Capítulo #9 Hasta que al fin son novios

amor de manosYa les compartí el capítulo #8 del primer libro que estoy escribiendo. Se llama: Emparejarse, ¿Cómo conseguir un novio o una novia espectacular? Gracias por todas las historias, consejos y sugerencias que me han enviado para el mismo.

En las próximas semanas seguiré compartiéndoles cada capítulo según lo vaya escribiendo. En ocasiones por las responsabilidades diarias se complica escribir lo que yo quisiera, pero seguro encontraré el tiempo. Usted es mi motivación, deseo que pueda escoger bien a su pareja con la que compartirá todos los días de su vida hasta el día de su muerte. Deseo que salve su matrimonio desde antes de comenzar un noviazgo.

Cuénteles a sus amigos para que se suscriban a mi blog y reciban el mismo gratis cuando termine de escribirlo y luego sea editado y diagramado. Así que aquí les va el capítulo #9 Hasta que al fin son novios

Hasta que al fin son novios

Mi esposa Aixa me gustó desde el día en que la conocí, cuando teníamos 10 años. Dios me libre… y Dios me guarde… Esa es la edad que mi preciosa hija Ana Isabel ¡tiene ahora que escribo este capítulo!

Nos conocimos en la Fráter – una iglesia cristiana para la familia que mi papá fundó a sus 28 años de edad junto con mi mamá y 20 personas más y que hoy cuenta con más de 15,000 miembros.  Ella asistía regularmente con su mamá quien había decidido entregarle su vida a Jesús y congregarse en la Fráter.

Físicamente era una niña preciosa. Su pelo era rizado (colocho como decimos en Guatemala), unos ojos grandes y pestañas volteadas, labios gruesos y arrugados, delgada, sencilla y sobre todo me encantaba su humor. Era una mujer feliz y se reía por todo a carcajadas. Yo me dije: con una así, sí me caso.

La enseñanza que había recibido en la iglesia marcó mi vida. Sabía que el noviazgo no era para jugar, sino que era la antesala del matrimonio. Un noviazgo a los 10 años de edad no sólo hubiera sido ridículo sino desastroso. Mi plan era hacerme su amigo y compartir una bonita amistad sin que nunca supiera de mi boca que me gustaba, aunque se diera cuenta que la trataba de una manera especial, muy distinta a como trataba a mis demás amigas.

Por lo menos en dos ocasiones le entregué una tarjeta en donde le escribí cosas bonitas pero jamás comprometedoras. Nada así como: usted me gusta y estoy loco por usted. Eso hubiera arruinado todo. Tan sólo la felicitaba por el día del cariño u otro día especial.

Una Navidad al finalizar el servicio especial que hacíamos en la Fráter, la busqué y encontré en el lobby. Le tenía preparada una tarjeta navideña que al abrirla sonaba una música navideña. Entonces en medio del nerviosismo de estar frente a la mujer que me en mi pensamiento me volvía loco le dije: mire le tengo esto. Ella recibió la tarjeta y sacó una hoja tamaño carta doblada muchas veces hasta convertirse en un rectángulo pequeño y me dijo: yo también le tengo esto. La tarjeta tenía un oso dibujado con adornos navideños y decía: “El mejor regalo que me dio Dios, los amigos. Gracias por ser uno de ellos”.

Cuando leí la tarjeta me sentí morir y dije: ella va a ser la mujer de mi vida. Al principio estaba todo emocionado, hasta que leí detenidamente la nota: “Gracias por ser UNO de ellos”. ¡Sólo era uno más! ¡Jajaja!

En otra ocasión fuimos al cine con Miss Lubia, una maestra que sabía que me gustaba y después de un retiro organizó la ida con 5 mujeres, mi hermano Checha y yo y luego fuimos a comer. Cada vez me convencía más que ella era la adecuada.

Esa ida al cine se convirtió en una de las últimas veces que la vi. Su mamá comenzó a asistir a otra congregación para apoyar a su hermana que había decidido convertirse en un discípulo de Jesús. Y durante muchos años no nos vimos. Con el cambio de iglesia de su mamá, ella dejó de asistir y de ser influenciada por la fe cristiana.

Hay tanto más que contar. Como las dos veces que en vacaciones mi familia y yo nos la encontramos con su familia en Panajachel, un pueblo ubicado a orillas de un hermoso lago en el Departamento de Sololá que se llama Atitlán. Y mi corazón volvía a latir. Y mis papás y mis hermanos sabían que ella me gustaba desde que la conocí. Pero ahora había un inconveniente más. Ella conocía de la fe cristiana pero no era cristiana. Y como vimos en el capítulo “Más vale feo o fea pero con fe”, si la persona que le gusta no es de su misma fe, mejor siga su camino. Porque de lo contrario tendrán muchos problemas y siempre uno de los dos saldrá perdiendo y en el peor de los casos, los dos.

Tanto más que contar. Como las dos veces que la llamé a su casa para saludarla e invitarla de nuevo a la iglesia. Yo sentía algo especial por ella, ella no sentía lo mismo a esa edad. Pero yo no me apresuraba, no tenía edad para novia ni siquiera ya a eso de los 13 años. Pero al ver que no era de mi misma fe y que tampoco me correspondía como esperaba, decidí con todo el dolor de mi corazón, ya no llamarla o buscarla. Aunque siempre mis papás, hermanos y amigos muy cercanos, sabían que ella era mi opción número 1 desde los 10 años.

Tanto más que contar. Como la vez que a eso de mis 17 años con unos amigos pasamos frente a su casa pues íbamos a una reunión de amigos cristianos en la casa de una amigo en donde se reunían todas las semanas a estudiar la Biblia y a compartir la fe con otros. Pararon el carro frente a la casa de Aixa y me desafiaron a bajarme, tocar el timbre y saludarla. Me bajé, me paré frente al portón y vi hacia adentro. Ahí estaba ella, sus hermanas y su mamá. Pero ya había decidido no buscarla. A pesar de las risas y burlas amistosas de mis amigos, me volví a subir al carro y seguí mi camino.

Yo tenía 20 años cuando recién 6 meses atrás había regresado de estudiar durante casi dos años el Programa de Teología Práctica en el Christ For the Nations Institute, en Dallas Texas. Ella tenía 19 años cuando estudiaba en la Universidad Rafael Landívar una Licenciatura en Diseño Gráfico. Allí ella conoció a una amiga que hasta el día de hoy es una de sus mejores amigas. Ella le contó que asistía a la Fráter y ocasionalmente hablaban al respecto. Cuando visitaba su casa veía algo diferente en la forma de conducirse de toda la familia. Un día antes de un retiro espiritual, su amiga la invitó a ir a ese retiro en donde yo también estaría. Ella deseaba acercarse a Dios y no estaba contenta con el rumbo que su vida estaba tomando.

En ese retiro espiritual nos volvimos a encontrar, pero más que todo ella se encontró con Dios. Y pasó de ser alguien que conoce de Dios, a alguien que conoce a Dios. Conocer de Dios es algo teórico, conocer a Dios es algo relacional. Algún día en vivo le cuento como me saludó y simultáneamente me ignoró corriendo inmediatamente después de saludarme de beso en la mejilla, a abrazar a una amiga con la que se habían conocido en la Fráter de pequeños.

La mayoría de los que habíamos sido sus amigos de los 10 a eso de los 13 años, éramos ya 7 años más tarde o líderes de un grupo de jóvenes en el retiro, encargados de juegos, organizadores del mismo y en mi caso iba de músico y cantando. Ella comparó su vida a la que teníamos nosotros y eran dos mundos muy distintos. Ella anhela la vida y la paz que brindan el guardar los mandamientos de Dios. Que al final de cuentas son mandamientos que no existen para evitarnos vivir, sino para evitarnos sufrir.

Sólo estuvo dos de los tres días en el retiro. Platicamos tan sólo tres o cuatro veces. Pero la última vez vi como que se iba del retiro antes de tiempo y fui a despedirme y le pregunté ¿Todavía sigue dibujando osos? Yo sabía que le encantaba dibujar y sobre todo osos como el de la tarjeta que me había hecho para Navidad años atrás. Me seguí gustando, pero seguía firme en jamás hacerme novio ni enamorarme de muerte de ninguna mujer que no fuera de mi misma fe.

Su vida cambió. Todos los detalles de su vida pasada no los conozco, pero sí los detalles de su vida presente desde ese punto en adelante. Una semana después, llegó al grupo de jóvenes en donde casualmente prediqué como invitado el tema “Convicciones y no emociones”. El resumen del mensaje era el siguiente: “Hoy hay muchos que decidieron cambiar su vida en el retiro y entregar su vida a Dios. Pero en unos meses ya no serán cristianos si no tienen la convicción de permanecer en la fe a pesar que muchas pruebas pueden presentárseles.” Ese mensaje me cuenta ella que afirmó más su fe, pero a la salida cuando me saludó casi me desmayo, iba acompañada de un joven, ¡era su novio!

Sentí una sensación tan horrible en mi estómago al ver a la mujer que más me gustaba de la mano con alguien que no sabía que existía. Pero bueno me dije: si no puedo tenerla, pues por lo menos puedo darle una mejor vida. E invité a su novio a que junto a ella fuera parte de una célula, un grupo pequeño de miembros de la Fráter que se reunían cada semana por las casas. Así él también entregaría su vida a Dios y tendrían un mejor futuro.

Semana a semana en el grupo de jóvenes la saludaba brevemente y seguía cada quien su camino. Un día me saludó y me contó que había terminado su relación de noviazgo. No le presté mucha atención al asunto. Pues aunque había regresado a la iglesia, sabía que ella debía profundizar sus raíces en la fe. Seguimos saludándonos cada semana y durante meses nunca nos hablamos por teléfono. Yo quería una sola cosa, que permaneciera en su fe por su amor por Dios y jamás por mí. Gracias a Dios así fue, porque entre los dos no había nada. Aunque ella sí sabía que a mí me gustaba. Sólo hablamos casualmente por poco tiempo al finalizar cada reunión de jóvenes o después de alguna reunión dominical.

Un día me dije: si no comienzo a hacerme amigo de ella, es probable que otro lo haga y va a ser alguien que jamás la va a amar como yo sé que la puedo amar. Un sábado al finalizar la reunión de jóvenes en la iglesia, mientras platicábamos en el lobby del Auditórium Menor me dijo que iba a llamar a su papá para que llegara por ella. Yo le dije: si quiere la llevo yo. Es más, voy a ir a cenar a La Crepe, un restaurante al que ¡nunca iba! Pero que estaba cerca de su casa. Así que si quiere la llevo a su casa y vamos a cenar. Entonces fuimos a su casa, saludé a toda su familia, pidió permiso y nos fuimos a cenar.

Esa noche llegamos al restaurante a las 8 de la noche y salimos a las 11:15. ¿Qué tanto hablamos? No recuerdo todo, pero sí que cuando nos dimos cuenta sólo quedaba nuestro carro en todo el parque del Centro Comercial y ya todas las sillas estaban colocadas sobre las mesas y los meseros esperando que nos fuéramos.

Todos mis amigos íntimos que me conocían desde los 10 años sabían que me gustaba Aixa. Y los que no eran amigos desde esa edad y que también eran ahora mis amigos cercanos, también sabían de ella pues les había comentado en alguna ocasión al respecto. Les pedía un favor a todos los que me preguntaban por ella. El favor era que no me molestaran con ella. Les decía que sí me llama la atención, pero que por ahora no quería nada con nadie.

Empezamos a compartir más y más como amigos, aún sin hablarnos por teléfono, pero sí a platicar más y más en la iglesia. Llegó la época de otro retiro espiritual y ahí si compartimos mucho. Todos nos preguntaban por separado si ya éramos novios pues comíamos juntos, platicábamos mucho pero eso era todo. Yo les decía: no, no somos nada. Pero ¿Te gusta? Me preguntaban algunos. A lo que respondía: a quién no le va a llamar la atención alguien tan alegre.

El tiempo pasó y por fin luego de ir a traerla al Teatro Nacional de Guatemala, en donde se encontraba escuchando una conferencia a la que le habían pedido asistir de la Universidad, la invité a McDonald’s para que no sospechara nada de lo que yo tramaba. Ahí le conté una historia de un niño que estaba enamorado desde los 10 años de una niña preciosa e hice el resumen de los años perdidos en que no nos vimos y hasta ese momento. Y le dije: ahora le toca terminar la historia. Ella la terminó diciendo que también estaba enamorada del bello hombre que tenía por delante ¡Jajaja! Bueno no dijo bello, pero sí que estaba enamorada y que quería comenzar una relación de noviazgo conmigo. Y fue así como nos hicimos novios y dos años y ocho meses después nos casamos.

Lo interesante de toda esta historia que les he relatado, es que cuando dijimos que éramos novios, la respuesta de todos era la misma “Hasta que al fin son novios”. Todos nos decían lo mismo. No se asustaban al saber que ya éramos novios. Habíamos sido tan amigos por varios meses, que todos estaban ya desesperados por saber si seríamos o no novios.

Créame, el día que inicie una relación de noviazgo con quien le gusta, si los demás se sorprenden que tiene novio o novia, asústese. Hizo algo apresurado. Es probable que aún no conozca bien a la persona. Más vale que digan “Hasta que al fin son novios”. Eso da seguridad y da paz. No sólo a usted sino a  toda su familia y amigos, quienes sabrán que comenzó una relación de noviazgo no con alguien desconocido, sino con alguien con quien ya tuvo una relación amistosa que será un buen fundamento para la relación de noviazgo que inicia. Busque que digan “Hasta que al fin son novios” y reducirá al mínimo la cantidad de problemas en su noviazgo. Dije reducirá la cantidad de problemas, porque un novio o una novia espectacular no significa perfecto. Más en el próximo capítulo.


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