¡Debemos recordar su palabra!

«Lleven estas palabras mías en su corazón y en su alma. Átenlas como señal en su mano, y llévenlas como frontales en medio de sus ojos. Enséñenselas a sus hijos, y hablen de ellas cuando te encuentres descansando en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Inscríbelas en los postes de tu casa, y en tus puertas, para que en la tierra que el Señor juró dar a sus padres sean los días de ustedes, y los de sus hijos, tan numerosos como los días de los cielos sobre la tierra» Deuteronomio 11:18-21

Dios sabe que tenemos muy mala memoria en cuanto a las cosas espirituales: un día decimos que somos sus hijos fieles y al día siguiente ignoramos sus mandamientos y actuamos de acuerdo a nuestra carne.

Es por eso que Dios le dice a su pueblo que no es suficiente con escuchar una vez la palabra, las leyes, las ordenanzas y los mandamientos que él les da, ¡tenemos que recordarlas día tras día!

En este pasaje se nota la urgencia de Dios por hacernos entender que debemos recordar su palabra: lleven, aten, enseñen, hablen, inscríbelas. Puras órdenes de parte del Señor con el único propósito de que no olvidemos su palabra ¡es tan importante la palabra de Dios en nuestras vidas!

Pero en estos tiempos hacemos lo contrario, llevamos en nuestro corazón palabras que nos avergonzarían si las diéramos a conocer, atamos en nuestras manos señales de odio y amargura, enseñamos a nuestros hijos lo malo, hablamos lo que no conviene y pensamos lo que no debemos pensar al levantarnos y acostarnos.

Y eso me hace preguntar ¿será esta la razón por la que en esta generación los días sobre la tierra no son largos?

Sin duda, debemos recordar su palabra, meditar en ella y permitir que llene cada parte de nuestro ser.

¡Debemos recordar su palabra!


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