconoce la relación de pacto ya presente entre la simiente escogida de Abraham y Yahvéh. En otras palabras, la teología deuteronómica solo es real para aquellos que ya se encuentran relacionados con Yahvéh por medio de un pacto. Intentar obedecer las leyes de Dios sin una relación de pacto no es más que “teología de salvación por obras” o “teología de la prosperidad”.
Las otras dos ideas deuteronómicas importantes que impregnan 1 y 2 Reyes son la adoración centralizada en Jerusalén (Deu 12:1-28) y la fidelidad de cada uno de los reyes en particular para promover la devoción plena a Yahvéh al eliminar a los ídolos de la tierra (Deu 12:29-32; Deu 13:12-18). Cuando se finalizó el templo durante el reinado de Salomón, la adoración se centralizó en Jerusalén, lo que dio así cumplimiento a Deu 12:5 : “Sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ese buscaréis, y allá iréis”. Los reyes que sucedieron a Salomón son juzgados según la fidelidad que mostraron para promover la obediencia plena a Yahvéh al quitar de la tierra a los ídolos, la prostitución cúltica masculina, las imágenes de Asera, etc. En otras palabras, el autor de 1 y 2 Reyes juzgó a los reyes de Israel y de Judá sobre la base de los actos de devoción o el incumplimiento del primer y segundo mandamiento:
(1) “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, y
(2) “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…” (Éxo 20:3-5 a).
El autor de 1 y 2 Reyes proporcionó una declaración final de juicio cualitativo en función de cómo cada rey había cumplido con el pacto de Dios. Estas declaraciones utilizan a David como parámetro para juzgar a cada uno de los reyes subsiguientes de Judá. En 2Re 18:3 aparece un ejemplo de dicha declaración sobre el rey Ezequías: “Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre”. Veinte reyes sucedieron al rey Salomón en Judá. De estos 20 reyes, solo ocho permanecieron, hasta cierto punto, fieles al pacto de Dios: Asa, Josafat, Joás, Amasías, Uzías (Azarías en 2Re 15:1-7), Jotam, Ezequías y Josías. De estos ocho, solo Ezequías y Josías recibieron alabanza absoluta por su fidelidad al pacto. Los otros seis permitieron que, hasta cierto punto, continuaran ciertas formas de idolatría.
En un sentido menos positivo, todos los reyes de la nación norteña de Israel fueron malos. Los reyes del Reino del Norte son juzgados por haber hecho lo malo ante los ojos del Señor y haber seguido el ejemplo de Jeroboam (el primer rey de la nación del norte) y su pecado (1Re 15:34). Estas fórmulas de evaluación también parecen actuar como indicadores organizacionales.
Historia teológica/sagrada
Con versículos tales como “Los demás hechos de Salomón, y todo lo que hizo, y su sabiduría, ¿no está escrito en el libro de los hechos de Salomón?” (1Re 11:41), el lector entiende que el autor de 1 y 2 Reyes no registró todos los acontecimientos en la historia de Israel. Este proceso de selección fue lo que impulsó el desarrollo de los términos “historia teológica” o “historia sagrada”. El autor escogió ciertos sucesos para incluirlos en el relato de la historia de Israel. Dichos sucesos son deuteronómicos en sentido teológico, y el motivo aparente del autor es proporcionar un relato preciso de los acontecimientos seleccionados.
Los eruditos de la alta crítica del siglo XX cuestionaron constantemente la autenticidad histórica de los relatos del Pentateuco y de los libros históricos del AT al afirmar que las evidencias extrabíblicas para verificar los relatos de la Escritura eran escasas o inexistentes. Si bien la falta de espacio impide la exploración de la totalidad de estos cuestionamientos escépticos, un intérprete debería observar que tanto la Estela de Mernepta (aprox. 1224 a.C.) como la inscripción de Tell-Dan hallada en 1993 constituyen dos ejemplos de respaldo extrabíblico sobre la presencia de Israel en la tierra de Canaán y la historicidad del reinado de David. Asimismo, la Piedra Moabita provee respaldo extrabíblico sobre la dinastía de Omri en Israel, 1Re 16:21-28. Además, las cartas de Laquis y los anales de Senaquerib ofrecen material extrabíblico adicional que concuerda con ciertos relatos de 1 y 2 Reyes (aunque ciertamente existen algunas diferencias entre los textos bíblicos y los extrabíblicos). Con respecto a la historicidad de los acontecimientos incluidos en la Biblia, el lector haría bien en prestar atención a las palabras del historiador Walter Kaiser, y permitir que la Biblia sea “inocente hasta que se demuestre su culpabilidad”. Así también, es necesario recordar que la falta de evidencia extrabíblica no es prueba consumada de que un acontecimiento bíblico no haya ocurrido.
Informe de acontecimientos
Los libros de 1 y 2 Reyes tienen tres secciones principales, según las cuales se presenta un informe de los sucesos registrados en los libros.
Salomón y su reinado (1Re 1:1-531Re 11:1-43)
El relato de 1 Reyes comienza con el final de la vida de David. Adonías, uno de sus hijos, intentó ocupar el trono tras conseguir un grupo de seguidores y proclamarse rey, pero el profeta Natán y Betsabé intercedieron, y David designó a Salomón como sucesor. Una vez que este fue declarado rey, aplicó “sabiduría” y exterminó a los probables opositores a su reinado: Adonías, Joab y Simei. El sacerdote Abiatar, que se había unido al levantamiento de Adonías, también fue destituido del sacerdocio en cumplimiento de la profecía contra la casa de Elí en Silo (1Sa 2:27-36; 1Sa 3:10-14). En 1 Reyes se narra la oración de Salomón al pedir sabiduría, la concesión de dicha sabiduría por parte de Dios, y la clásica exhibición de sabiduría salomónica en la mediación entre dos prostitutas que se disputaban un hijo.
Una vez que se estableció firmemente el control del reino, Salomón dirigió su atención a tomar esposas extranjeras y concretar proyectos edilicios. El templo de Jerusalén es el proyecto de construcción más significativo de Salomón. La finalización del templo cumplió las palabras de Deu 12:1-28 en cuanto al lugar donde Yahvéh establecería Su nombre. El texto bíblico revela la magnificencia del templo, el reclutamiento de obreros para edificarlo y la forma como fue dedicado. Cuando el pueblo trasladó el arca del pacto al templo, la gloria de Dios regresó en forma de nube, y conmemoró así la época del tabernáculo. Cuando Salomón expresa sus palabras dedicatorias, el lector observa el cumplimiento de la promesa divina a David de que su hijo edificaría el templo (2Sa 7:12-13). Si bien el templo poseía gran relevancia para los hebreos, Salomón también manifestó este concepto a los extranjeros que se acercaban a Yahvéh y oraban a Él (1Re 8:41-43). La dedicación del templo fue seguida por una visita de la reina de Sabá y actividades comerciales con el rey de Tiro. Aunque las riquezas de Salomón excedían las de cualquiera de los reyes de Israel antes o después de él, aun así tuvo un “talón de Aquiles”: los dioses ajenos. Las esposas extranjeras de Salomón introdujeron otros dioses a la presencia del rey. Estas mujeres alejaron el corazón del rey de la plena devoción a Yahvéh, y el rey adoró a estos dioses foráneos y les edificó altares. Esta acción pecaminosa fue un factor perjudicial para el magnánimo reinado de Salomón, pero fiel a la forma deuteronómica, el autor de 1 Reyes registró el juicio que pronunció Dios, la división del reino de Salomón. Dios llevó a cabo este juicio después de la muerte del rey. Es interesante observar que en el texto no se ofrece ninguna evaluación espiritual de Salomón como es tan común en 1 y 2 Reyes en el caso de todos los reyes que le sucedieron.
El reino dividido (1Re 12:1-332Re 17:1-41)
La anteriormente unida nación de Israel entró luego en un espiral descendente. Roboam, el hijo de Salomón, actuó en forma necia al confirmar su intención de aplicar sobre el pueblo una carga laboral e impositiva aún mayor de la que había aplicado su padre. Esta acción provocó que Jeroboam, un antiguo enemigo de Salomón, se separara de la monarquía de Jerusalén. Las diez tribus del norte entonces se convirtieron en la nación de Israel, y las dos tribus del sur (Judá y Benjamín) pasaron a formar la nación de Judá (aprox. 930 a.C.). Jeroboam se convirtió en el primer rey de la nación del norte y erigió altares idólatras en Dan y en Bet-el en un intento para impedir que la gente viajara a Jerusalén para adorar. Estos altares tenían becerros de oro que recordaban la rebelión de los israelitas en el Monte Sinaí. A esta altura del relato se enfatiza la terrible pecaminosidad de Jeroboam; en consecuencia, este se convierte en el parámetro para la evaluación espiritual negativa de todos los reyes del norte que lo sucedieron. Ninguno de los 20 reyes del Reino del Norte fueron fieles al pacto con Yahvéh, lo cual precipitó la destrucción de la nación de Israel en el 723/22 a.C. En 2Re 17:1-41 se registra que los asirios destruyeron Samaria, capital del Reino del Norte. Esta destrucción se vio seguida por la incorporación de otros pueblos conquistados. La mezcla matrimonial entre estos pueblos importados y los israelitas que no habían sido deportados fue el comienzo de los samaritanos.
Aunque la nación del norte presenta un “cuadro sombrío”, la del sur posee algunos momentos brillantes en su historia. Ocho de los 20 reyes de Judá vivieron con cierto grado de fidelidad al pacto con Yahvéh. A través de este linaje escogido de reyes Dios mantuvo intacta Su promesa a Abraham y la descendencia mediante la cual enviaría a Su Hijo al mundo.
La fórmula real toma relevancia en esta sección del relato. Esta fórmula introductoria para los reyes de Judá consiste en cuatro elementos básicos:
(1) el año del reinado del monarca en la nación de Israel;
(2) la edad del rey cuando comenzó a reinar;
(3) el nombre de la reina madre y
(4) la evaluación espiritual del rey. Esta fórmula es una evidente característica organizativa de la narración; no obstante, aun con este procedimiento, los nombres similares de los reyes de ambas naciones y el desarrollo de la trama que pasa de una nación a otra puede, en ocasiones, ser difícil de seguir. La fórmula para los reyes de Israel consiste en el año del reinado del rey de Judá correspondiente y la extensión del reinado.
Aunque la mayoría de los reyes de Israel presentan escasa información de sus hazañas, los monarcas que reinaron durante los ministerios proféticos de Elías y Eliseo reciben atención especial, como es el caso de Acab y Jehú. Elías entra en escena en 1Re 17:1-24. Al enfrentarse con el rey Acab (aprox. 874/73–853), con la reina Jezabel y con los profetas de Baal, Elías aparece como un héroe por su fidelidad al pacto con Yahvéh. Fue un profeta que realizó milagros y permaneció fiel a Yahvéh a pesar de la persecución. Después de huir de Jezabel y dirigirse a la región del Neguev/ Sinaí, Elías recibió la palabra de Dios en cuanto al concepto de un remanente (1Re 19:18). Yahvéh le dijo a Elías que había 7000 personas que no habían doblado sus rodillas ante Baal; por lo tanto, Dios les perdonaría la vida. Después de recibir esta palabra de parte de Dios, Elías le traspasó el manto profético a Eliseo, quien ministró durante el siglo IX a.C. El relato registra su interacción con el rey de Asiria, Ben-adad I (aprox. 880–842), y con Jehú, rey de Israel (aprox. 841–814/13). Muchos milagros de Eliseo están registrados en 2Re 4:1-44; 2Re 5:1-27; 2Re 6:1-33; 2Re 7:1-20; 2Re 8:1-29. Este conjunto de milagros se conoce como “racimo milagroso”.
Esta importante sección de 1 y 2 Reyes concluye con la destrucción del Reino del Norte. Lo que Salmanasar V inició al tomar Samaria, Sargón II lo concluyó al destruirla. Este cataclismo, que tuvo lugar en 723/22 a.C., señaló el final de la nación del norte.
Judá por sí sola (2Re 18:1-372Re 25:1-30)
Esta sección final del relato de Reyes se centra en la nación de Judá. Con Israel ya destruida, Judá permaneció por sí sola entre 722 y 587/86 a.C. Los dos mejores reyes de Judá ascendieron al trono durante este período: Ezequías y Josías. No obstante, a pesar de las reformas deuteronómicas de estos reyes, la nación de Judá continuó rebelándose contra Yahvéh. Por lo tanto, Dios utilizó a los babilonios como instrumento para castigar a Su pueblo al destruir la ciudad de Jerusalén y el templo en el 587/86 a.C.
Esperanza para el futuro
Aunque la historia del pueblo de Dios en 1 y 2 Reyes está signada por fracasos, Dios se mantuvo fiel a Su pueblo escogido. Si bien ambas naciones partieron al exilio, Dios recordó la promesa a Abraham y preservó a Su pueblo mientras se hallaba exiliado. El último acontecimiento del libro de 2 Reyes es la bondad de Evil-merodac hacia uno de los reyes malvados de Judá, Joaquín (Jeconías), a través del cual Dios iba a llevar a cabo la redención definitiva en la persona de Su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, la historia deuteronómica de Israel concluye con una nota de “anhelante anticipación” por la inauguración del nuevo pacto (Jer 31:31-34).

Pete Wilbanks

Bosquejo 1 Reyes
I. Dios obra Sus propósitos aun mediante venganza y traición humana (1Re 1:1-53; 1Re 2:1-46)
II. Dios obra mediante la sabiduría que le da a Su humilde líder (1Re 3:1-28; 1Re 4:1-34; 1Re 5:1-18; 1Re 6:1-38; 1Re 7:1-51)
A.  Dios cumple el pedido de Su humilde líder y lo equipa con sabiduría divina (1Re 3:1-28)
B.  El líder de Dios administra sabiamente a su pueblo (1Re 4:1-34)
C.  El líder de Dios sigue sabiamente instrucciones divinas para edificar una casa de adoración (1Re 5:1-18; 1Re 6:1-38; 1Re 7:1-51)
III. Dios reacciona ante la adoración y el pecado de Su pueblo (1Re 8:1-66; 1Re 9:1-28; 1Re 10:1-29; 1Re 11:1-43)
A.  Dios cumple la promesa que le hizo a Su pueblo y a sus líderes (1Re 8:1-21)
B.  El incomparable Dios del cielo escucha la oración de Su pueblo arrepentido en cualquier parte (1Re 8:22-53)
C.  El Dios fiel guía a Su pueblo para que sea leal e invita a la nación a reconocer el carácter único de Yahvéh (1Re 8:54-61)
D. El pueblo de Dios adora gozosamente en Su casa (1Re 8:62-66)
E. El favor de Dios está relacionado con la obediencia de Su pueblo (1Re 9:1-9)
F. Dios bendice los esfuerzos de Su líder fiel (1Re 9:10-28; 1Re 10:1-29)
G.  La infidelidad de un líder desencadena disciplina de Dios sobre Su pueblo (1Re 11:1-43)
IV. La desobediencia conlleva consecuencias (1Re 12:1-33; 1Re 13:1-34; 1Re 14:1-31; 1Re 15:1-34; 1Re 16:1-34)
A.  Los líderes que se niegan a ser siervos pierden a sus súbditos (1Re 12:1-24)
B.  La adoración falsa conduce a la condenación del pueblo de Dios y de su líder (1Re 12:25-33; 1Re 13:1-10)
C.  Los profetas de Dios deben obedecer la voz de Dios (1Re 13:11-25)
D. La desobediencia conduce a una nación a la ruina eterna (1Re 13:26-34; 1Re 14:1-20)
E. Dios es fiel a Sus promesas aun cuando el pueblo desobedece (1Re 14:21-31; 1Re 15:1-8)
F. Dios honra a un líder fiel en medio de la desobediencia (1Re 15:9-24)
G.  Dios cumple Sus amenazas contra los líderes malvados (1Re 15:25-34; 1Re 16:1-34)
V. Dios obra en la historia mediante Sus mensajeros proféticos (1Re 17:1-24; 1Re 18:1-46; 1Re 19:1-21; 1Re 20:1-43; 1Re 21:1-29; 1Re 22:1-53)
A.  Dios bendice y envía reconocimiento hacia Su fiel profeta (1Re 17:1-24)
B.  Yahvéh comprueba a través de Su profeta la declaración de ser el único Dios de Israel (1Re 18:1-46)
C.  Dios reanima al profeta deprimido y provee lo necesario para que se cumplan los propósitos divinos (1Re 19:1-21)
D. Dios utiliza a un profeta para demostrar Su señorío sobre la historia (1Re 20:1-30 a)
E. Dios envía profetas para condenar a Sus líderes desobedientes (1Re 20:30 b-43)
F. Dios utiliza a Sus profetas para que los líderes culpables se arrepientan (1Re 21:1-29)
G.  Dios habla mediante Su profeta escogido, no a través de los que dependen de designación y provisiones humanas (1Re 22:1-40)
H. Dios bendice a los fieles pero muestra enojo con los desobedientes (1Re 22:41-53)
Bosquejo 2 Reyes
I. Dios lidera la historia y revela Su voluntad mediante profetas (2Re 1:1-18; 2Re 2:1-25; 2Re 3:1-27; 2Re 4:1-44; 2Re 5:1-27; 2Re 6:1-33; 2Re 7:1-20; 2Re 8:1-29)
A.  Solo Dios controla el destino de Su pueblo (2Re 1:1-18)
B.  Dios proporciona liderazgo espiritual para Su pueblo (2Re 2:1-25)
C.  La palabra profética de Dios controla la historia (2Re 3:1-27)
D. El siervo de Dios ayuda al fiel pueblo de Dios en tiempos de necesidad (2Re 4:1-44)
E. La misericordia de Dios se extiende más allá de las fronteras internacionales (2Re 5:1-19 a)
F. Los ministros codiciosos no pueden engañar a Dios (2Re 5:19 b – 2Re 5:20-27)
G.  Dios derrota a los enemigos de Su pueblo (2Re 6:1-33; 2Re 7:1-20)
H. Dios no se olvida de Su pueblo fiel (2Re 8:1-6)
I. Dios controla el destino de todas las naciones (2Re 8:7-29)
II. La misericordia de Dios tiene límites (2Re 9:1-37; 2Re 10:1-36; 2Re 11:1-21; 2Re 12:1-21; 2Re 13:1-25; 2Re 14:1-29; 2Re 15:1-38; 2Re 16:1-20; 2Re 17:1-41)
A.  Dios cumple Sus amenazas contra la adoración falsa pero honra a aquellos que hacen Su voluntad (2Re 9:1-37; 2Re 10:1-36)
B.  Dios protege a Su líder escogido (2Re 11:1-21)
C.  El pueblo de Dios sustenta Su casa de adoración (2Re 12:1-16)
D. Las ofrendas a Dios no se deben usar con propósitos políticos (2Re 12:17-21)
E. La misericordia y la fidelidad de Dios protegen incluso a Su pueblo desobediente (2Re 13:1-25; 2Re 14:1-29)
F. Dios obra para castigar al pueblo que sigue siendo desobediente (2Re 15:1-38; 2Re 16:1-20)
G.  Dios pone fin a la nación que se niega a seguir la palabra profética (2Re 17:1-41)
III. Dios honra a los líderes justos pero castiga a un pueblo pecaminoso (2Re 18:1-37; 2Re 19:1-37; 2Re 20:1-21; 2Re 21:1-26; 2Re 22:1-20; 2Re 23:1-37; 2Re 24:1-20; 2Re 25:1-30).
A.  Dios recompensa a los que confían en Él pero castiga a los que se burlan (2Re 18:1-37; 2Re 19:1-37; comp. con Isa 36:1-22; Isa 37:1-38)
B.  Dios escucha la oración de Su siervo fiel (2Re 20:1-11; comp. con Isa 38:1-22)
C.  Dios conoce el futuro de Su pueblo (2Re 20:12-21; comp. con Isa 39:1-8)
D. La rebelión contra Dios desencadena rechazo divino (2Re 21:1-26)
E. Un gobernante justo puede retrasar el juicio divino (2Re 22:1-20).
F. Un gobernante justo no puede evitar para siempre el juicio (2Re 23:1-30).
G.  El castigo merecido le llega al desobediente pueblo de Dios (2Re 23:31-37; 2Re 24:1-20; 2Re 25:1-26).
H. Dios mantiene la esperanza para Su pueblo (2Re 25:27-30).

Phil Logan

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