Pensando en cómo me comportaría como padre, hace casi cuatro años escribí esto:
«¿Qué siento? Siento la emoción de la incertidumbre, no se si dormiré esta noche, no se si seré buen padre (aunque trato), si me entrará el egoísmo y preferiré leer un libro que jugar o ver los banyardigans (o como se escriba)…»
Mientras leía eso hoy pensaba: «Me ha entrado el egoísmo y también he tenido que ver los backyardigans (así se escribe)…» Pero me ha entrado el egoísmo tantas veces como las que me he sentado a ver… eso. Y es que, siendo totalmente honesto, uno quiere lo suyo, sus caminos, sus espacios, sus cosas, y la familia expone esa parte de uno que es fea y que no puede ser expuesta en otro lugar sino en el compartir con otros, con esos otros con quienes precisamente tienes y debes estar, y quienes comparten (deben) todas las cosas porque así lo estableció Dios. A otros los puedes evitar, pero a estos no, no si quieres hacer las cosas bien. Y quieres hacer las cosas bien, ¿no?
Uno mata ese egoísmo dándose primero cuenta que es egoísta, que quiere las cosas a su manera y su tiempo estructurado a su forma. Uno mata ese egoísmo poniendo al lado ese libro y sentándose a armar un rompecabeza o a «jugar carritos» o a correr por el parque cuando quieres estar sentado. Siempre habrá tiempo para ti, pero el tiempo con tus hijos es limitado.
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Fausto Liriano • www.veldugo01.com
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Foto Cortesía de Thomas Hawk
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