Zacarías 1:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos la primera de ocho visiones proféticas, que llegan hasta Zac 6:15. Aunque utilizan símbolos diferentes, todas ellas traen el mismo mensaje.

1. En la presente porción aparecen cuatro jinetes. El caballo es, en la Biblia, símbolo de dominio y de fuerza; especialmente, de fuerza guerrera. La presente visión de los cuatro jinetes difiere mucho de la visión que Juan tuvo en Apo 6:1. Zacarías tuvo esta visión (v. Zac 1:7) el día 24 del mes undécimo, que es el mes de Sebat. El vocablo Shebat, única vez que sale en la Biblia, pertenece a la nomenclatura babilónica de los meses, no a la hebrea, y viene a coincidir con la última decena del mes de enero y las dos primeras decenas de febrero; por lo que dicha fecha viene a ser el 15 de febrero del 519 a. de C. «Tres meses después de la llamada al arrepentimiento de Zac 1:1-6 y después que Hageo habló (Hag 2:10-23), el pueblo se había arrepentido» (Ryrie).

2. Los caballos y los jinetes de esta porción han de ser considerados a la luz de lo que sabemos acerca de los correos montados que los reyes de Persia usaban para despachar sus decretos y controlar los asuntos del imperio. Quizá los colores no tengan aquí la importancia que tienen en Apo 6:1-17. Von Rad sugiere que los caballos reflejan aquí el tornasol de la puesta del sol, mientras que en el capítulo Apo 6:1-17 (también de la presente profecía) representan la luz del amanecer. Otros sugieren que dichos colores están aquí abreviados, y no faltan quienes opinan que también aquí han de verse los cuatro colores del capítulo Apo 6:1-17: rojo, amarillo, negro y blanco (comp. con los de Apo 6:1-17). La diferencia más notable es que aquí los caballos y los jinetes desempeñan una labor de reconocimiento del terreno, mientras que los carros y caballos del capítulo Apo 6:1-17 son emisarios de destrucción. El término hebreo metsuláh, «hondonada», indica casi siempre la hondura del mar, de un río o de un pantano, pero aquí es probable que designe «una localidad cerca de Jerusalén» (Buck). Lo mismo opina Feinberg. J. G. Baldwin opina que se trata del valle de Cedrón.

3. En la visión, Zacarías contempla varios personajes celestiales: (A) El varón que cabalgaba sobre un caballo rojo (hebr. adom), al que se identifica con lo de «que estaba entre los mirtos» (v. Zac 1:8), es el propio Ángel de Jehová del versículo Zac 1:11, ya que también de Él se dice que estaba entre los mirtos; y, por supuesto, el mismo del versículo Zac 1:12, ya que aquí se le identifica como el mismo Ángel de Jehová del versículo Zac 1:11. Como ya lo hemos visto repetidas veces desde Gén 16:7, no es otro que el Señor Jesucristo preencarnado. (B) El ángel que hablaba con Zacarías (v. Zac 1:9) ejerce la función de intérprete de la visión, y es distinto de los demás personajes que entran en escena. (C) El pronombre demostrativo «éstos» del versículo Zac 1:10 y el pronombre personal «ellos» del versículo Zac 1:11 se refieren a los otros tres jinetes, con sus caballos, que estaban detrás del varón sobre caballo rojo (v. Zac 1:8) y le informan (v. Zac 1:11) como subordinados a un jefe supremo.

4. El informe que le dan (v. Zac 1:11) es que «toda la tierra está sentada y tranquila» (lit.). El imperio persa estaba ahora en paz porque los enemigos de Darío I Histaspes habían sido subyugados, pero el original hebreo (shoqáteth) sugiere que dicha tranquilidad no era señal de contentamiento por parte de la población, sino de resignación pasiva ante una injusta situación contra la que nada podían hacer. Como se ve por los versículos Zac 1:14., no es esto lo que Dios quiere, pues el templo está todavía sin reedificar; de ahí las exclamaciones del versículo Zac 1:12, en las que vemos al Ángel de Jehová que intercede por Jerusalén y Judá. Lo del final del versículo Zac 1:12: «desde hace setenta años», no se refiere, según Ryrie, a los años del exilio, sino «a los años durante los que el templo yacía en ruinas (586 516)». No me cabe duda de que Ryrie está en lo cierto.

5. No se nos dice (vv. Zac 1:13, Zac 1:14) todo el mensaje transmitido al ángel que hablaba con Zacarías, pero se expresa lo sustancial: El celo de Jehová por Jerusalén (la ciudad como centro político) y por Sion (como centro espiritual) le lleva a airarse mucho (v. Zac 1:15) contra las naciones que se excedieron, y fueron en su violencia más allá de lo que Dios les había permitido al castigar a Su pueblo, y se vuelve compasivo hacia Jerusalén (v. Zac 1:16), a la vez que les promete seguridad para estimularles a la obra de reconstrucción (v. Zac 1:17). Es notable, en el versículo Zac 1:17, la cuádruple repetición del adverbio hebreo od, «aún» (comp. con Rom 8:34), que anunció prosperidad a Israel, consuelo a Sion y renovada elección a Jerusalén. A la luz de Isa 2:1-4; Jer 33:7.; Miq 4:1-4, puede verse en el «rebosarán» (hebr. tefutsénnah, del verbo puts) del versículo Zac 1:17 la extensión de las bendiciones divinas más allá de las fronteras de Israel. Del verbo hebreo puts dice Buck: «Este verbo, que se encuentra sesenta y nueve veces en el Antiguo Testamento, significa generalmente dispersar, desparramar (cf. e.gr., Zac 13:7); solamente aquí y en Pro 5:16 se interpreta por derramar fuera, rebosar».

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