Significado de VIDA Según La Biblia | Concepto y Definición

VIDA Significado Bíblico

¿Qué Es VIDA En La Biblia?

Principio o fuerza considerado cualidad distintiva subyacente de los seres animados. Lo que vive tiene movimiento; en la muerte el movimiento cesa. “Vida” se utiliza en la Biblia para describir la fuerza vivificante tanto de los animales como de los seres humanos (por ej., Gén 1:20). Los organismos vivientes crecen y se reproducen según sus especies. Se describe la vida humana como existencia corporal, el valor de la existencia humana y su naturaleza trascendente (por ej., Sal 17:14; Stg 4:14). Esta existencia física y corporal está sujeta a sufrimiento, enfermedad, trabajo, muerte, tentaciones y pecado (por ej., Sal 89:47; Sal 103:14-16; Sal 104:23; Rom 5:12-21; Rom 6:21-23; Rom 8:18). No obstante, “vida”, tal como se utiliza en la Biblia, tiene una aplicación mucho más amplia que tan solo la existencia física o corporal.
Vida exclusiva de Dios
Solo Dios tiene vida en sentido absoluto. Él es el Dios viviente (Jos 3:10; Mat 16:16). Toda otra vida depende de Él para creación y sustento (Hch 17:25; Rom 4:17). Se habla de Dios como el Dios de vida o el dador de la vida (Deu 32:40; Jer 5:2). En marcado contraste con Dios, los ídolos están muertos (Isa 44:9-20; Jer 10:8-10; Jer 10:14), al igual que aquellos que dependen de dichos ídolos para la vida (Sal 115:8; Sal 135:18).
Del mismo modo que Dios es Creador al darles Su aliento o espíritu a las criaturas vivientes, no hay posibilidad de que haya vida cuando Él retiene ese aliento o espíritu (Job 34:14-15). Por lo tanto, Dios es Señor de la vida y de la muerte (2Cr 1:9; Stg 4:15). La vida es algo que solo Dios puede dar (Sal 139:13-14) y sustentar (Sal 119:116).
De modo que, toda vida es posesión exclusiva de Dios. Nadie tiene derecho a poner fin a una vida (Éxo 20:13; Deu 5:17; comp. Gén 4:10; Gén 4:19-24). Puesto que la vida le pertenece a Dios, uno debe abstenerse de consumir sangre, el vehículo de la vida (Gén 9:4; Lev 3:17; Lev 17:10-14; Deu 12:23-25). Por lo tanto, aun la vida animal era valorada por Dios tal como evidencia que la sangre animal era sagrada para Dios.
Existencia terrenal, vida física
La Biblia resume la vida de muchas personas. A menudo, el relato bíblico incluye una declaración sobre la extensión de una vida, como en el caso de “Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años” (Gén 25:7). El AT enfatiza la calidad de vida. La persona que halla sabiduría es afortunada: “Ella [la sabiduría] es árbol de vida a los que de ella echan mano” (Pro 3:18). La sabiduría afecta la forma de vivir de las personas. El Sal 143:1-12 da testimonio de los momentos oscuros de la vida. Entonces el salmista ora a Dios pidiéndole que intervenga: “Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás; por tu justicia sacarás mi alma de angustia” (Sal 143:11).
Cuando Jesús fue tentado, citó Deu 8:3 : “No solo de pan vivirá el hombre” (Mat 4:4; Luc 4:4). Más bien, toda persona debe vivir “de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat 4:4). La vida terrenal incluye a Dios.
Jesús advirtió que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Luc 12:15). Aun así, muchas personas consideran las pertenencias como parámetro del éxito. Jesús sanó a personas y resucitó a algunos muertos para aliviar las angustias de la vida (comp. Mar 5:21-43). Jesús trajo plenitud a la vida humana física.
La vida como comunión con Dios
El AT utiliza intensas metáforas para hablar de la comunión con Dios: “Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz” (Sal 36:9). Nos acercamos a Dios para recibir vida. Andamos en comunión con Dios, y en Su luz vemos la vida. De lo contrario, somos privados de vida y no podemos ver. Aun si nos acercamos a Dios, podemos alejarnos de Él. Otro salmista rogó que la mano de Dios se abriera sobre él: “Así no nos apartaremos de ti; vida nos darás, e invocaremos tu nombre” (Sal 80:18).
La respuesta apropiada ante la vida como don de Dios es vivirla sirviéndolo (Isa 38:10-20) al obedecer la ley (Lev 18:5), hacer la voluntad divina (Mat 6:10; Mat 7:21) y alimentarse de Su Palabra (Deu 6:1-9; Deu 8:3; Deu 32:46-47; Mat 4:4). Solo la vida en obediencia a Dios merece ser llamada así en el verdadero sentido de la palabra (Deu 30:15-20; Eze 3:16-21; Eze 18:1-32).
El NT profundiza el énfasis. Pablo señala que los cristianos se diferencian por la comida que ingieren y los días que celebran (Rom 14:1-6); estas cosas forman parte de las costumbres y la tradición. Todos los creyentes deben colocar al Señor Jesús en el centro y vivir de manera de demostrar que Él es el propósito de sus vidas. “Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Rom 14:7-9). Dicha manera de vivir requiere comunión con el Salvador, que en realidad es el propósito de la vida.
Pablo escribió que morimos con Cristo y somos resucitados junto con Él (Col 3:1-3), y que la vida de los creyentes (individualmente) ha sido escondida con Cristo en Dios. Cuando Él (la vida de los creyentes) venga por segunda vez, seremos manifestados con Él en gloria (Col 3:4). Nuestra comunión con Él ahora depende de nuestra búsqueda y meditación constante en las cosas de arriba (Col 3:1-2). En esto consiste la vida nueva y transformada.
Pablo describe a los siervos de Dios como un perfume divino entre las personas a las cuales testifican (2Co 2:15). Para los que perecen, los creyentes son una fragancia de muerte para muerte. Para los que son salvos, son una fragancia de vida para vida (2Co 2:16). Los que rechazan el mensaje continúan muertos. Los que aceptan el mensaje se trasladan de un nivel de vida a otro. La vida que Cristo inicia va creciendo. Pablo exclamó: “¿Y quién es competente para semejante tarea?” (NVI).
El apóstol expone su imagen de la vida: para mí, el proceso de vivir, Cristo; el acto de morir, ganancia (Flp 1:21). Cuando Cristo es el centro, la vida no tiene límites.
Cristo como la vida, el que imparte vida
Los creyentes del AT asociaban la vida con Dios (Sal 42:8; Sal 27:1; Sal 66:9). Las expresiones “Yo soy” del Evangelio de Juan asocian la vida con Jesús. “Yo soy el pan de vida” (Jua 6:35; Jua 6:48). “Yo he venido para que tengan vida” (Jua 10:10). “Yo soy la resurrección y la vida” (Jua 11:25). “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jua 14:6). Juan declara el propósito de su evangelio: “Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jua 20:31). Debido a que Jesús era Dios encarnado, Él hizo de la vida genuina una realidad, no una perspectiva distante.
La vida futura, la vida más allá de esta vida
La vida genuina que proviene de Jesús para todos los que obedecen a Dios es vida verdadera y eterna. Así como la vida física es regalo de Dios, igualmente lo es la vida eterna (Jua 6:63; Rom 6:23; 1Co 15:45; Efe 2:8-10). Esta, que es vida verdadera, alude tanto a la calidad de vida que uno tiene como a la cantidad. Según la Biblia, todas las personas tendrán vida interminable ya sea en la bendición de la presencia de Dios o en la condenación de estar en ausencia de Él (por ej., Dan 12:2; Mat 25:31-46; Jua 5:28-29). Lo que distingue la vida de estos dos grupos de personas no es la duración sino la calidad. La eterna tiene una calidad semejante a la vida de Dios, y es una verdadera bendición (Luc 18:29-30; 1Jn 5:12). La calidad de esta vida está signada por la libertad del poder destructor del pecado, por la santidad y por una relación positiva con Dios (Rom 6:20-23). La vida verdadera no es algo que solo se debe esperar para el futuro; es una realidad presente. Los creyentes comparten la vida de Dios en esta vida (Luc 11:20; Rom 6:4; Rom 6:11; Rom 8:6; 1Jn 3:14), pero no experimentan plenamente la vida verdadera hasta la resurrección, cuando obtendrán la corona de vida (Stg 1:12; Apo 2:10).
La vida verdadera se ofrece a todos, pero solo la reciben los que reconocen que la fuente de la vida verdadera es lo que Dios hizo en Jesucristo y admiten que no proviene del interior del individuo (Efe 2:8-10). Los que tienen vida verdadera como un don son conformados a la forma de vida que Jesús exhibió (Jua 5:39-40). Los creyentes no deben retener su vida (2Co 5:15) sino servir a Dios en amor (Mat 25:31-46; Gál 2:19). Así como la comida mantiene la vida física, el servicio a Dios mantiene la vida verdadera (Jua 6:27; Jua 6:32-58; Hch 7:38).
La vida eterna es indestructible (1Co 15:42-57; 1Pe 1:23), a pesar de la amenaza del diablo, la ley y la muerte. El diablo intenta destruir esta vida (Luc 12:4-5; 1Pe 5:8), pero no puede dañarla porque Dios protege al creyente (Rom 8:7-39; Efe 6:10-18). La ley amenaza esta vida tentando a la gente a creer que puede obtenerla mediante esfuerzos propios (Rom 7:10; Rom 7:13; 2Co 3:4-6). La muerte también es enemiga de la vida verdadera, pero no tiene poder para destruir la vida que Dios da (Rom 5:12-21; Rom 6:9-10; Rom 7:24-25; Rom 8:1-11, Rom 8:35-39).
La vida más allá de esta vida no es de un “espíritu” sino de un cuerpo resucitado. Pablo enfatizó tanto la existencia terrenal como la vida por venir: “La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1Ti 4:8). En esta vida “presente” hay pruebas. Santiago dice que el que pasa esta prueba “recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a todos los que le aman” (Stg 1:12). Esta vida futura consiste en una comunión abierta con Dios (Col 3:4). Ver Escatología; Resurrección; Vida eterna.

A. Berkley Mikelson y Phil Logan

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