¡Un Pentecostés Sin Cristo!

¿Hacemos de Cristo un extraño en nuestro medio?

¡Lo siguiente es una advertencia profética que se produjo en la Calle Azusa concerniente a un Pentecostés sin Cristo!

Frank Bartleman fue testigo del avivamiento del Espíritu Santo en la Calle Azusa de la ciudad de Los Ángeles, California en 1907. Se le ha caracterizado como el “Periodista del Avivamiento de la Calle Azusa.” durante el avivamiento, él escribió un tratado en que denunció el peligro de un Pentecostés sin Cristo.

El advirtió, “No podemos sostener una doctrina, o buscar una experiencia, salvo que este sea en Cristo. Muchos hay dispuestos a buscar poder para hacer milagros, para llamar la atención y atraer la adoración del pueblo hacia si mismos, robando a Cristo de su gloria, y haciendo un espectáculo en la carne.

Hay una necesidad imperiosa de verdaderos seguidores del Cristo manso y humilde. El entusiasmo religioso aflora durante poco tiempo, y luego se desvanece.

El espíritu humano predomina en el espíritu religioso, vanaglorioso. Pero debemos aferrarnos a nuestro texto, Cristo.

“Cualquier obra que exalta al Espíritu Santo o a los dones más que a Cristo conducirá hacia el fanatismo. Cualquier cosa que nos hace exaltar y amar a Jesús es bueno y seguro. Lo inverso lo arruinará todo. El Espíritu Santo es una gran luz, pero está siempre enfocado en Jesús, para Su revelación.

“Donde el Espíritu Santo está en control, Cristo es proclamado como la Cabeza, el Espíritu Santo, su ejecutivo.”

En otro lugar, el Hermano Bartleman advirtió, “La tentación se dirige hacia las manifestaciones vacías. Esto no requiere de ninguna cruz, o de muerte a la vida egoísta. Por lo tanto es siempre popular. “No podemos colocar al poder, a los dones, al Espíritu Santo, o en verdad a cualquier cosa por encima de Jesús. Cualquier misión que exalta aun al Espíritu Santo por encima del Señor Jesucristo está destinada a las rocas del error y del fanatismo.

“Parece existir un gran peligro de perder de vista del hecho que Jesús fue “todo en todo.” La obra del Calvario, la propiciación, debe ser el centro de nuestra consideración. El Espíritu Santo nunca nos impulsará a que quitemos nuestra vista de Cristo para fijarla en él, sino que nos revelará a Cristo de una manera más profunda. Corremos el peligro de subestimar a Jesús, de “perderle en el Templo”, por la exaltación del Espíritu Santo y de los dones espirituales. Jesús debe ser el centro de todo.”

Tomo la advertencia del Hno. Bartleman con mucha seriedad. El peligro de un Pentecostés sin Cristo es muy real hoy en día. ¡Les digo que es posible reunir un grupo de personas llenas del Espíritu Santo en un lugar, alabando y levantando sus manos, y aun encontrar que Cristo camina entre ellos como un extraño!

Es cierto que Él dijo, “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mat. 18:20 Biblia de las Américas).

¡Pero El puede estar en medio de ellos como un extraño!

Ignorado, no reconocido – ¡aun por los que se congregan en un nombre!

Los judíos se congregaban cada sábado en la sinagoga para hablar de su nombre, y para profetizar de su venida. Alababan el nombre del Padre quien había prometido su venida. Pronunciaban el nombre del Mesías con asombro y reverencia. Y entonces, cuando vino y anduvo entre ellos –

¡No lo reconocieron! ¡Les fue un perfecto extraño!

Cristo, ¿un extraño en medio de una congregación llena del Espíritu?

¿Un extraño en medio de los que pronuncian su nombre, de los que adoran al Padre quien le envió?

¿Un extraño para los que cantan sus Hosannas, los que le llaman “Señor, Señor?”

¡Sí! ¡Absolutamente sí! Y no solo es posible, ¡está pasando hoy entre los escogidos del Señor!

¡Permítanme mostrarles tres maneras en que hacemos que Cristo sea un extraño en nuestro medio!

¡Que el Espíritu Santo quite nuestra ceguera espiritual para que podamos volver a ver a Jesús como verdaderamente es,

¡SEÑOR DE TODO!


I. Hacemos de Cristo un extraño –
al dar al Espíritu Santo preeminencia sobre Él


¡Cristo, y solamente Cristo, debe ser el centro de la vida y la adoración!

“Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia, porque al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud.” (Col. 1:18,19)

Cuándo el Espíritu Santo ocupa el centro de nuestra atención, ¡la iglesia pierde su enfoque! El Espíritu Santo descendió sobre Cristo, cuando este salía de las aguas bautismales, y el Padre dijo de Él, “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia…

” El Espíritu descendió en forma de paloma, pero el enfoque estaba sobre el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.

¡No la paloma, sino el cordero!

Cristo habló a sus discípulos sobre un Pentecostés venidero, cuando el Espíritu sería derramado por una sola razón: ¡para ser un poder dado para exaltar el nombre de Cristo!

“Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos. . . hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)

Jesús dejó en claro que cuando viniese el Espíritu no sería para llamar la atención a si mismo, sino para enfocar las palabras de Cristo. El Espíritu exaltará a Cristo.

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, . . . no hablará por su propia cuenta. . . Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15)

Jesús dijo, “El les mostrará Mi gloria, Mi poder, Mi reino. Les recordará todas Mis palabras.” La obra principal del Espíritu Santo no es fomentar la comunión, aunque sí reúne a los creyentes como uno en Cristo. Tampoco es el éxtasis. Ni es simplemente enseñarnos a hablar en otras lenguas.

¡El Espíritu ha venido para exaltar a Cristo!

¡Para conducir a la humanidad a la verdad que Cristo es Señor!

No basta decir que el Espíritu nos ha acercado más los unos a los otros, ¡debe acercarnos más a Cristo!

La plenitud del Espíritu es la plenitud de Cristo. ¡Si no tienes un amor consumidor por Cristo, no has sido bautizado en el Espíritu Santo! Cristo, el bautizador, envió al Espíritu Santo para encender con fuego a nuestras almas por causa de una humanidad perdida, para enviarnos por los caminos y vallados para alcanzar a los perdidos. Para estremecer nuestros estilos de vida flojos y ponernos a trabajar en su obra.

¡El bendito Espíritu Santo se entristecerá y eventualmente se retirará, al instante cuando los hombres intentan exaltarle por encima del Hijo de Dios! ¡No permitirá que su poder sea abusado por quienes solo buscan el don y no a Cristo, El que da los dones!

¿Cómo es en verdad una reunión llena del Espíritu Santo?

¿Acaso es donde todos hablan en lenguas?

¿Es donde los enfermos son sanados?

¿Es donde los santos saltan de alegría?

¿Es donde los santos profetizan?

Es más, ¡mucho más que eso! Es donde se exalta a Cristo, donde su santidad penetra el alma, donde hombres y mujeres caen ante su santo trono, quebrantados, humillados, clamando, “Santo, santo”. ¡El mover del Espíritu Santo es un mover hacia Cristo, mas profundo en Cristo, con una mayor sumisión a su señorío!”


II. ¡Hacemos de Cristo un extraño
cuando el pueblo quiere alabar pero no quiere orar!


¡Alabamos a un Cristo a quien no queremos orar! Nos hemos hecho un pueblo que alaba mucho y ora poco. Para muchos creyentes el lugar secreto de la oración es una reliquia del pasado.

“¿Por qué pedirle a Dios algo que ya ha prometido?

¡Solo hay que aferrarse a las promesas, y exigir las respuestas!”

No deseamos tanto a Cristo como a las cosas que Él puede hacer por nosotros. Queremos escaparnos de todo dolor y sufrimiento.

Queremos que nuestros problemas desaparezcan. Y nos concentramos tanto en nuestro escape del dolor que perdemos de vista el verdadero significado de la cruz. Rehusamos cruces y pérdidas –

¡Que no haya ningún Getsemaní para nosotros!

¡Ninguna noche de agonía! ¡Ni siquiera conocemos a este Cristo sufriente, sangriento, resucitado!

Queremos su poder sanador. Queremos sus promesas de prosperidad. Queremos su protección. Queremos más de los bienes de este mundo. Queremos su alegría. ¡Pero en verdad no le queremos solamente a Él!

La Iglesia antes confesaba sus pecados, ¡ahora confiesa sus derechos!

¿Cuántos de nosotros le serviríamos si El no nos ofreciera nada más que a Sí mismo?

Si no hubiera nada de sanidad. Nada de éxito. Nada de prosperidad. Ninguna bendición terrenal. Ningún milagro, ni señal ni prodigio.

¿Qué si tuviéramos que volver a sufrir el despojo de nuestros bienes?

¿Qué si, en vez de una vida tranquila y libre de problemas, enfrentaremos naufragios, temores y luchas?

¿Qué si en vez de una vida libre de penas sufriéramos vituperios y azotes, o si fuéramos apedreados o aserrados?

¿Qué si en vez de tener lindas casas y automóviles, tuviéramos que vagar por los desiertos cubiertos de pieles de ovejas, ocultándonos en cuevas y cavernas?

¿Qué si en vez de prosperidad, nos tocara ser pobres, angustiados y maltratados?

¿Y si la única cosa buena que se nos ofreciera fuera únicamente a Cristo?

¡Muy pocos entre el pueblo de Dios oran hoy en día!

Los demás están tan ocupados trabajando para Jesús que no pueden hablarle! Los ministros en particular se han puesto tan ocupados haciendo el trabajo del Reino que no les queda nada de tiempo para orar. Sí hay tiempo para visitar, para edificar, para viajar, para darse vacaciones, para asistir a reuniones, para la recreación, para la lectura, para la consejería, ¡pero no hay tiempo para orar!

Los predicadores que no oran se convierten en meros promotores. Se convierten en jefes de obra de construcción frustrados. Cuando pierden contacto con Dios, pierden contacto con la gente y sus necesidades. Los predicadores que no oran tienen a su ego fuera de control. Lo quieren todo a su manera. Substituyen a la unción con el sudor.

Los evangelistas que no oran se convierten en estrellas, en narradores de historias. No tienen humildad, así que manipulan a las multitudes por medio de trucos emocionales. El clamor de muchos pastores es, “Oh, Dios,

¿Dónde puedo encontrar un evangelista a quien no le importa el dinero, o que no está vendiendo o promocionado algo?

¡Uno que pueda hacer descender el Cielo y hacernos ver a Cristo en realidad!

Oh, Dios, ¡envíame a un hombre de oración que pueda conducir a mi congregación hasta el suelo, de rodillas!” La vergüenza de esta generación es que tenemos a demasiados hombres de Dios talentosos y muy pocos quienes saben lo que es tocar a Dios en la oración.

¡Y hay aun menos oración en la congregación! Estoy de acuerdo un 100% que vuelva a existir la oración en las escuelas. Pero ese no es el verdadero problema de Dios. ¡Su problema es ver que la oración vuelva a nuestros hogares! ¡Su problema es ver que su pueblo escogido se ponga a orar!

¡Y tú eres un hipócrita si luchas para que haya oración en las escuelas y has dejado de orar en tu propia casa!

¿Pero acaso no oramos?

¡O, sí! Cuando nos falta algo. Y tenemos la formula memorizada, “…en el nombre de Jesús.”

Solo necesitamos que Él endorse nuestros cheques de petición ante el Padre. Estoy cansado de oir, “Pero este es un tiempo tan ocupado, no tengo tiempo para orar. Me encantaría, pero en verdad no tengo tiempo.

” ¡No! No es falta de tiempo; es una falta de deseo. Hacemos tiempo para todo lo que verdaderamente nos interesa.

¡Mire a la juventud cristiana!

Desperdiciando horas de tiempo jugando a los juegos de video, flojos, aburridos, buscando alguna acción!

¡Pero no tienen tiempo para orar!

¡No hay tiempo para Jesús!

¡Oh, Dios! ¡De algún modo!

¡De alguna manera! ¡Pon a esta generación de rodillas!

No solamente para decir el Padrenuestro, sino para tener una comunión diaria con Cristo.

Nuestro Salvador, quien vela sobre todos los múltiples universos, ¡se hace tiempo para orar por ti! El sí se toma el tiempo para interceder por ti ante el trono de Dios (Heb. 7:25), ¡y tú dices que no tienes tiempo para orar ante Él!

Trabajamos fervorosamente por un Cristo a quien ignoramos. Vamos a cualquier lugar, y hacemos cualquier cosa, y todo en su Nombre.

Pero no oramos. Cantamos en el coro. Visitamos a los enfermos y a los prisioneros. Pero no oramos. Aconsejamos a los sufridos y necesitados; pasamos noches enteras despiertos para consolar a un amigo, pero no oramos.

¡Luchamos contra la corrupción!

¡Hacemos cruzadas en favor de la moralidad! ¡Protestamos contra las armas nucleares!

¡Pero no oramos!

Mas que nada, no oramos porque en verdad no creemos que funcione.

¡La oración es un campo de batalla sangriento!

¡Es un lugar donde se ganan las victorias!

¡Es un lugar donde el ego muere!

¡Es un lugar donde un Dios santo descubre pecados escondidos!

¡Con razón Satanás procura impedir la oración!

Un hombre que ora hace temblar al infierno. Ese hombre o mujer queda marcado porque Satanás sabe que la oración es el poder que aplasta su reino.

¡Satanás no teme a los santos hambrientos de poder, pero tiembla ante el sonido de un santo que ora!

David Wilkerson


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