¿Inferiores para Dios?

El año pasado subí 10 libras de peso, y según lo que muchos me dijeron, todo se debe a que no estoy casada. A esta altura de mi vida, he escuchado de todo –me refiero a razones por las cuales no estoy casada. Es porque soy demasiado independiente, demasiado religiosa, demasiado quisquillosa, trabajo demasiado, y así la lista es interminable. Una mujer me escribió para decirme que no estaba casada porque me hacía el camino en el cabello, del lado incorrecto de mi cabeza. (Es cierto, no lo estoy inventando).

¿Cuántas veces conoces a una persona adulta y soltera que te da la sensación de que no es perfecto y piensas: “Apuesto a que es así porque no está casado (o casada)”?

Reconozco que he pensado así de algunos hombres con los que he salido. Pero cuando lo piensas mejor, ¿es acaso el matrimonio exclusivo para los perfectos?

He pasado un año con mucha vida social, en búsqueda del amor. Escuché a personas de todo el mundo. Miles de ellos eran comprensivos y me apoyaban. Pero también había muchos que trataron de darme buenas razones para sentirme inferior. De alguna forma nos metemos en la cabeza que encontrar a ese ser especial es algo que está reservado sólo para quienes lo merecen, y que quien no lo ha encontrado es porque está haciendo algo mal. Algunos creen que los solteros tenemos algún defecto que necesita arreglarse.

Hubo muchas noches en las que lloré, preguntándome que estaba mal conmigo. También hubo muchísimas veces en las que estaba decidida a ser extra-buena para que Dios viera que yo merecía un esposo. Y Dios vio mis lágrimas y mi actitud de niña bien portada, y comenzó a mostrarme las mentiras que creemos acerca de nosotros mismos (y acerca de otros). Ninguno de nosotros merecemos las bendiciones de Dios –todo lo debemos a ese pequeño regalo llamado Gracia.

Hay áreas en las que podemos y deberíamos mejorar. Se incluye nuestra apariencia física, pero más importante es que trabajemos en mejorar nuestro interior. De cualquier forma, debemos saber que es un trabajo continuo en el que tanto solteros como casados debemos esforzarnos. Esforzarnos no sólo por el premio terrenal de obtener un cónyuge –lo cual ciertamente no es una promesa de la Biblia, sino simplemente un deseo del corazón porque Dios nos diseñó para trabajar en pos de ser lo mejor para Él. 1ª. Colosenses 1:10 dice: “…para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios.”

Yo siento un gran consuelo al tener como meta final el agradar a Dios. Independientemente si doy o no la altura que mi cita requiere, o de lo que mis amigos dicen que debo ser, mi confianza y capacidad están en Jesucristo. El es quien obra en mí tanto el querer como el hacer, para su beneplácito. (Filipenses 2:13)

Así que cada paso que doy en esta aventura hacia el matrimonio hace que me incline más hacia Jesucristo, ya que tengo que seguir viéndome a mí misma a través de Sus ojos, en lugar de verme a través de los ojos de aquellos que piensan en mí de forma despectiva. ¿Sabes algo…? me gusta este punto de vista –verme a través de los ojos de Dios. Me gusta la mujer en la que me he convertido con Su ayuda. Espero que tú también estés viéndote a través de Sus ojos.

Original aquí.


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