Carta abierta

Querido tú,

Aunque no quiero tocar el tema más, porque ya lo discutimos hace poco que estuvimos juntos, no puedo dejar de pensar en ti. A veces siento que soy torpe con las palabras, y he encontrado algo que quiero compartir contigo para explicarme mejor. Tomo las palabras de mi querido Henri Nouwen:

“Es posible llevar una vida muy sana, emocionalmente rica y “sensible” sin ser una persona espiritual, es decir, sin un conocimiento o una experiencia personal del terreno en el que se ocultan el significado y la finalidad de nuestra humana existencia”.

Quizá tú seas de estas personas. O tal vez has comenzado a buscar las respuestas. Lo cierto es que te rodeas de este tipo de individuos, lo que no está mal. Sin embargo, ¿acaso no nos ves a nosotros como un par de chiflados por buscar algo más?
¿Y qué es la vida espiritual? Nouwen la define: “La vida espiritual conduce a una nueva forma de vivir, más que a una forma de pensar. La vida espiritual es una búsqueda, y en cada fase de mi búsqueda he descubierto también que Jesucristo permanece en el centro de mi búsqueda. Para mí, por lo tanto, vivir espiritualmente significa vivir con Jesús en el centro”.

Y ahí está la razón de mi insistencia. Verás, toda esa gente sana en sus emociones, incluso rica y sensible, pero que no tienen a Jesús en el centro, se haya presa de una condena, aún cuando se le intente negar. ¿Y tú?

No descuides esa parte espiritual, te lo ruego. Que Jesús sea tu centro. Busca las respuestas, y darás con él, te lo aseguro. ¿Y por qué mi prisa y mi volver al mismo punto? Tú también nos aconsejas, y quizá no hemos hecho caso de todo lo que nos cuentas. Pero si bien aún nos falta camino por recorrer, aquello que tú nos apremias no implica la vida y la muerte, pero este punto que late en nuestros pechos, sí.

Te amamos, te queremos ver a nuestro lado hoy y en la eternidad. Perdona la insistencia. O más bien, no la perdones. Enójate si quieres, táchanos de locos, pero recuerda que hay una parte espiritual, y que descuidarla, resulta mortal.

Atentamente,

Yo

pd. Esta es una carta abierta, sin sobre ni sello postal, para que la leas tú, para que la recuerde yo. Y si «ellos» la leen, mucho mejor.


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