Cubierto con el polvo de tu Rabí

Una de las cosas que más me agradó cuando comencé a estudiar la Biblia fue poder finalmente acabar con un tabú que me había sido inculcado durante toda la vida: “la Biblia no se debe leer ni estudiar, solo hay que creer y punto, es un libro para ciertas personas no para todo el mundo”. Esto en su momento no me importó ya que para mi era un libro más, pero cuando El Señor me extendió Su gracia y puso en mi camino un ministerio cuyo énfasis es acercar a las personas a la Palabra de Dios enseñándoles a estudiar la palabra por medio de un método fácil y accesible a cualquier persona, pude iniciar un largo camino que me ha llevado a escudriñar y gozarme en la riqueza de la Palabra de Dios. De hecho al poco tiempo pasé a ser parte del ministerio y hoy en día trabajo a tiempo completo en él. (www.ministeriosprecepto.org)

Es así como muchas veces nos encontramos con pasajes de la Biblia que parecen no tener mucho sentido desde nuestra perspectiva humana, y si bien es cierto que Dios dice que Sus pensamientos son más altos que los nuestros y debemos entender que hay muchas cosas que no lograremos comprender mientras estemos aquí, hay muchas más que nos están relatadas en la Biblia que sí podemos, y debemos, escudriñar. No solo para darle un mejor sentido a la Escritura, sino que en el proceso de hacerlo vamos a descubrir verdades que nos llegan a maravillar.

Uno de estos episodios lo encontramos en el evangelio de Mateo 4:18-22, donde encontramos el relato en que Jesús llama a sus primeros discípulos; hombres que como bien todos sabemos se dedicaban a la pesca e incluso se nos menciona que dos de ellos, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, estaban en ese momento junto a su padre. La parte que siempre me inquietó era el ver como Jesús simplemente les llama y ¡ellos al instante dejan todo por seguirle! Se que siempre tratan de espiritualizar la escena dando la explicación simplemente diciendo que “¡Oh es que se trataba de Jesús quien los llamaba!”. Si, era Jesús quien los llamaba, el problema es que desde el punto de vista de estos pescadores, quien los llamaba era un Maestro, un Rabi, no el Hijo de Dios, cosa que hasta mucho tiempo después no lograban comprender claramente como nos es obvio cuando vemos que Jesús mismo les pregunta quién creen ellos que es Él (Mat 16:13-17). Entonces si ellos al verlo por primera vez en la playa, cuando son invitados a seguirle, no saben que Jesús es el hijo de Dios y si no tomamos por hecho que Jesús hizo uso de algún efecto encantador sobre ellos, ¿Cómo nos explicamos que hayan dejado todo al instante, sus redes, su barca, su trabajo, su familia, todo, por seguirle a Él?

Para poder entender esta extraña y poco razonable actitud de estos hombres debemos situarnos en el marco social de la época, ubicarnos en su contexto y así podremos comprender su reacción ante tan peculiar llamado.

En la época de Jesús, la cultura judía tenia un tratamiento muy especial para la educación. Es así como un niño que llegaba a la edad de 6 años ingresaba a la sinagoga local para estudiar la Torá. Esta primera etapa era conocida como Bet-Sefer. Para un judío el estudio de la Torá era algo sencillamente indispensable, “una generación que no estudia la Torá es una generación que se extinguirá” decían, y así, todo varón que llegaba a esta edad iniciaba su ciclo de enseñanza. Cuenta la tradición que el primer día de clases el Rabí a cargo iniciaba con esta figura: estando los niños reunidos les pedía que extendiesen su dedo y estando así, derramaba una gota de miel en la yema de sus dedos. No logro imaginarme 20 o 25 niños con miel entre sus dedos conteniéndose a escuchar las primeras palabras de su Rabí; una vez que todos los alumnos estaban preparados, el Rabí recitaba el Salmo 119:103 ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Más que la miel a mi boca!. Y decía: “que así sea cada día la palabra de Jehová, como miel en su boca, que su sabor y su delicia estén cada día en su boca y que anhelen el saborearla en todo tiempo”. Palabras más, palabras menos, esa era la intención de la demostración y dulce inicio de clases.

Los siguientes 4 años los niños pasaban estudiando y aprendiendo los escritos de Moisés. Así, un niño llegaba a la edad de 10 años habiendo memorizado los 5 primeros libros de nuestra Biblia moderna, tal cual, ¡y de memoria!

Podríamos pensar que era otra época, los usos y costumbres eran diferentes. Cierto es, pero lo más curioso es que hoy en día se sigue brindando la misma enseñanza, aun hoy en día los niños judíos siguen aprendiendo de memoria la Torá. Por supuesto no digo que todos lo practiquen, pero la tradición y la importancia dada al aprendizaje de las Escrituras se sigue cultivando hasta nuestros días. Nuestra cultura occidental a su manera hace lo mismo, con la diferencia que nosotros le damos más importancia y prioridad a otras cosas, así un niño llega a la tierna edad de 10 años con la cabeza llena de datos de cualquier cosa menos de Las Sagradas Escrituras, es cuestión de enfoque y prioridades no de incapacidad o tiempos.

Una vez que los niños pasaban por esta primera etapa, los estudiantes más brillantes, y solo estos, continuaban su estudio en el siguiente nivel conocido como Bet-Talmud. En esta etapa aprendían el resto de las Escrituras, desde Josué hasta Malaquías, una vez más, de memoria, y además de esto aprendían el arte de la dialéctica, por medio de un arte tradicional conocido como ‘BilBul’, el arte de responder con preguntas, así por ej. cuando a un niño se le preguntaba por ‘cuanto es 2+2′ lo que en nuestra cultura sería una sencilla respuesta ’4′, este joven adiestrado en responder con preguntas, podría responder con otra pregunta como ‘cuanto es 16 dividido por 4′. Por supuesto para nosotros quienes estamos acostumbrados a clases magistrales donde el profesor nos entrega una cantidad de datos mientras nosotros tratamos de memorizarlos, puede sonar extraño este método de enseñanza, pero es justamente ese el encanto del BilBul, cuando respondes con otra pregunta que a su vez da la respuesta correcta a la primera, no solo estás respondiendo correctamente, sino que, a su vez, estás demostrando que entendiste correctamente. Esta técnica de estudio se sigue utilizando hoy en día en las sinagogas y tienden a largas discusiones casi interminables tratando de ver todos los matices de un versículo y exprimiendo cada palabra de la Escritura hasta lo último.

Los estudiantes de Bet-Talmud continuaban siendo adiestrados hasta la edad de 15 años aproximadamente y una vez más eran solo los más diestros y talentosos quienes podían continuar estudiando, ahora el nivel de aprendizaje había adquirido nuevos desafíos y cada vez eran menos los elegidos para continuar en el camino a llegar a ser un maestro de la Torá o Rabí.

Terminada esta etapa, los estudiantes debían buscar un Rabí que estuviese dispuesto a tomarles como discípulos, pero no cualquier estudiante era aceptado como discípulo. El candidato a discípulo (seguidor de..) debía pasar por una ardua entrevista con el futuro Rabí quien le examinaba concienzudamente para ver si el candidato era digno de continuar su ‘Yoke’ su estilo de interpretación de las Escrituras. El Rabí debía asegurarse de que este joven tuviera lo necesario para continuar su legado. Pasaban pues por una dura y extenuante entrevista personal, y si el estudiante demostraba no solo el conocimiento necesario sino que el Rabí tomaba una muy buena opinión de el, entonces le extendía una particular invitación “Lech a Harai” que quiere decir “¡Sigueme!”, la cual era la palabra de aprobación del Rabí hacia su nuevo discípulo. Quienes no pasaban por esta prueba o entrevista el Rabí le conminaba a regresar a su casa y aprender el oficio de su familia y orar porque encontrase una buena mujer quien le diera hijos varones que algún día pudiesen llegar a ser un Rabí.

Vemos pues como llegar a ser un Rabí era un proceso largo y muy exigente, y eran pocos quienes obtenían la bendición de ser aceptados como discípulos.

Regresando ahora a nuestra escena original, vemos a Jesús llamando a hombres común y corrientes extendiéndoles la inconfundible invitación “Lech a Harai”. Si estos hombres estaban ocupados en el oficio de su padre, es porque no ‘calificaron’ para ser discípulos de un Rabí en particular, y ahora en ese día inolvidable para ellos, un Rabí se acercaba a ellos extendiéndoles esta invitación.

Para que nos hagamos una mejor idea, usualmente cuando un joven termina sus estudios secundarios, se suele exigir un examen previo de ingreso a la universidad, donde en una sola prueba debe probar que “tiene lo necesario” para cursar la carrera que desea estudiar. Si logra un puntaje lo suficientemente alto, es entonces aceptado y puede ingresar, de lo contrario tendrá que resignarse a estudiar otra cosa u optar por no continuar estudiando.

El hecho de que Jesús mismo los buscara y les extendiera esta invitación seria como que el rector de la más prestigiosa institución viniera hasta tu casa y te invitara a estudiar en dicha institución, ¡Cual no sería nuestra sorpresa y cómo no dejaríamos todo a un lado para seguirle! ¿Ahora comprende usted porqué la actitud de estos hombres de dejarlo todo por seguir a este particular Rabí?.

Continuando con la educación ahora, Rabí – Talmudin (maestro – alumno), estos tenían una metodología muy particular de enseñanza, no se centraban solamente en discutir en BilBul, sino que todo a su alrededor era un buen ejemplo para enseñar y explicar la Torá, los pájaros, la naturaleza, historias, vivencias, todo absolutamente todo era una buena herramienta para enseñar algo acerca de Dios, Su creación y Su Palabra.

La actitud del discípulo desde el momento que comenzaba su enseñanza era seguir las pisadas de su maestro, literalmente. Si el maestro recogía una roca por el camino, el talmudin hacía lo mismo, si probaba cierta planta, el alumno repetía, si levantaba los brazos hacia el cielo, el talmudin le imitaba, era tal el extremo que se solía decir a manera de bendición cuando el talmudin iniciaba su viaje tras su maestro “Que seas cubierto con el polvo de tu maestro”, indicando, que estés tan cerca de tu maestro que el polvo de sus sandalias alcance a caer sobre ti.

Para un mejor ejemplo de ello encontramos la conocida escena en Mateo 14:25-31 cuando Jesús se acerca a la barca en medio de la noche caminando sobre las aguas. Una vez más podemos ver la actitud casi irracional de Pedro, al ver a Jesús caminando sobre las aguas le dice que si es realmente Jesús, que ¡él también pueda caminar sobre las aguas! ¿Por qué este hombre, en medio de la noche al ver a Jesús y llenos de miedo, su primera ocurrencia es que el también pueda caminar sobre las aguas? ¿ya se lo imagina? – el maestro hace – el alumno repite, tiene mas sentido ahora, ¿verdad?.

Continuando con la misma escena, sabemos que finalmente Pedro es animado a caminar sobre las aguas y logra dar unos cuantos pasos antes de darse cuenta del fuerte viento y comenzar a hundirse, a lo que Jesús responde con la conocida frase “hombre de poca fe ¿por qué dudaste?” Ahora, si bien es cierto que la interpretación que se suele dar al respecto es que Pedro al quitar los ojos de su maestro y ponerlas en sus circunstancias alrededor comienza a dudar y por ende a hundirse, lo curioso es cuando nos detenemos un poco más en la escena. Siempre nos han hecho pensar que Pedro dudó de su maestro, pero, y aquí la pregunta del millón: ¿quién se estaba hundiendo? ¿Pedro o Jesús? ¿entonces? No es cierto que Pedro dudó de su maestro, Jesús estaba tan bien cimentado sobre las aguas que incluso pudo extender su mano para socorrerle, entonces ¿a que falta de fe se refiere Jesús?.

Pedro no podía dudar de su maestro, lo estaba viendo perfectamente sobre las aguas, ¡Pedro dudó de si mismo! Dudó de que él en verdad podía seguir caminando sobre las aguas, entonces la Fe a la que se refiere Jesús es Fe en si mismo, la fe que tenia Jesús en que Pedro SI podría caminar sobre las aguas.

No le parece increible? Siempre nos han enseñando que debemos tener fe en Jesús, y esto es primordial, pero ¡he aquí Jesús teniendo fe en su discípulo! Y lo más maravilloso es que nosotros también como cristianos somos llamados seguidores de Jesús, ¡discípulos! No solo tenemos el privilegio de haber sido escogidos por el más grande Rabí (Juan 15:16) sino que El mismo tiene fe en nosotros, tiene tanta Fe que nos ha encomendado la más grande misión de todos los tiempos. Si, La Gran Comisión.

Ahora, concluyendo, me pregunto: si Jesús mismo tuvo y tiene Fe en nosotros, tanta como para a pesar de nuestro origen, de nuestro pasado, de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras debilidades, aun así, persistir en nosotros, y entregar en nuestras manos la más grande misión de todos los tiempos, ¿qué excusa podemos tener para no ir y caminar en los pasos de nuestro Rabí? ¿Será que somos hombres y mujeres de poca fe? Fe en nosotros mismos. Si El Señor que fue quien nos creó a cada uno de nosotros y nos dotó con dones a cada uno, nos equipó para el ministerio de reconciliar el mundo con Su creador, tiene fe en usted y en mi, ¿que más certeza podemos tener de que tenemos la capacidad para Ir y hacer discípulos en Su nombre y enseñarles a guardar todas las cosas que nos ha mandado?

Adaptación libre de “Cover with the dust of you Rabbi”

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