Tito 1:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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También sin preámbulos, pasa el apóstol a enumerar las cualidades que han de adornar a los que ejercen el ministerio específico en la iglesia (vv. Tit 1:6-9), así como lo que hay que hacer con los que carecen de tales cualidades (vv. Tit 1:10-16).

1. Lo primero que salta a la vista es la identidad de «anciano» y «supervisor» (que suele traducirse por «obispo»), pues bastaría para ello leer seguidos el versículo Tit 1:5 y el Tit 1:7, si no fuese suficiente testimonio la lectura de Hch 20:17, Hch 20:28, donde Lucas los identifica igualmente. Las cualificaciones que en ellos requiere el apóstol son semejantes a las que menciona a Timoteo (1Ti 3:2.). Analizaremos aquí solamente las que no aparecen en 1 Timoteo.

(A) El vocablo griego (v. Tit 1:6) anénkletos (lit. que no debe ser llamado a rendir cuentas), y distinto del que usa en 1Ti 3:2 para el supervisor, es el mismo que emplea en 1Ti 3:10 para los diáconos. Va, pues, muy descaminado J. Collantes, al decir que (probablemente) se refiere a uno «que se llamaría obispo (inspector)». Lo de «marido de una sola mujer», lo vimos en 1Ti 3:2.

(B) Sigue diciendo que: «tenga hijos creyentes, que no estén acusados de disolución (el mismo vocablo de Efe 5:18) ni de rebeldía (lit. o insubordinados)». Es una recomendación semejante a la que aparece en 1Ti 3:4, 1Ti 3:5.

(C) Añade (v. Tit 1:7): «Porque el supervisor debe ser irreprensible (el mismo vocablo del v. Tit 1:6) como administrador de Dios» (comp. con 1Co 4:1, 1Co 4:2).

(D) El vocablo griego que se traduce por arrogante (authádes) sale únicamente aquí y en 2Pe 2:10, y significa realmente el que se satisface a sí mismo, mostrándose así arrogante con los demás. Es un defecto repugnante y, por desgracia, no demasiado escaso en quienes están constituidos en autoridad, tanto civil como eclesiástica.

(E) «No iracundo» (v. Tit 1:7), añade Pablo. Dice Collantes: «De la arrogancia nace el desprecio de los demás, y de ahí la brutalidad en la cólera cuando las cosas no salen a medida de sus deseos. Los otros tres vicios ya estaban estigmatizados en 1Ti 3:2, 1Ti 3:4, 1Ti 3:8».

(F) Lo de «hospedador» y «sensato» (v. Tit 1:8) lo vimos también en 1Ti 3:2. En el mismo versículo Tit 1:8 menciona otros cuatro que no mencionó en 1 Timoteo: «amigo de lo que está bien … justo, moralmente recto (gr. hósion), dueño de sí» (NVI). Nótese que todas ellas son cualidades que deberían brillar en todos los creyentes. ¡Cuánto más en los ancianos de las iglesias!

(G) Finalmente, el apóstol desea que el anciano o supervisor sea (v. Tit 1:9): «retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada (lit. conforme a la enseñanza), para que también pueda exhortar con sana doctrina (gr. didaskalía) y redargüir a los que contradicen». Aquí hace una explanación de lo que dijo en 1Ti 3:2 («apto para enseñar») y Tit 1:9 («que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia»), aunque este último encargo lo había hecho con respecto a los diáconos. La «palabra fiel», es decir, digna de crédito, es la que «está en armonía con la sana doctrina, esto es, con la doctrina que, a su vez, está basada en la Escritura» (W. Hendriksen). Sólo así puede dicha palabra ser apta «para exhortar … y redargüir» (comp. con 2Ti 3:16).

2. A continuación, como si quisiera urgir a Tito para que seleccione con mucho cuidado a quienes hayan de ejercer el oficio de ancianos en las iglesias de Creta, Pablo le advierte que esta tarea no será fácil, a causa precisamente de los muchos indeseables que hay en la región. Veamos cómo los describe y lo que dice que hay que hacer con ellos:

(A) «Porque hay muchos rebeldes (gr. anupótaktoi, insubordinados; el mismo vocablo del v. Tit 1:6 al final), habladores de vanidades (gr. mataiológoi, única vez que este vocablo ocurre en el Nuevo Testamento, aunque el vocablo de la misma raíz mataiologuía salió en 1Ti 1:6) y engañadores (gr. phrenapátai)» (v. Tit 1:10). Es la única vez que también este último vocablo ocurre en el Nuevo Testamento, aunque el verbo correspondiente sale en Gál 6:3. Al final del mismo versículo, añade que esta clase de gente se halla especialmente entre los de la circuncisión. En efecto, eran precisamente los seudodoctores judíos los que se enzarzaban en fábulas y genealogías interminables que acarrean disputas … viniendo a caer en una vana palabrería …» (v. 1Ti 1:3-7).

(B) De aquí puede colegirse la importancia que aquí (v. Tit 1:7) da el apóstol a la necesidad de que, especialmente en esta región, el anciano o supervisor no sea arrogante. Estos de la circuncisión «probablemente consideraban la circuncisión como una marca de superior excelencia, que les confería un título para ser oídos y respetados por otros» (Hendriksen). ¿Qué había que hacer con estos arrogantes? Claramente lo dice el apóstol (v. Tit 1:11): «¡Taparles la boca!», es decir, no permitirles hablar. No dice Pablo cómo hay que hacer esto, pues no se les puede poner bozal como a los bueyes, pero, basado en la Escritura (v. 1Ti 1:3, 1Ti 1:4, 1Ti 1:20; 1Ti 4:7; 2Ti 2:16, 2Ti 2:21, 2Ti 2:23; 2Ti 4:2; Tit 1:13; Tit 3:10), aconseja Hendriksen lo siguiente: «Al principio, el engañador (errorist) debe ser tiernamente amonestado, a fin de que pueda ser ganado para la verdad. Si rehúsa, debe ser reprendido con dureza y se le ha de mandar que desista. La persona que persista en sus malvados caminos ha de ser evitada por los demás y se le ha de aplicar la disciplina. La medida suprema, la excomunión, puede ser empleada a fin de salvaguardar la iglesia y en orden a traer al pecador al arrepentimiento».

(C) La razón por la que había que taparles la boca a estos sujetos la expone Pablo a continuación (v. Tit 1:11): «trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no deben». Nótese el tremendo contraste entre la conducta del apóstol predicando de balde el Evangelio (1Co 9:18) y la de estos engañadores que, no contentos con trastornar la paz familiar con sus interminables disputas, cobraban cara su vana palabrería. Dice Collantes: «Es una ganancia vergonzosa, puesto que venden una mercancía averiada, ya que no proponen lealmente la verdad. Los cretenses en particular tenían fama en la antigüedad de ser engañosos en sus tráficos».

(D) Para que no se le acuse de parcialidad, el apóstol cita de un poeta cretense los epítetos más fuertes que pueden aplicarse a una persona de su misma región (v. Tit 1:12): «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres ociosos» (lit.). Se trata de Epiménides, poeta y filósofo del siglo VI antes de Cristo, a quien Platón mismo llamó «hombre divinamente inspirado» y fue considerado como uno de los «siete sabios de la antigüedad». Al decir que era «su propio profeta», no quiere Pablo dar a entender que fuese profeta en el sentido bíblico, sino que era tenido por los cretenses como profeta. Tal fama tenían los cretenses de ser mentirosos que, así como darse a la inmoralidad sexual se llamaba «hacer el corintio», así también al mentir lo llamaban «hacer el cretense». Lo de «malas bestias» hace referencia a la crueldad salvaje de los cretenses. «Vientres ociosos» es una manera de llamarles «glotones y holgazanes» en una sola pieza.

(E) Al añadir dureza al testimonio de Epiménides, apostilla Pablo (v. Tit 1:13): «Este testimonio es verdadero»; como si dijese: «Aunque también este poeta era cretense, por una vez, al menos, un cretense ha dicho la pura verdad». Dice Collantes: «La experiencia personal de Pablo a través de sus visitas a la isla o del conocimiento de algunos cretenses ha podido ver confirmada en sus líneas generales la opinión del poeta. Eso no quita que hubiera honrosas excepciones».

(F) Anteriormente (v. Tit 1:11), el apóstol había dicho de modo impersonal que había que tapar la boca a estos engañadores, pero ahora insta a Tito a que los reprenda duramente para su propio bien: «para que sean sanos en la fe (comp. con Tit 2:2), no atendiendo a fábulas judaicas (comp. con 1Ti 1:4), ni a mandamientos de hombres (v. Col 2:8, Col 2:21, Col 2:22) que se apartan de la verdad» (vv. Tit 1:13, Tit 1:14). En qué consisten esos mandamientos de hombres se advierte, no sólo por los lugares citados de Colosenses, sino tambien por el contexto posterior, donde el apóstol afirma y explica el gran principio de la libertad cristiana que ha expuesto en lugares como Rom 14:20, y que el mismo Señor afirmó en Mar 7:15.

(G) Dice, en efecto, en el versículo Tit 1:15: «Todas las cosas son puras para los puros, mas para los contaminados e incrédulos nada es puro; pues hasta su mente y su conciencia están contaminadas». Como ya hemos apuntado, estas palabras son un eco de lo que el Señor había dicho en Mar 7:15 y Mat 15:11: Lo que viene de fuera no contamina al hombre, sino lo que sale del corazón; para el que es limpio, «todo es limpio». Y en Rom 14:20, el propio apóstol había escrito: «En realidad, todas las cosas son limpias». Como si dijese: «Las cosas, por su naturaleza, son buenas, puesto que son creación de Dios; lo que las mancha es el mal uso que el hombre hace de ellas; la contaminación no entra desde fuera, sino que la mente y la conciencia corrompidas son «las que manchan todo lo que tocan», en palabras de Calvino. Dice Collantes: «Si no se tiene fe, todas las purificaciones son inútiles, porque la mente y la conciencia están mancilladas». Pureza y fe van unidas en el pensamiento de Pablo, como van unidas la contaminación y la incredulidad.

(H) El apóstol expone públicamente la inconsecuencia de estos judíos legalistas, y termina su descripción con las palabras siguientes (v. Tit 1:16): «Profesan conocer (lit. saber) a Dios, pero con los hechos lo niegan (comp. con 1Ti 5:8; 2Ti 3:5), siendo abominables y desobedientes (o rebeldes; gr. apeithéis: que se niegan a ser persuadidos), descalificados (el tan conocido adókimoi) en cuanto a (o, mejor, con relación a, gr. pros ) toda obra buena». Sabido es el énfasis que los judíos ponen en su monoteísmo, hasta resultarles sumamente odiosa y blasfema la doctrina cristiana sobre la Trinidad. Se glorían en profesar su conocimiento del único Dios, a quien tienen por su Padre, pero estos judíos, como aquellos que acosaban a Jesús (Jua 8:41-47), con los hechos están negando (gr. arnoúntai, presente de indicativo) lo que profesan hipócritamente. Sus hechos pronuncian un NO más fuerte que el SÍ que sale por sus bocas (v. el comentario a 2Ti 3:5). De ahí, los tres fuertes calificativos que Pablo les aplica: abominables, por su hipocresía, con la que se vuelven repugnantes (¡contaminados por entero!) para Dios (comp. por ej. con Isa 1:12-15; Jer 6:20; Amó 5:21-23; Mat 23:23-33; Luc 18:11, Luc 18:12), desobedientes, porque no se dejan persuadir por su Dios, que demanda santidad interior, y descalificados como no aptos para hacer obras buenas, ya que toda obra buena, para ser realmente tal, ha de proceder «de corazón limpio, de buena conciencia y de fe no fingida» (1Ti 1:5).

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