Adoración y buena voluntad


Ahora ya no me queda apenas tiempo para atender este blog, ni el resto de blogs del grupo, imagino que ya lo han notado 😉 De todos modos, intentaré seguir publicando algo de vez en cuando.

En la meditación diaria, encontré una pequeña joya en el libro de Isaías, que hoy quiero compartir. El texto está en Isaías 8:6-7 y dice:

«Por cuanto desechó este pueblo las aguas de Siloé, que corren mansamente, y se regocijó con Rezín y con el hijo de Remalías; he aquí, por tanto, que el Señor hace subir sobre ellos aguas de ríos, impetuosas y muchas, esto es, al rey de Asiria con todo su poder; el cual subirá sobre todos sus ríos, y pasará sobre todas sus riberas«.

El contexto de estos dos versículos está en los primeros capítulos de Isaías, donde se describe el desagradecimiento del pueblo de Judá. En concreto pecan de soberbia, de engreimiento, de creerse ricos y desatender las verdaderas necesidades espirituales que llevan a la acción. En ese contexto se mencionan los dos versículos anteriores. Aparentemente, no nos dicen mucho más, pero si realizamos el ejercicio de actualizar los nombres y topónimos, la cosa cambia.

En este caso las palabras son:

  • Siloé: Significa «El Enviado», así rinde en Juan 9:7: «y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo».
  • Rezín: Buena voluntad o Buenas intenciones.
  • Remalías: Exaltación de Dios o Adoración a Dios.

Vamos a reescribir el texto con la Nueva Versión Internacional y el significado de los nombres:

«Por cuanto este pueblo ha rechazado las mansas corrientes del Enviado, y se regocija con buenas intenciones y con el hijo [fruto] de la Adoración a Dios; el Señor está a punto de traer contra ellos las impetuosas crecientes del río Eufrates: al rey de Asiria con toda su gloria. Rebasará todos sus canales, desbordará todas sus orillas«.

Cuando leí el texto de esta manera, me hizo pensar en situaciones vividas, lugares o congregaciones donde no me he sentido cómodo personalmente.

Este mensaje es de amonestación, evidentemente, en el contexto bíblico, y en su aplicación espiritual. No pretendo hacer «alta teología», sino compartir mi reflexión personal, que vaya esto por adelantado.

Hay congregaciones, de la denominación que sea, donde he visto que se exalta o se da tremenda importancia al hecho de querer adorar a Dios. He llegado a oír en servicios de culto o sermones, frases como «yo vengo aquí a regocijarme, a alabar al Señor». Y en realidad eso es correcto, si dejamos la frase fuera de contexto. El contexto puede ser una iglesia donde todo son buenas intenciones, pero el trabajo misionero es prácticamente «cero», y el orgullo corporativo ha llevado a rechazar las mansas corrientes de «El Enviado», sin entrar en detalles por proteger identindades.

En resumen, y por no alargar esta reflexión. A menudo nos encontramos a nosotros mismos con muchas y buenas intenciones, con buena voluntad, queremos mejorar como personas. Pero eso no es suficiente. Hay que hacer algo, no es suficiente con las «intenciones».

También puede ser que vayamos a nuestra iglesia a adorar al Señor, y eso está bien, pero tampoco es suficiente si nos quedamos sólo ahí, en estar unas horas una mañana a la semana cantando alabanzas.

El caso es que podemos estar haciendo alarde de buenas intenciones, de buenos deseos hacia uno mismo y los demás, disfrutando de un rato de alabanza o alegría semanal, y sin embargo, lo que en realidad estamos haciendo es seguir «cómodos» en nuestra posición conformista, y no permitimos al Enviado, penetrar en nuestras vidas suavemente para que las transforme. Podemos vivir una situación de autoengaño, en la que nos conformamos con intenciones y un rato de compromiso emocional, pero llevamos puesto el «impermeable» que evita que las suaves aguas del Espíritu Santo nos mojen por dentro, incomodándonos y llevándonos a la acción, a cambiar cosas en nuestra vida.

Esto nos llevaría a ayudar a otros a que conozcan al Señor, a dejar de tener sólo «buenas intenciones» para demostrar nuestra fe con acciones. Esto nos llevaría a demostrar el Amor a Dios no sólo con «pasarlo bien» un rato a la semana, sino a demostrarlo con hechos concretos, con compromiso. «Hechos son amores, y no buenas razones» dice el refranero.

La situación de Judá en aquél momento era parecida, abundancia, altivez, buenas intenciones (un buen templo, una magnífica ceremonia de adoración regular, con espectaculares fiestas periódicas…) las formas les bastaban, y habían perdido el fondo.

Yo no quiero ser un conformista, espero no caer en letargos (que lo hago…) que me lleven a conformarme con «cumplir» el sábado por la mañana, y ser una persona sólo con buenas intenciones, sino hacer algo realmente por Dios a través de los demás: «en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25:40).


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