Divagando en un lunes

Catorce de febrero, un día especial para consentir a su novio. Roxana pensaba cómo sorprenderlo. ¿Flores o un pastel? ¿Un CD o un DVD? Para su mala fortuna, llevaba poco tiempo de conocer a José. ¿Qué le gustaría? ¿Debía preguntar a sus amigos? Entonces Roxana pensó que quizá lo mejor sería seguir su instinto.
Así que preparó una canasta con emparedados de jamón, manzanas y agua. Lo invitaría a un día de campo en uno de los parques cercanos. Se vieron después del trabajo de José, y él pareció asombrado.
—¿Te gustó la sorpresa? —le preguntó ella. Él se encogió de hombros. Ella lo tomó como un sí.
Nadie le dijo que José detestaba los emparedados de jamón, pero él tampoco lo mencionó. Un año después, aunque ya tenían más tiempo juntos, ella pensó celebrar el 14 de febrero de la misma forma. Organizó todo del mismo modo, pero se dio cuenta que José lucía incómodo y él tuvo que confesarle la verdad. Odiaba los emparedados de jamón Y las manzanas Y los días de campo, y de hecho, el 14 de febrero en general.
Así es la vida…
Roxana quería quedar bien con José, pero estaba pensando en ELLA MISMA. Hizo lo que a ella le gustaba y no estaba pensando en José.
Así somos nosotros. Hacemos cosas que nos convienen, que nos agradan, que nos gustan, pero poco pensamos en los demás. Por ejemplo, compramos un perro para que nos acompañe, pero no pensamos en el perro y lo metemos en un departamento de dos por dos.

En fin, solo divago…





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