Divagando sobre la educación (3)

La disciplina del buen comportamiento

¡Oh sí! Aunque los psicólogos tuerzan la boca, cualquier maestro que ha estado frente a grupo ruega por disciplina en el aula. Los niños mismos la piden a gritos, pues la disciplina les da seguridad y les permite aprender. De lo contrario, en un aula donde reina el caos, los niños están más preocupados por la sobrevivencia entre sus compañeros.

¿Cómo se logra esto? A la antigua, diría yo. Exigir uñas limpias, camisas blancas y fajadas, faldas largas para las niñas, zapatos boleados. Un pupitre con todo en su lugar. Responsabilidad con el material. Repetir el trabajo si quedó sucio o tachado. Atención en la fila. Silencio mientras la maestra habla. Levantar la mano para pedir la palabra. Respeto a los mayores.

Y todo esto se logra a través de reglas. Tristemente, el problema viene a la hora de ejecutar una sanción. El niño sabe que la maestra no tiene autoridad. La maestra sanciona, pero el padre se queja y el director cede. El director baja las manos porque teme que los padres dejen de aportar la colegiatura o se quejen con supervisores más arriba. Los maestras no quieren perder su trabajo. Los padres no desean aceptar su falta de disciplina en casa, ni dejar de trabajar por atender a sus hijos. Un círculo vicioso. Pero alguien tiene que ceder, de lo contrario…

¿No estaremos preparando a la siguiente generación de criminales? ¡No lo creo! Aún hay esperanza. Solo se requiere… disciplina.


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