Etiqueta: Perdon

La Historia de Jonas - Parte 3 - Iglesia Católica was uploaded by: unrealbug
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La Historia de Jonas - Parte 2 - Iglesia Católica was uploaded by: unrealbug
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Parábola de la oveja perdida - Dibujos Animados was uploaded by: unrealbug
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Sin a lugar a dudas, una de las historias mas conmovedoras que encontramos en las escrituras, es la historia de José. Muy amado por su Padre, miembro de una familia numerosa, doce hermanos en total. Sus hermanos le tenían envidia y llevados por ese sentir, cuando tuvieron la oportunidad, guiados por sus impulsos, lo vendieron a una compañía de Ismaelitas que pasaban por el lugar donde ellos se encontraban. No podemos imaginarnos el sufrimiento de José en medio de una prueba tan fuerte, en donde solo tenia a Dios de su lado, ya que sus propios hermanos lo habían odiado a tal punto, de haber cometido aquel acto tan vil. Desde joven, José comenzó a recibir sueños.

¿Cuándo fue la última vez que salió un domingo a dar un paseo en auto? Esta no es una actividad muy popular en estos días, pero lo era cuando yo era joven. Y era la actividad favorita de los Raimey, unos maravillosos vecinos que tuve cuando era niño. El señor Raimey decía: "¡Todo el mundo arriba! Vamos, súbanse al auto y vamos a dar una vuelta", mientras reunía a su familia y ocasionalmente a un niño vecino como yo que estaba jugando al lado de su casa. Y nos íbamos. Vivíamos en

En la cruz del Calvario, los hombres dieron muerte al hombre perfecto, a Jesús, el Hijo de Dios. Si la sangre de Abel clamaba venganza, ¿qué terrible juicio reclamará la sangre de Jesús? Pues bien, desengáñese, porque Jesús oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

La enfermera acompañó a un joven cansado y ansioso hasta la cama de un hombre mayor. Su hijo está aquí, le susurró al paciente. Tuvo que repetir esas palabras varias veces antes que los...

«El ojo estaba en la tumba y miraba a Caín». Con este verso termina un célebre poema de Víctor Hugo, el cual traduce el agudo sentimiento de culpabilidad del que ninguno de nosotros puede escapar. Lo queramos reconocer o no, somos culpables ante Dios. Nos hemos sublevado contra su amor y su autoridad. Nuestra conciencia nos lo confirma.