Después de un aborto espontáneo

aborto espontáneo

El verano pasado, cuando yo parecía una luna llena esperando a mi segundo bebé, y devoraba cubitos de hielo todo el tiempo, mientras que Natalie daba saltos mortales dentro de mi vientre, una amiga vino de visita. Me había enterado que recientemente había sufrido un aborto espontáneo, aunque no lo había escuchado de su propia boca aún. Tenía un poco de temor –como cualquiera en mi caso- acerca de qué decirle y como podría decírselo. Esperaba de alguna forma, estar allí para ella, y que mi barriga en constante expansión, no creara un abismo entre nosotras.

Mientras me dirigía al aeropuerto, me preguntaba cómo me lo diría, o si debía ser yo quien lo mencionara, y si este fuera el caso, ¿cómo hacerlo? A pesar de mi saludable embarazo, una sombra de tristeza cubrió la mayor parte de ese año -habíamos perdido a tres amigos en ocho meses, todos menores de 30 años. En la congregación de nuestra pequeña iglesia, cinco mujeres habían concebido y anunciado sus embarazos, pero sólo tres de nosotras logramos llevar el embarazo a término. La muerte estaba por todas partes, y sin embargo me encontré con la lengua atada cuando mi amiga se subió al auto junto a mí.

Después de contarme un poco de cómo estuvo su vuelo, mencionó lo del aborto espontáneo, y luego dijo algo que nunca olvidaré. Ella dijo: “Después de mi aborto espontáneo, me di cuenta que tenía que contar mi historia de la misma manera que las mujeres necesitan compartir las historias del nacimiento de sus hijos.”

A pesar de su gran necesidad por contar su historia, hubo algunas personas que no estaban dispuestas a escucharla. Y le perturbó mucho el que mucha gente que sabía sobre el aborto espontáneo, optara por no decir nada. Un incómodo silencio parece rodear a aquellos que sufren este tipo de pérdida – incluso si son lo suficientemente valientes como para ser abiertos al respecto.

En el libro The Eldest Child, (el Niño Mayor) de Maeve Brennan, ella describe a una madre luchando con la muerte de su bebé de 3 días de nacido.

Cuando su bebé murió, ella dijo que nunca se acostumbraría a ello, y lo que quería decir con eso fue que mientras viviera nunca aceptaría lo que había sucedido en el silencioso modo mecánico que los demás lo había hecho. … Se comportaban como si lo ocurrido ya hubiera terminado, como si hubiese sido un acontecimiento ordinario que había tenido un principio y un fin de manera natural. No había sido un acontecimiento ordinario, y no había llegado a su fin.

Lo que no se debe decir

En el Libro de Job del Antiguo Testamento, después de todo lo que se le quitó en un abrir y cerrar de ojos –sus hijos, sus riquezas, su salud – todos sus amigos se presentaron con palabras de consuelo, y cada uno era más inútil que el anterior, hasta que Job, finalmente dice: “¿Hasta cuándo me atormentarán, y me romperán en pedazos con palabras?” (Job 19:2)

Las parejas que sufren un aborto espontáneo, a menudo también sufren la incapacidad de sus amigos para comprender la magnitud de lo que ha sucedido. Al igual que los amigos de Job, podrían decir cosas insensibles como “un día tendrás otros hijos, o, tal vez había algo malo con el bebé.”

Estas palabras minimizan el vínculo que los padres tenían con el bebé que estaba creciendo en el vientre de su madre – un niño a quien apenas comenzaban a conocer, pero a quien ya habían llegado a amar profundamente. En una carta a un amigo tras la muerte de su madre, Phillip Brooks escribió, “La gente nos trae consolación bien intencionada pero al mismo tiempo miserable cuando nos dicen que el tiempo ayudará a curar nuestro dolor. No queremos perder nuestro dolor, porque éste está ligado a nuestro amor. ”

Preguntas sin respuesta

Después de un aborto espontáneo, las parejas enfrentan una batalla contra preguntas que no tienen respuesta. ¿Por qué Dios les permitió concebir para permitir después que el bebé muera? ¿Para qué sirve tener esperanza, cuando la vida es tan frágil? o ¿Qué hice mal?

Todas estas preguntas, la culpa y la acusación, y los sentimientos de traición divina que podrían estar relacionados con un aborto espontáneo, no hacen sino resaltar lo “incorrecto” de lo que ha sucedido. No hay respuestas a estas preguntas, porque nosotros no fuimos creados para la muerte, la enfermedad o el pecado. No importa cuántas veces nos enfrentamos con estas cosas en la tierra, alguna santa obstinación en nosotros se aferra a la memoria del Edén. Un amigo judío me dijo recientemente que en su tradición, no hay rezos por la muerte de un niño, porque este tipo de cosas no se supone que sucedan.

Maeve Brennan describe a esta afligida madre, luchando con los que le dicen que la muerte fue la voluntad de Dios:

Cuando ella hablaba, por cualquier lapso de tiempo, siempre la callaban diciéndole que era la voluntad de Dios. Ella había aceptado la voluntad de Dios toda su vida, sin cuestionarlo, y no lo questionaba ahora, pero sabía que lo que había sucedido no había terminado y estaba segura de que no era la voluntad de Dios que ella quedara sumida en ese desconcierto…. Todo lo que ella quería hacer era decir lo que sentía, pero le mencionaban la voluntad de Dios como si trataran de cerrar una puerta entre ella y algún territorio que le estaba prohibido.

Dándole un nombre al bebé

La amiga que mencioné al principio de artículo encontró la sanación mientras encaraba los detalles concretos de su pérdida. Ella y su marido pidieron que se les permitiera llevar a su bebito a casa desde el hospital, le dieron un nombre al bebé, fabricaron un ataúd para él, y como una familia, lo enterraron en un monasterio. Sus otras dos niñas pequeñas, ayudaron a rociar tierra sobre el ataúd, y quizás por esto, ellas perciben de una manera muy real que tienen un hermanito en el cielo a quien algún día volverán a ver.

Incluso si una pareja no puede identificar exactamente cuando se produjo un aborto espontáneo, lo cual hace imposible un entierro, el hecho de darle un nombre al bebé, es una forma muy poderosa de manifestar la realidad de la existencia de ese niño. Dar un nombre es algo sagrado, -fue la primera tarea que Dios le confió a Adán – y la primera oportunidad de Adán para ser como Dios. He oído que hay una leyenda esquimal que dice que un bebé recién nacido llora porque aún no se le ha dado un nombre. Todos adolecemos por ser reconocidos, por llegar a ser quienes estábamos destinados a ser, y un nombre puede ser nuestra primera guía a lo largo del camino.

Darle un nombre al bebé no nacido, no sólo hace que la pérdida sea más concreta -también permite a los padres vincularse con sus hijos, reclamarlos y prepararse para volver a reunirse con ellos, incluso cuando los ofrecen de vuelta al Dador de la vida.

Maeve Brennan concluye su pasaje acerca de la afligida madre de esta manera:

Estaba mucho más tranquila de lo que había estado y ya no sentía temor de olvidarse de lo que todo esto había provocado, y mientras dormía estuvo aún más segura de ello. Él estaba haciendo un largo viaje, aún así, ella podría verlo. Ella era su madre y por ahora éso era todo lo que podía hacer por él… ella era débil, y el mundo muy inestable, pero la luz de días pasados brilló de forma constante y trajo la verdad a luz. Ella ya no se sentía desconcertada, y la próxima vez que Martin vino a visitarla hasta su alcoba, ella le sonrió y pudo hablarle con tranquilidad.

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Comentarios

Una respuesta a «Después de un aborto espontáneo»

  1. Avatar de adriana flores
    adriana flores

    A mi también me toco vivir. Perdí a uno natural no se si negligencia o no y a mi otro bb en un aborto espontaneo.Pero el saber que no estoy sola me da una paz interior.Espero en un futuro no muy lejano reunirme con mis 2 hijos.Dios lo sabe y eso me da una esperanza que no se terminara nunca.

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