«La tierra en la que ahora entras, y que vas a poseer, no es como la tierra de Egipto, de donde han salido. Allá sembrabas tu semilla, y la regabas con tu pie, como huerto de hortaliza. La tierra que van a ocupar al otro lado del río es una tierra de montes y de valles, que se nutre de la lluvia del cielo; es una tierra que el Señor mismo, tu Dios, cuida: desde que el año comienza, y hasta que termina, los ojos del Señor tu Dios están siempre sobre ella» Deuteronomio 10:10-12
Esta palabra nos enseña que en la tierra prometida el pueblo dependía completamente de Dios. Ya no iban a vivir del fruto de su esfuerzo, no iban a poder jactarse y llenarse de orgullo pensando que por su trabajo tendrían alimento. Sino que por la providencia de Dios iban a poder alimentarse y vivir en la tierra donde los ojos de Dios están siempre sobre ella.
Esto me hace pensar que ciertamente a medida que crecemos, que cumplimos nuestros sueños, a medida que nos acercamos más a la voluntad y presencia de Dios, dependemos más y más de Dios.
Debemos ser agradecidos, porque los ojos de Dios están puestos sobre nosotros, para proveernos todo lo que nos haga falta.
O en palabras de nuestro Señor Jesucristo:
«Miren las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que ellas?« Mateo 6:26
Dependiendo de Dios
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