Darwin en el banquillo: la limitada aceptación de la descendencia común por parte de C. S. Lewis

 

John G. West   19 de noviembre de 2013 | Permalink
Nota del Redactor: Estos días se conmemora el 50 aniversario del fallecimiento de C. S. Lewis (*29-Nov-1898 †22-Nov-1963). Con este motivo presentamos estos días, en cuatro entregas, «Darwin en el banquillo», un importante capítulo del libro del director asociado del CSC John West The Magician’s Twin:  C. S. Lewis on Science, Scientism, and Society [El mellizo del mago: C. S. Lewis sobre ciencia, cientismo y sociedad]. Lo que sigue es la Parte 2. La Parte 1 se encuentra aquí.
La tesis de la Descendencia Común es la aseveración de que todos los organismos vivos en la actualidad descienden de uno o de unos pocos antecesores originales mediante un proceso que Darwin denominó «descendencia con modificación». Según esta idea, no sólo los humanos y los simios compartirían un antecesor, sino que esto también es cierto de los humanos, de las almejas y de los hongos. La Descendencia Común es un dogma sagrado entre los actuales proponentes de la teoría de la evolución, y se sostiene con un fervor casi religioso.
Está claro que C. S. Lewis creía que los cristianos pueden aceptar la evolución considerada como descendencia común sin violentar su fe. Esto es lo que Lewis quería decir cuando escribió al crítico de la evolución Bernard Acworth: «Creo que se puede seguir creyendo en el cristianismo, incluso si la evolución resulta cierta».18 Desde la perspectiva de Lewis, que Dios hubiera usado descendencia común para crear a los primeros seres humanos era algo irrelevante para la veracidad del cristianismo. Tal como escribía a un corresponsal durante sus últimos meses de vida, «No me inquieta si Dios hizo al hombre de la tierra, o si “tierra” significa meramente “anteriores milenios de organismos ancestrales”. Si los fósiles hacen probable que los antecesores físicos del hombre “evolucionaron”, no importa».19
En El Problema del Sufrimiento (1940), Lewis incluso ofrece una posible narrativa evolucionista del desarrollo de los seres humanos, aunque deja claro que está ofreciendo una especulación, no historia: «Si es legítimo conjeturar», escribe él, «propongo la siguiente imagen —un “mito” en el sentido socrático», que él define como «una narrativa no improbable», o «una narrativa de lo que pudiera haber sido la realidad histórica» (énfasis en el original). Lewis sugiere a continuación que «durante largos siglos Dios perfeccionó la forma animal que iba a devenir el vehículo de la humanidad y la imagen de Él mismo. … La criatura puede haber existido durante eras … antes que llegase a ser hombre».20 En algún otro escrito, Lewis parecía muy atraído por la idea de la recapitulación embriónica, la idea ahora desacreditada de que los seres humanos recapitulan la historia de su evolución a partir de animales inferiores en el vientre materno. Y en una carta a su amiga, la monja anglicana Hermana Penélope en 1952, menciona su anterior especulación de que el primer ser humano descendió de «dos antropoides».21
A pesar de todo lo anterior, Lewis no se lanzó con entusiasmo a abogar en favor del origen animal de los humanos. Cuando fue apremiado acerca de este tema por el crítico de la evolucción Bernard Acworth en la década de los 40, Lewis se echó atrás, contestando que su «creencia de que los Hombres en general tienen almas inmortales y racionales no me obliga o califica para sostener una teoría de su historia orgánica pre-humana — si es que hubo».22 Pocos años después, Lewis disfrutó con el desenmascaramiento del fraude del «Hombre de Piltdown». Originalmente pregonado como prueba del largamente buscado «eslabón perdido» entre simios y humanos, en la década de los 50 se descubrió que se trataba de un montaje hecho con el cráneo de un humano moderno, la quijada de un orangután y los dientes de un chimpancé.23 Lewis escribió a Bernard Acworth diciéndole que aunque no creía que se debiera explotar el escándalo, «no puedo dejar de compartir una especie de júbilo con usted acerca del desmoronamiento del pobre viejo Piltdown. … es inevitable sentir lo divertido que sería si esto fuese sólo el comienzo de un cambio radical».24 A otro corresponsal escribió con estas palabras: «La detección del fraude de Piltdown fue algo divertido, ¿verdad?»25 Cosa curiosa, cuatro años antes de que se desvelase de manera definitiva que Piltdown era un frande, Lewis había ya publicado un poema en el que se calificaba al fósil como «el fraude de Piltdown».26 Y en su última historia de Narnia, acabada de escribir pocos meses después que el fraude de Piltdown hiciera titulares, presenta al villano como un simio que insiste que es realmente un ser humano —quizá un críptico comentario de Lewis sobre «el pobre viejo Piltdown».27
Sea cual fuere la posición final de Lewis sobre un ancestro animal de la raza humana, sería erróneo concluir que su aceptación de alguna clase de evolución humana lo situara en el campo de la biología evolutiva estándar, o siquiera de la evolución teísta estándar. En realidad, Lewis insistió en tres enormes excepciones a las explicaciones evolucionistas de la humanidad que le situaban bien fuera de la ortodoxia evolucionista, tanto entonces como ahora.
Una Caída Histórica
La primera excepción en que insiste Lewis en la evolución humana era su insistencia en una Caída del Hombre real a partir de un estado original de inocencia. En la teología cristiana, originalmente Dios creó a los seres humanos moralmente inocentes. Estos primeros humanos rechazaron después la voluntad de Dios para ellos, lo que resultó en la Caída desde la inocencia y armonía a una condición pecaminosa de la raza humana tal como la encontramos actualmente. Según la enseñanza


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