23- PERO UN BUEN SAMARITANO… NO ERA PREDICADOR

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Hace unos años, dos psicólogos de la Universidad de Princeton, John Darley y Daniel Batson, decidieron organizar un estudio inspirado en la historia bíblica del buen samaritano, que aparece en el Evangelio de Lucas. Hicieron una réplica del suceso en el Seminario Teológico de Princeton.

Darley y Batson, se reunieron con un grupo de seminaristas, uno por uno, y les pidieron que prepararan una charla improvisada de un tema dado, extraído de la Biblia, y que se acercaran a un edificio próximo para exponerla. En su camino hacia el lugar donde habrían de dar su charla, cada estudiante iba a encontrarse con un hombre tirado en medio del callejón, con la cabeza gacha, los ojos cerrados, tosiendo y gimiendo. La pregunta era quién se detendría a ayudarle.

Algunas variables se introdujeron en el experimento. En primer lugar, antes de comenzar el experimento, entregaron a los estudiantes un cuestionario sobre las razones por las que habían escogido estudiar Teología. ¿Consideraban que la religión era para ellos una forma de adquirir conocimiento espiritual y personal? ¿Acaso buscaban una herramienta útil para dar sentido a su vida cotidiana? A continuación eligieron temas diferentes para las charlas. A unos le dijeron que tendrían que hablar sobre el clero profesional u otro tema bíblico, y a otros le propusieron la parábola del buen samaritano. Por último, se variaban las instrucciones que se daba a cada estudiante. En algunos casos, justo antes de que el estudiante saliera camino al otro edificio, el encargado del experimento echaba un vistazo al reloj y le decía: «¡Venga que llegas tarde! Te esperaban allí hace unos minutos. ¡Date prisa!» En otros casos, le decía: «Aún te queda tiempo pero sería mejor que ya vayas.»

Del grupo que sí tenía prisa, solo un 10 por ciento de los seminaristas se detuvo a ayudar. De los que no llevaban prisa, el 63% paró a echarle una mano. Dicho de otro modo, este estudio sugiere que al final, las convicciones de nuestro corazón son menos importantes a la hora de tomar una decisión frente al contexto inmediato. Las palabras: «¡Venga que llegas tarde!», tuvieron el efecto de convertir a alguien que, en otras circunstancias, era una persona compasiva, en una persona indiferente al sufrimiento.

«Más de un seminarista, a punto de dar una charla sobre el buen samaritano, se tropezó con la víctima y siguió su camino a toda velocidad.»
Darley y Batson


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