Babel – Babilonia

La torre de Babel fue un gran logro humano, una maravilla del mundo. Pero era un monumento dedicado al hombre y no a Dios.

Dice las escrituras: Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra (Gén 11:4).

Pasados unos cien años después del diluvio, ya que los hombres volvían a multiplicarse sobre la tierra, les ocurre formarse en asociación con ciertos planes de operación y fines que alcanzar. Todavía recuerdan lo sucedido a los habitantes anteriores y la prodigiosa salvación de sus padres en el arca, pero de nuevo proceden sin contar con Dios, aun pretendiendo desafiarle. El mundo había sido anegado hasta las cumbres más altas, pero ahora principian a levantar una torre que debería alcanzar el mismo cielo.

Dios contemplaba la necedad de estos descendientes de Noé y sembró entre ellos la confusión por enviarles una diversidad de idiomas de manera que no se entendían. Desde hace algunos años, el mundo camina hacia una forma de globalización. Pero, ¿se trata de un proyecto que de veras beneficia a todos los pueblos por igual?

Al igual desde ese tiempo el Señor desciende desde el cielo, pero no para unirse al poder que ha construido la torre; baja para destruirla y, de paso, liberar a los pueblos del sometimiento y de la servidumbre. No se trata, pues, de un castigo, sino de un acto liberador de Dios.

El plan de la ciudad y la torre están relacionados con el deseo de obtener un nombre e independizarse de Dios.

Mucho tiempo después, uno de los muy importantes esfuerzos tuvo lugar en el reino de Nabucodonosor. Siguiendo el mismo principio de confederación, él reunió bajo su dirección un imperio inmenso con una ciudad capital fortísima y, cosa particular, ésta llevó el nombre de Babilonia, o sea, Babel.

Cuando en el cenit de su gloria el rey se vanagloriaba en su riqueza y poderío, perdió su razón y salió a vivir como una bestia en el campo con todo, su hijo Belsasar no aprendió a ser humilde. Unos veinticinco años más tarde, descuidándose en una orgía con sus príncipes y concubinas, entró la fuerza de los Medo-Persas por un túnel secreto debajo de los muros. Esos enemigos tomaron la ciudad, sembraron por doquier la confusión y muerte, y terminaron con la gloria de aquel imperio babilónico.

Su destrucción fue absoluta, como la de la primera Babel. También Satanás mismo cayó por su orgullo, y cuando hizo caer el hombre fue por tentarle con la idea que sería como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Aun después de tan amargas lecciones como nos enseña la historia, los hombres quedan con la idea de hacerse un nombre. A veces construimos monumentos a nosotros mismos (ropas caras, una gran casa, un automóvil lujoso, un trabajo importante) para llamar la atención. Esto puede no ser malo en sí, pero cuando los usamos para jactarnos y gloriarnos, toman el lugar de Dios en nuestras vidas. Somos libres para desarrollarnos, pero no para pensar que hemos reemplazado a Dios

Cada cristiano verdadero es directamente responsable al Señor; así también cada grupo de cristianos tiene que cumplir las ordenanzas de su Señor y rendirle cuentas a él, y no a la cabeza de alguna confederación de iglesias. El principio de la confederación es un principio humano, y como la primera Babel, tendrá su fin en confusión.

Salid de ella, pueblo mío, porque no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas”, dice el Señor (Apoc 18:4).

Bendiciones…..


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