Muchas influencias están implicados en el desarrollo de atracción al mismo sexo: trauma de la niñez, incluyendo casos de abuso sexual, el rechazo al género, la infancia atípica, patrones de juego, las relaciones dañadas entre madre e hija, las relaciones no saludables entre padre e hija, y el temperamento. Investigadores señalan desde cualquier punto de vista que existe una fuerte combinación de factores hacia la atracción al mismo sexo.
Los factores biológicos pueden contribuir a los sentimientos homosexuales en la edad adulta, pero la ciencia no ha aportado ninguna prueba de ello. Sorprendentemente, la Biblia tiene pruebas más sólidas acerca de nuestra naturaleza, en referencia a nuestra naturaleza pecaminosa.
“5Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre”. El Rey David exclamó. “Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve”. (Salmo 51:5-7).
La Biblia nos enseña de la naturaleza del hombre y la mujer por buscar el mal camino e ir en contra del diseño de Dios:
“Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el SEÑOR hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros”. (Isaías 53:6)
Según la Biblia, cada uno de nosotros nace con una disposición de corazón y de acción en contra de nuestro Creador, nacemos con una inclinación hacia el pecado. Él sacrificó a su Hijo único, Jesucristo, como el pago de nuestra deuda, y Él nos promete una nueva naturaleza, una que no está en oposición a su voluntad. El apóstol Pablo escribe en su carta a los cristianos de Roma:
“Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios”. (Romanos 8:5-8).
Pablo pasa a explicar gran parte de la relación entre nuestra vieja naturaleza y nuestra nueva naturaleza. Quiero concluir con esto: Bíblicamente hablando, estábamos predispuestos a tener una naturaleza pecaminosa, no necesariamente una homosexual. Pero los beneficios de “nacer de nuevo” a la familia celestial de Dios incluyen el perdón de nuestros pecados por medio de Jesús, una nueva naturaleza, deseo de obedecer las leyes de Dios, y una herencia eternal que no puede ser quitada.
Por esto debe ser que Pablo dijo:
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17) y “De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros”. (Romanos 8:18).
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