Por Jack Fleming

Mateo 6: 11 “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.

En esta oración modelo que nos dejó el Señor Jesucristo, nos entrega varias enseñanzas importantes, pero hoy quisiera destacar esta que señala en el versículo 11, aquí habla del sustento básico que necesita el ser humano. El pan es el icono que representa nuestro alimento diario.
El pueblo de Israel cuando salió de la esclavitud de Egipto, lo hizo por medio de grandes señales y milagros que Dios realizó para manifestar Su poder y liberar a su pueblo escogido. Algunos predicadores han comentado que esos milagros concluyeron una vez que atravesaron el Mar Rojo.
Pero la verdad es que el pueblo de Israel continúo disfrutando de la presencia de Dios en el desierto, no solamente a través de la nube que los guiaba durante el día, y la llama de fuego que les proveía de calor y luz durante la noche. Sino que también de esa provisión maravillosa que hizo el Todopoderoso, de poner mesa en pleno desierto para todo un pueblo, contumaz y rebelde.
Sl. 78:12-25 “En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. Dividió el mar y los hizo pasar; detuvo las aguas como en un montón. Les guió de día con nube, y toda la noche con resplandor de fuego. Hendió las peñas en el desierto, y les dio a beber como de grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes, e hizo descender aguas como ríos. Pero aún volvieron a pecar contra él, rebelándose contra el Altísimo en el desierto; pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? He aquí ha herido la peña, y brotaron aguas, y torrentes inundaron la tierra; ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, y abrió las puertas de los cielos, e hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, y les dio trigo de los cielos. Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarles”.
La misericordia de Dios es infinita, porque cuando ellos murmuraban contra el Todopoderoso, él les proveyó comida de ángeles. Pan que descendió del cielo, por el cual no debían trabajar ni esforzarse, solamente recogerlo de la mano del Señor.
Ex. 16:4-5 “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día”.
Que simple era la disposición del Señor, ellos tenían solamente que recogerlo diariamente, excepto el día Viernes, que debían recoger una doble porción para no hacer eso durante el día de reposo.
Pareciera que fuera imposible que pudieran quebrantar esa disposición, debido a la sencillez que involucraba la orden del Señor. ¿Pero qué sucedió? Ex. 16:20 “Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió”.
Cuan clara y objetiva es la lección que Dios nos deja en este pasaje. El Señor desea tener una comunión diaria con nosotros, y que aprendamos a depender cada día de su gracia divina. Pero el corazón del hombre, donde habita la codicia y falta de fe en el Sustentador, anhela tener más de lo que se necesita para el diario vivir. El resultado será siempre el mismo: “algunos dejaron para otro día, y crió gusanos, y hedió”.
Este mismo principio básico es que el Señor Jesucristo vuelve a reiterar en Mt. 6: 11 “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Él desea que aprendamos a depender diariamente de su gracia divina, pero siempre el corazón del hombre vuelve anhelar el pan para la semana o para el mes.
El Señor Jesucristo desea nuestra comunión diaria, que cada día busquemos su rostro y aprendamos a confiar en él. El creyente que aprende a caminar cada día dependiendo de las fuerzas del Todopoderoso, será un cristiano triunfador, lleno de gozo, y sus fuerzas no serán consumidas por tareas innecesarias, o aquellas que serán destruidas por el fuego de la prueba cuando comparezcamos ante el Tribunal de Cristo, porque no eran cosas que Él había mandado o fueron hechas en la carne (1Cor.3:13).
Juntamente con esta exhortación, nos dice: Mat 6:25-32 “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.
La indicación es que “no nos afanemos”. Afanarse es esforzarse, luchar, forcejear, pero no dice que no hemos de asumir nuestras obligaciones cotidianas, esperando que todo descienda del cielo. Es absolutamente legítimo hacer responsablemente planes para el futuro, pero el creyente siempre debe considerar la voluntad de Dios y someterse a sus designios soberanos.
Dentro del contexto de nuestro versículo, el Señor continúa exhortando: Mt.6:33-34 “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.
Lamentablemente son muchos los que se quedan anhelando las “añadiduras”. Y su desenfoque espiritual les hace perder de vista las bendiciones cotidianas que el Señor nos concede.
Otros, viven atormentados por problemas que consideran que los alcanzarán algún día, desestimando la voluntad soberana de Dios, que se hace en los cielos como en la tierra. Sin embargo el Señor también advierte a los tales: “Basta a cada día su propio mal”.
Necesitamos aprender a vivir cada día con la gratitud del gozo de saber que hoy nos levantamos y continuamos en Sus manos amorosas, mañana será otro día, el cual también dependerá de la Gracia soberana de Dios. Además, el creyente tiene la esperanza puesta en que el Señor volverá en cualquier momento, y esos nubarrones negros que vemos en el horizonte, lo más probable es que nunca nos alcancen.
Por este motivo también el Señor nos exhorta a pedir el pan nuestrode cada día. No debemos angustiarnos por el futuro que nosotros no controlamos. Cumplamos con la parte que nosotros podemos y debemos hacer, y todas esas cosas que escapan a nuestra injerencia, dejémoslas en las manos del Señor.
Es muy significativo también, que el Señor se presente a sí mismo como el Pan de vida: Jn. 6:35 “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.
Nuestro cuerpo necesita del alimento diario, de lo contrario perecemos. De igual manera nuestro espíritu necesita de ese Pan de vida para que nuestra vida espiritual no se reseque.
A esto se refería el Señor cuando dijo: (Jn 6:56) “El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”. (Jn. 6:63) “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.
No consiste en un acto de canibalismo como lo interpretan los romanistas, cuando aseguran que esa hostia de harina se convierte literalmente en la carne y sangre de Jesucristo; adoran a un dios de harina y luego se lo comen. Es verdad que el Señor dijo que él era el pan de vida, pero también dijo que él era la puerta.
Esta enseñanza de Cristo debe ser entendida y aplicada espiritualmente, lo dijo dentro del mismo contexto, cuando sus discípulos no entendieron el verdadero significado de sus palabras al hablar de su carne: (Jn.6:63) “las palabras que yo os he habladoson espíritu”. Y deben ser interpretadas espiritualmente. 1Cor. 2:14 “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
Aquellos que no tienen el Espíritu no pueden discernir espiritualmente estas cosas, como fue el caso de Nicodemo, cuando perplejo y sin lograr comprender las palabras del Señor cuando le dijo que era necesario nacer de nuevo, exclamó: Jn. 3:4 “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”.
Con la revelación del Espíritu Santo a través de Su Palabra, el hijo de Dios puede comprender y gozarse en este símil tan precioso que nos declaró el Señor cuando dijo que él era el Pan de vida. Jn. 6:58 “Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”.
En Jn. 12:24 dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Él fue el grano de trigo que murió y fue depositado en la tumba.
Todo el proceso que existe en torno al grano de trigo para transformarlo en la suave y blanca harina, es un hermoso simbolismo de lo que fue la vida terrenal del Señor Jesucristo. La suavidad y blancura de la harina que se obtuvo bajo el proceso de la trituración del grano de trigo, nos habla de los sufrimientos y santidad del Señor.
Cristo es el verdadero Pan de vida, como él mismo lo afirmó. Y el creyente necesita cada día de esa Persona Santa y Bendita para alimentar su vida espiritual.

¡Oh Señor! Mi alma anhela y desea profundamente ese alimento diario que da vida a mi espíritu. Quiero aprender a disfrutar cada día de ese verdadero Pan que tú has provisto para nuestro alimento espiritual. Que así sea, Amén.


http://www.estudiosmaranatha.com/mensajes/mensaje70.html

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.