¿Cuánto más conversaremos sobre qué necesita la iglesia? ¿Cuánto más hablaremos de qué cosas deben de cambiar en la europea, gringa, asiática o caribeña? ¿Cuánto tiempo más estaremos viciados en medio de conversaciones teológicas adictivas sobre hacia dónde deberíamos dirigir nuestros veleros? ¿Cuántos años más estaremos enamorados de la iglesia primitiva, de la que no entendemos… mucho?
Esta conversación se acabó. Es tiempo de armarnos de valor, juntar un poco de material bélico (femenino o masculino) y arrancar a hacer algo. ¿A qué le tenemos miedo? ¿A qué nos digan herejes? ¿Quién te ha dicho que ya no lo dicen de ti? ¿O le tenemos miedo a sentirnos solitos? Hace tiempo estamos solos porque nos hemos dado cuenta que no hay comunidad en la comunidad.
«No hay nada nuevo debajo del sol.», decía un frustrado Salomón, ninguna de nuestras conversaciones son nuevas. No tienen 10 años, ni 15, no fueron estrenadas por la iglesia emergente. Estas conversaciones tienen cientos de años. De cuando no había imprenta. De tiempos oscuros cuando uno dependía más de su conexión con Dios y desconocía a través de libros lo que estaba pasando en otros. De cuando quemaban a quienes pensaban diferente.
Tenemos mucha ventaja, unámonos. Podemos comunicarnos rápido. Algunos estamos frente a comunidades de fe donde se reúne la iglesia y podemos hacer cambios y transiciones con mucha facilidad. Otros inician pequeñas comunidades donde ya están pasando cosas. Otros escriben (mucho mejor que yo), otros hablan, otros sirven, otros saben transmitir pasión.
¿Qué nos pasa? Tenemos la parálisis del análisis. Movámonos. Valor. Hagamos algo, porque esta conversación is over.
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