Cocinando y creando


Escribir es como cocinar. Abres la puerta del refrigerador y ves lo que tienes. Sacas los ingredientes e improvisas para componer un almuerzo. Palabras de una de mis escritoras favoritas: Madeleine L’Engle. Pero tiene mucha razón.

Abro la puerta de mi mente y encuentro todo aquello que he pensado en la semana, en el día, en una hora. Añado lo que he leído, lo que he escuchado, lo que he visto. Compongo mis letras y les doy un poco de orden. Y algo surge de la pluma.

Me gusta cocinar. Me encanta escribir. En ambos, espero el halago de: qué rico pastel; qué buen libro. Pero en el fondo, sé que ambos son algo que tengo que hacer, que debo hacer, pues así he sido creada.

Como madre y esposa, quiero, debo, necesito alimentar a mi familia. Como escritora, quiero, debo, necesito compartir lo que pienso. En ambos casos, lo hago con temor y temblor. Debo ser cuidadosa de que nadie resulte enfermo o intoxicado. Debo procurar que haya nutrientes, y no sirva comida chatarra.

En fin, gajes del oficio.


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